“Estoy contento, porque la tierra es el problema que tenemos, por eso siempre digo a mi gente que tenemos que luchar por eso, por nuestro derecho, porque nosotros somos pocos, pero desde 1994 se reconoce que somos preexistentes y ahora nos dan el reconocimiento ancestral de la tierra”, explica José Catri Duarte en diálogo telefónico con Página/12. Su nombre original es Vera Jejui Poty, señala, y pertenece al pueblo Mbya Guaraní de Misiones. José forma parte de las comunidades originarias que acaban de lograr la restitución de 6.035 hectáreas en las cercanías de Aristóbulo del Valle, a unos 150 kilómetros de Posadas.

El territorio que les pertenecía históricamente, estaba en conflicto desde que fue donado a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) por la empresa Celulosa Argentina. La singular donación incluyó, junto con el territorio, tres poblados donde viven unas 500 personas. En su mayoría son pequeños agricultores o artesanos. Otros son tareferos, obreros rurales implicados en la recolección de yerba mate. “Ahora nuestra sandía está floreciendo, va a ser buena cosecha”, anuncia José. Producen para el autoconsumo mandioca y batata, también gran variedad de hierbas, típicas de la zona.

José es dirigente indígena y desde 2003 pelea por los derechos sobre el territorio. Vive en una zona cercana “al territorio que recuperamos”, detalla. Nació en El Soberbio. Es agente sanitario y forma parte del consejo provincial del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). Hoy celebra que esa lucha haya conseguido que la UNLP les reconozca la posesión ancestral sobre el Valle de Kuña Piru, una zona rica en biodiversidad. Allí la universidad realizaba trabajos de campo, en flora y fauna. También con las comunidades: antropólogos y etnógrafos lo recorrían para sus investigaciones académicas.

La sentencia que confirma el acuerdo por el cual concluyó el conflicto, se formalizó a fines de septiembre. Y ya está en marcha la escritura como propiedad comunitaria. La realizará la provincia, consigna el expediente. Eso completa el proceso que llevaron adelante las comunidades, junto al abogado Julio García que se especializa en problemáticas indígenas, desde que, en 2001, los representantes originarios se acercaron al Equipo Misiones de Pastoral Aborigen (EMiPA) para contar con su apoyo y acompañamiento. García identifica tres etapas en el proceso: “Un tramo de pedidos del pueblo Mbya Guaraní a la UNLP, para que se reconozca la propiedad comunitaria, en una estrategia que podría llamarse de negociación, con viajes de acá a La Plata, y desde allá al territorio”, recuerda. Hubo reuniones y ánimo de acordar, “pero nunca se concretaba nada”, lamenta el abogado.

“Había mesas de diálogo con los funcionarios –relata José--, pero teníamos el problema del idioma, y se fue corrompiendo la mesa de diálogo, porque ellos --la UNLP-- querían poner sus asesores, pero no aceptaban nuestros asesores”. Entre los observadores que la comunidad acercaba había organizaciones como Madres de Plaza de Mayo, o personalidades como Adolfo Pérez Esquivel del Servicio de Paz y Justicia. “Incluso una instancia de negociación fue en la Comisión de Población del Senado donde reportaba el querido Alfredo Bravo”, aporta García. Fueron quince años así. “Pero esa etapa fracasó totalmente –cuenta el abogado--, la gente se cansó, algunos dirigentes murieron en ese tiempo, y así asumimos la estrategia del litigio”, define.

La etapa de demanda fue ante los Juzgados Federales de Posadas. “Reclamando para que se reconozca la posesión ancestral indígena y la propiedad comunitaria, escriturada y con demarcación catastral –puntualiza García--, y demandamos a la UNLP y al Estado nacional que es el garante de los derechos reconocidos en la Constitución. Fue una etapa bastante dura, compleja, hasta que la UNLP propuso reconocer la propiedad, en condominio con los pueblos indígenas”. Las comunidades originarias no aceptaron el condominio. “Porque iban a seguir siendo ellos los que hicieran el manejo”, advierte José.

Cuando inician el juicio, en 2007, se suspende el diálogo. Las comunidades habían endurecido su postura y prohibieron seguir con los estudios de campo. En ese entonces lograron otras adhesiones importantes, como la de Evo Morales, quien había recibido de la UNLP el título de Doctor Honoris Causa. “Él habló con la universidad, él ayudó cuando pocos ayudaban, y eso sirvió para ir instalando el tema” recuerda García. Se refiere a los derechos de los pueblos indígenas desde marcos institucionales.

En 2014 se inicia la tercera etapa del proceso: la UNLP ofrece restituir el territorio, a cambio de que la tramitación no tuviera costos a su cargo. “Dijimos que no, porque entendemos que todo debería estar dentro del mismo expediente –señala García--, y ya para 2015, con participación de los gobiernos provincial y nacional se pudo ordenar tal como peticionamos, pero no se alcanzó a firmar. Y se enfrió totalmente con la llegada del macrismo”.

Fue en marzo de 2019 que la UNLP ofrece el acuerdo que ahora se efectiviza: “Se dicta el mandamiento de toma de posesión por parte de las comunidades y se notifica a los vecinos y a la Municipalidad” señala el abogado, que tal como establece hoy el acuerdo, no cobrará honorarios. “No hay costas, es parte de conjugar lo jurídico y el aporte que tenemos que hacer, hacia los sectores excluidos. Si se cobra, mejor; si no, no importa” dice. “Y la universidad se ha portado –agrega--, nos dijimos todo lo que teníamos que decir y han mantenido su palabra, han trabajado, han hecho todo lo posible para cerrar el acuerdo en los términos que pedíamos”.


La celebración

Alrededor del sitio sagrado de las comunidades, llamado Opy, se reunieron personas del pueblo Mbya Guaraní –como se dice en esa lengua--, a celebrar la restitución definitiva del Valle del Kuña Piru. “Ahora falta la escrituración”, explica Eliseo Chamorro, el mburuvicha o cacique, de la Comunidad de Ka´Aguy Poty (Tierra florida). “Estamos celebrando el final de una lucha, que fue el sueño de nuestros mayores y que después de tantos años y tanto sufrimiento se pudo alcanzar” cuenta Eliseo sobre el encuentro con el Juez de Paz de Aristóbulo del Valle, que les entregó la documentación. También hubo allí personas de la Comunidad Yvy Pita, y de la Comunidad Kapi´I Poty (ex Santa Teresita). Las mujeres usaron el popygua (bastón ritual) para marcar el ritmo, y se entonaron cánticos a Ñanderú, la gran divinidad guaraní. Así, bajo las típicas palmeras pindó de la región, se agradeció que el Valle del Kuña Piru haya sido restituido en forma plena, a las comunidades originarias.