Escritor y profesor universitario en San Pablo, Ricardo Lísias generalmente logra que sus libros intervengan en el presente, que no se restrinjan a los “ámbitos literarios” y crucen las fronteras que se suelen establecer entre “ficción” y “realidad”. Así lo hizo en Divórcio (novela actualmente en proceso de traducción para su publicación en Argentina), donde una separación en clave de “auto-ficción” deviene en crítica a los mecanismos y funcionamiento de los grandes medios de comunicación. También en El libro de los mandarines –novela ya publicada aquí por Adriana Hidalgo–, una sátira al mundo empresarial “globalizado”. Y en A vista particular, donde cruza la existencia de las favelas con los proyectos del “mundo del arte” y la “estetización de la pobreza”. Agudo e incisivo, ocurrente, imaginativo, Lísias provoca discusiones y controversias, cuando no se las hacen otros a él: una serie de novelas policiales, del “delegado Tobías”, contienen “expedientes judiciales”; ante esto la Policía –la verdadera– le inició una causa, tomando esos “documentos” de la novela, de Facebook, para acusarlo… por “falsificación de documentos públicos”.
Ahora, tras la llegada al gobierno de Brasil de Jair Messias Bolsonaro, Lísias encara el debate, y combate: Diario de la catástrofe brasileña entra de lleno en la arena política y analiza, discute y polemiza el uso de “imágenes como herramientas del neofascismo en las elecciones de 2018”; una “despolitización” que deviene del “vaciamiento de las palabras”: una “imagen y breve leyenda” versus la lectura y la argumentación (¡y la paciencia!) para intentar establecer diálogos, intercambios y críticas. Por “higiene mental”, según declaró, el escritor se niega a escribir en su libro, de trescientas cincuenta páginas, el nombre del actual presidente, limitándose a indicarlo con dos corchetes vacíos: “[]”, y vislumbra continuidades entre el golpismo de 1964 y el avance actual de “comunidades religiosas moralistas”, quienes con grupos políticos ultraderechistas actúan en lo que llama “la principal arena política contemporánea: las redes sociales”. El Lava Jato como una serie de TV, con el juez Moro actuando cual superhéroe, como su públicamente admirado Batman –lo que llevó a Lísias a comparar y encontrar paralelismos entre el funcionario y el discurso y la ideología del hombre-murciélago en los comics–, las ofensivas sobre las universidades –ya que “de ahí sale buena parte del conocimiento liberador”–, la publicidad y las “formas” del arte como útiles para las campañas políticas, y hechos bien reales, como el asesinato de la concejala y activista Marielle Franco, aparecen en el día a día de un Brasil sumido, justamente, en la catástrofe. Alusiones sexuales, fake news, pulsión de muerte y propaganda masiva son, para Lísias, la preocupante y peligrosa avanzada de lo que llama en esta entrevista, una y otra vez, neofascismo; algo construido “a través de las manipulaciones del sentido común”.
Ricardo, fuiste publicando fragmentos del Diario en la web, dispuesto a recibir críticas y opiniones, para eventualmente reescribir o cambiar cosas. ¿Cómo se te ocurrió hacerlo así?
–El gobierno neofascista brasileño tiene un método de acción muy claro: para obtener lo que desea, no utiliza una línea recta. Él hace una afirmación, al día siguiente retrocede, después cambia de nuevo y finalmente confunde a todos. La oposición queda perdida pues no consigue entender siquiera con lo que está lidiando. Con eso el gobierno consigue desestabilizar todo y así derrumba cualquier respuesta. Nada le puede hacer frente pues ni siquiera hay claridad respecto a su rumbo. Claro que todo eso es una trampa. Bien hecha, por más que pueda ser percibida después de alguna investigación. Entonces, para intentar hacer frente a ese tipo de actitud, utilicé una forma que podría también ser mutable: yo redactaba dos o tres meses de análisis, con la forma de un diario, y conforme la situación cambiaba, yo cambiaba también mi texto. Con eso me pude movilizar contra el gobierno brasileño neofascista. Así, mis análisis circularon en primer lugar a través de ebooks, forma a la que me acostumbré. Ahora salió el primer volumen del libro impreso. En el libro impreso están los análisis ya definitivos, que considero que no perderán validez aunque el gobierno neofascista haga una vez más sus volteretas.
Además, hiciste lecturas públicas, donde te fue bien.
–Las presentaciones públicas ocurrieron en universidades, grupos de teatros y otros ambientes de enseñanza, investigación y difusión de la cultura. Fueron muy bien recibidas y enriquecieron mis análisis. El libro está circulando sumamente bien en el interior de las universidades. Además en este mes de octubre conversaré con estudiantes de posgrado que están leyendo mi libro. Ya está en varias bibliografías.
