Un nuevo foco de incendio desatado en Córdoba, a 10 kilómetros de la capital provincial, dejó este lunes una imagen alarmante: las llamas, del tamaño de un poste de luz, rodearon una estación de servicio al pie de la autopista que conecta la capital cordobesa con la ciudad de Carlos Paz. “Sabemos perfectamente que fue intencional”, señaló María Mancuello, referente de la Coordinadora en Defensa del Bosque Nativo Punilla Sur, y advirtió que, con cada incendio, “el fuego está poniendo en riesgo la vida de cientos de personas”. Según el Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF) durante el martes hubo focos activos en La Paz, Villa de Soto, Alpa Corral y Santa María, mientras que en el resto del país se mantienen los incendios en Salta, Tucumán, Jujuy, Catamarca, La Rioja y San Luis.
El incendio, que comenzó el lunes y se extendió a lo largo de la ruta nacional 20, rodeó una estación de servicio y se acercó al predio de La Perla, ex Centro Clandestino de Detención, siguió latente durante el martes en “guardia de cenizas”, como se llama el estado de alerta por la posibilidad de que los focos vuelvan a encenderse. Sobre la ruta, el humo constante reducía la visibilidad, algo que se repite cada vez que aparece un nuevo incendio. “Estamos respirando cenizas hace un mes. Se siente en la piel, en el cuerpo, también se ve cómo afecta a los animales”, relató a Página/12 Cecilia Cargnelutti, brigadista de la localidad de Villa Giardino, en la localidad de Punilla, y señaló que “tenemos días con lluvia de cenizas y otros en que por el humo ni siquiera se llega a ver la montaña”.
El trabajo de los brigadistas, vecinos y vecinas que se organizan para apagar o colaborar en el combate contra los focos de incendio es clave en la batalla contra el fuego: “actuamos de forma colectiva y comunitaria, pero estamos agotados”, advirtió Cargnelutti, que este lunes monitoreó dos focos que aparecieron a los costados de la ruta nacional 38, cerca de Capilla del Monte, y explicó que “no es que si yo no veo humo por mi ventana sigo con mi vida, tenemos que estar en alerta todo el tiempo, pendientes incluso cuando dormimos porque en general aprovechan para encender el fuego durante la madrugada”. Cristobal Varela, brigadista de la localidad de San Esteban, falleció a fines de septiembre mientras ayudaba a los bomberos a combatir el fuego. Quienes tienen camioneta, por ejemplo, siempre andan con bidones cargados de agua, por si hubiera alguna urgencia. “No somos unos locos que nos gusta la aventura, estamos defendiendo nuestro territorio porque consideramos que nadie lo está haciendo”, explicó la brigadista y vecina de Villa Giardino, y agregó que, después de quemarse, “la tierra es como un cuerpo con una herida abierta. Las consecuencias son infinitas”.
Al agotamiento que sufren vecinos, brigadistas y ambientalistas que hace dos meses conviven con los incendios, se le suma la impotencia por no poder accionar: “Hoy la situación es peor que hace dos semanas porque hay focos en donde no dejan entrar a los vecinos brigadistas a apagar el fuego; directamente dejan que se queme”, advirtió Mónica Conesa, integrante de la Asamblea Ambiental de Cosquín y de la Regional del Valle de Punilla, y remarcó que los terrenos que se están quemando “son de valores incalculables” y que “en dos años van a ser barrios privados, como ya sucedió con las tierras que se quemaron en Falda del Carmen o en Copina”.
En una carta abierta, el biólogo y profesor de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Raúl Montenegro, afirmó que en la provincia quedan menos de 360 mil hectáreas de bosque nativo, de los 12 millones que había a principios del siglo pasado. Con más de 200 mil hectáreas arrasadas por el fuego, cinco focos activos en simultáneo y otros tantos en guardia de cenizas, asambleístas de la región afirman que “cada vez hay más incendios y menos recursos”, y advierten que “es dos veces más grave que el peor incendio que hubo en la zona”.
“Hace dos semanas el fuego rodeó otra estación de servicio, en este caso de gas, con instalaciones de riesgo. Ya no me sorprende nada”, señaló Mancuello, en referencia al foco de incendio que atacó al barrio San Miguel, en Carlos Paz, y explicó que “en el terreno que se prendió fuego ya estaba la intención de un proyecto inmobiliario para hacer una serie de más de 20 torres”. Según la asambleísta, las consecuencias del fuego no recaen únicamente sobre la diversidad de fauna, el bosque nativo y los ingresos de las familias que viven del trabajo en el monte, sino que además genera “un desastre ambiental con el que tenemos que convivir por años”.
Un ejemplo de este “desastre” es la desertificación del suelo, que al perder su “efecto esponja” da lugar a inundaciones en épocas de lluvia. “Donde hay incendios son zonas en las que no se puede construir porque están clasificadas como territorios amarillos o rojos, según la Ley de Bosques”, explicó Mancuello y remarcó que “una vez que no habilitan los desarrollos inmobiliarios, después casualmente esos lugares se incendian. Sabemos perfectamente que son intencionales”. Si bien existen normas para fomentar la protección y evitar la destrucción del bosque nativo --la Ley provincial 9814 de Córdoba y la Ley nacional 26.331--, en la Cámara de Diputados hay en debate un proyecto de ley para proteger los ecosistemas víctimas de los incendios y prohibir las modificaciones que impliquen cambios en la actividad agrícola, emprendimientos inmobiliarios o cualquier otro tipo de actividad que sea distinta al uso y destino que la superficie tenía al momento de iniciarse el fuego.
Informe: Lorena Bermejo