Cómo agarrar un personaje emblemático de la narrativa universal y exprimirlo, darlo vuelta, transformarlo, sacarlo de sí. Netflix parece explorar ese camino en una de sus últimas producciones originales, una serie producida por el célebre Ryan Murphy y estrenada hace poco más de un mes. Se trata de Ratched, basada en la mítica enfermera de la novela y luego película One Flew Over the Cuckoo's Nest (en español más conocida como Atrapado sin salida), que hasta ahora había sido retratada como metáfora de todos los males del sistema yanqui de salud de mental. Concebidos como precuela, los ocho capítulos de la flamante entrega situada en 1947 se proponen develar “el orígen” de la famosa villana pero con una pequeña gran inversión: muestra que más que antagonista, Mildred Ratched es una auténtica antiheroina en esta versión.
La serie puede verse perfectamente sin haber visto la película y más todavía sin haber leído el libro, que ni siquiera daba nombre de pila al personaje por el cual Louise Fletcher ganó en 1976 su Oscar a Mejor Actriz. Para quienes ignoren ese background, Ratched será una serie sobre una enfermera (Sarah Paulson) que consigue un trabajo en un importante hospital psiquiátrico de California con un objetivo clandestino que el resto ignora: lograr que su hermano, uno de los internos y triple homicida, sea declarado insano y evite así la silla eléctrica. En esa misión, la protagonista conoce y se enamora de Gwendolym Brigg (Cynthia Nixon), la asistente del gobernador, lo que le implica una lucha interna entre su represión, la del contexto y su pulsión sexual.
En efecto, así más no fuera por cierta debilidad narrativa que se va alejando del conflicto original y abandonando la línea argumental de los primeros capítulos, la historia de amor entre las dos mujeres va cobrando un protagonismo que se vuelve central. Todo un acierto, porque la manera de transitar ese romance que tiene Ratched resume perfectamente lo que la serie quiere mostrar de ella: que es fría y manipuladora por la dramática historia personal que le tocó vivir. En palabras de la propia actriz, también lesbiana en la vida real, “el temor de Mildred (frente a esta relación), su agitación y ansiedad, no tienen que ver con afrontar su sexualidad sino con permitirse tener alguna alegría en su vida; algo de lo que prácticamente no ha disfrutado nunca”.
Por supuesto que a las mujeres no les es fácil vivir su amor, incluso habitando el más progre de los estados norteamericanos. La serie se ubica en pleno auge del psicoanálisis y particularmente en un momento en el que la psiquiatría estadounidense abrazó la idea de que la homosexualidad era un tipo de desequilibrio mental. La terapia de aversión, la de shock y la lobotomía fueron moneda corriente entre los métodos típicos de la época para “curar” a hombres y mujeres homosexuales, que eran encerrades en hospitales como el de la serie, que también retrata esas prácticas. El mismo año en que está ambientada la historia, de hecho, subía como senador Joseph McCarthy, quien decía que había una “homosexualidad clandestina” que hacía el trabajo preparatorio para la “conspiración comunista”. La Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos recién la quitaría de la lista de enfermedades mentales en 1973.
Pero para quienes hayan visto la peli, y para quienes no también, Ratched será fundamentalmente una serie de mujeres, algo muy distinto al filme que protagonizó Jack Nicholson rodeado de actores y personajes varones. Si bien los hay y fuertes -se destacan el hermano asesino, el gobernador y el director del hospital-, los femeninos se roban la serie porque están en el centro de sus propias vidas en la conservadora sociedad masculina de los años cincuenta. No son únicamente madres y esposas sino mujeres que hackean como pueden a la infraestructura patriarcal a través de pequeñas grandes revoluciones, tales como salirse del rol de buena madre y desconocer al propio hijo en el testamento, contratar a una doctora mujer mientras el director del hospital no está o desafiar al sistema de cuidados matando a sangre fría. Además de las mencionadas, Judy Davis, Sophie Okonedo y Sharon Stone la rompen en papeles inolvidables que van en esa dirección.
Para hacer un poco más de justicia a su época, resta decir, la serie refuerza los estereotipos de la locura basados en la idea de que las enfermedades mentales son un defecto moral en lugar de una condición médica. Un abordaje jodido, claro, porque quien las padece no sólo es castigade por un sistema que le pide “que no lo vuelva a hacer” sino que además debe sufrir los efectos del estigma social. En ese sentido, es un testimonio valioso para poner en perspectiva los avances y retrocesos en la materia, volver a dar la discusión sobre la desmanicomialización y reflexionar sobre cómo la historia y las sociedades han puesto a quienes se corren un poco de la “norma” en un lugar de desprotección descomunal.
Por lo demás, la serie es un combo de recursos estéticos e influencias evidentes del cine negro, de Hitchcock y sobre todo su obra maestra Vértigo, de la cual toma desde los virajes de color para mostrar el estado emocional de los personajes hasta el manejo de suspenso, pasando por la música y la ambientación. Tomas de drone, banda de sonido retro, flashforwards que no se termina de entender muy bien si pasarán o no y una enooorme cantidad de giros argumentales componen la serie que no ha gozado precisamente de una gran repercusión entre la crítica pero que es de esas que dan ganas de más, porque todos los capítulos pasa algo nuevo y distinto a lo anterior.
*La primera temporada completa de Ratched se puede ver en la plataforma Netflix