–El diagnóstico que hacés es grave: el fascismo gobierna Brasil, a lo que agregás algunas desmentidas, como que la cultura y/o la universidad es “toda de izquierda”. Para vos hubo falta o imposibilidad de diálogo y debate; ¿se puede resolver o revertir esto?
–El actual presidente brasileño, cuyo nombre me rehúso a repetir, lidera un movimiento neofascista, cuyos objetivos principales son tres: a) matar a una parte de la población: la comunidad vulnerable que incomoda a los conservadores; b) instaurar en Brasil una especie de gobierno cristiano-ultraconservador, en el que las costumbres estén todas pautadas por reglas cristianas de comportamiento, que son las más atrasadas que se puedan concebir; c) realizar reformas económicas que se orienten por un ultraliberalismo cuya intención principal es hacer a los ricos aún más ricos. El actual gobierno ama la muerte, existe para alabar la muerte y pretende promoverla de la forma más intensa posible. No sé exactamente qué hacer para revertir esta situación. Puedo decir que, de mi parte, estoy invirtiendo toda mi energía en la resistencia y jamás aceptaré que el neofascismo sea naturalizado. En mi opinión, necesitamos movilizarnos todos y unirnos para que el neofascismo sea lo más rápidamente posible apartado del poder. No es fácil pues tiene muchas instancias de apoyo. Lo ideal sería una movilización amplia de numerosos sectores de la sociedad que rechazan el neofascismo y toda esa política orientada para el norte. Lamentablemente, eso está muy lejos de suceder. El Brasil naturalizó el neofascismo y ahora vive esa desgracia como si fuese la cosa más natural del mundo.
Hablás de la manipulación al extremo de las imágenes por parte de la política neofascista. Esto simplifica los “mensajes” y empobrece la posibilidad de pensamiento, diálogo y discusión. ¿Cómo responder, con las mismas herramientas, o se debe seguir priorizando la palabra, la argumentación y las teorías críticas, además del arte?
–Una parte grande del trabajo político del gobierno brasileño es simplemente mentir. Hoy mismo vi la cantidad enorme de mentiras que él dijo sobre el presidente Alberto Fernández. No podemos obviamente usar la misma estrategia. De la misma manera, el culto a la violencia me parece muy dañino y no puede ser multiplicado. Esto es seguro, es necesario un poco más de energía en el combate al neofascismo. He visto muchos intelectuales y escritores aquí y allí manifestándose, pero es siempre de forma agridulce. Muchos escritores brasileños valoran enormemente su propia imagen y son muy bien educados. Con eso escriben textos que atraen justamente porque incomodan muy poco. Yo digo que sin una dosis muy grande de tensión queda todo neutralizado. Creo que hoy el arte más eficaz y efectivo es justamente el híbrido, aquel que no respeta fronteras y ninguna orden, que está “contaminado”, y que trabaja con géneros indefinidos. Tal vez eso consiga la resistencia necesaria al mismo tiempo que atraiga personas que por muchos motivos apoyaron al fascismo brasileño. En tanto, destaco que eso no está ocurriendo: estamos perdiendo feo, y el Brasil se vuelve cada día un país más y más conservador.
¿Qué repercusiones tuvo el libro hasta el momento?
–El libro está recibiendo amplia atención del público universitario. Son muchos cursos diferentes los que están adoptándolo para discutir fragmentos y cuestiones planteadas. En las redes sociales también hay bastante difusión, los lectores se entusiasman mucho y se refieren unos a otros. La prensa, por otro lado, recibió este trabajo con alguna frialdad, ya que el libro muestra el papel de esa misma prensa en el fortalecimiento del actual presidente, y también el hecho de que los escritores tradicionalmente en Brasil no hacen críticas a la prensa en sus trabajos, prefiriendo en general una relación más cómplice. Luego que el libro fuera lanzado, fui víctima de mucha agresión online, como suelen ser los ataques de la extrema derecha. Había mucha amenaza, linchamiento, persecución y cosas así. Hoy eso disminuyó un poco, pero no ha acabado completamente.
¿Estás trabajando en lo que es el “año 2”, al que debemos sumarle otra catástrofe, la pandemia mundial? ¿Cómo ves la situación de Brasil actualmente?
–El Brasil asistió prácticamente sin ninguna reacción al genocidio. Ese es el principal motivo del volumen II. En tanto yo respondo a esa cuestión, ¡me entero que llegamos a los 150000 muertos! Tenemos el segundo mayor número de muertos del mundo. Cuando la pandemia comenzó, el presidente brasileño fue informado por su entonces ministro de salud de la gravedad de la situación y lo que debería hacerse para que evitásemos tantas muertes. El presidente hace simétricamente lo contrario, lo que demuestra, por lo tanto, que él buscó esas muertes, las estimuló y saboteó todo tipo de lucha más consecuente. Él hizo eso porque su principal plataforma política es la pulsión de muerte. Como todo neofascista él adora la muerte y la violencia. En estos momentos, la prensa informa que los otros poderes de la república están “haciendo las paces” con el presidente. Eso quiere decir en realidad que están ayudándolo a naturalizar tantas muertes. Y muchos otros sectores de la sociedad ya comenzaron a reclamar por un retorno a la “normalidad”, o porque no aguantan más tantas rutinas equivocadas de parte del presidente, o, en fin, son cómplices del genocidio. La izquierda fue en parte aniquilada por la acción del ex juez y ex aliado del presidente Sergio Moro. Lo que quedó es una minoría que no consigue actuar y continúa con las viejas divisiones y conflictos de antes.
Junto a este, ¿tenés planes de nuevos libros?
–Estoy corrigiendo el volumen II de los diarios, que será publicado al inicio del año que viene. Pretendo seguir todo el gobierno neofascista. Además de eso, estoy corrigiendo un libro de poesía (mi primer libro en el género) que transcurre durante la pandemia y lidia con las cuestiones que ella creó. Se trata al mismo tiempo de un libro con fragmentos satíricos, cuando trato con los personajes del neofascismo brasileño, como el presidente y su familia, Sergio Moro y algunas otras figuras. Aún no sé con seguridad, pero diría que el libro aparecerá durante el año que viene. Me falta por otro lado pensar la forma de circulación, algo que siempre me importa mucho.
> FRAGMENTOS DE DIARIO DE LA CATÁSTROFE BRASILEÑA DE RICARDO LÍSIAS
1° de enero de 2020
El 18 de octubre de 2018, la periodista patricia Campos Mello denunció que la campaña de la extrema derecha a la Presidencia estaba haciendo propaganda masiva por WhatsApp, en general financiada por empresarios. Curioso, y ya desconfiado de la catástrofe electoral que ocurriría de allí a diez días, resolví mirar algunos grupos de seguidores en Facebook y en Twitter. Efectivamente, ellos replicaban en esos espacios el mismo material que intercambiaban por teléfono celular. Pasmado, me puse a archivar algunas imágenes.
A esa altura, yo estaba participando activamente de los innúmeros movimientos que intentaban evitar que el peor candidato de la historia electoral brasileña se transformara en nuestro presidente. Llegué a llevar torta y café a una plaza de Moema, invitando a los indecisos a conversar. Algunos conocidos estaban haciendo eso. En mi caso, sólo apareció un mendigo. Al tercer día, dos policías aceptaron un vasito descartable de café, y riendo, me dijeron que me dejara de tonterías.
Esperanzado, le di mucho crédito a la negación que dominaba los ambientes que frecuento. Semanas antes de la segunda vuelta electoral, un evento en una universidad en el interior de Rio Grande do Sul me impresionó. La ciudad era un reducto extremista. Si no me engaño, el ómnibus en el que el expresidente Lula circulaba había sido baleado en aquella región. En caso de que no haya sido, fue allí que un hombre montado a caballo chicoteó a un militante del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra. No dudo que las dos cosas hayan ocurrido en el mismo lugar.
Un profesor hizo una lectura brillante de mi trabajo ante un auditorio formado por estudiantes de maestría y doctorado en Ciencias Humanas. La conversación con ellos también fue muy buena. Antes de dejarme en el hotel, fuimos a tomar un café y el profesor me dijo que el peor candidato de la historia electoral brasileña jamás sería elegido. No da siquiera para imaginar semejante hecho así, concluyó.
2 de enero
Comencé este diario en la noche del 28 de octubre de 2018, el mismo en que 57 millones 796 mil y 986 brasileños hicieron lo inimaginable y depositaron en la urna el voto en un candidato que no tenía ningún programa de gobierno preparado, que había hecho declaraciones racistas, machistas y homofóbicas, elogiara abiertamente a los torturadores y a la dictadura militar y prometiera nombrar como ministro de Hacienda a un hombre con experiencia en el gobierno de Augusto Pinochet e ideas claras para estrangular la vida de la mayoría de la población. Hay que aclarar que hasta ahora el mito y sus ministros están cumpliendo, con notable competencia, todo lo que prometieron.
La policía, desde la elección, se volvió más violenta, casos de censura volvieron a las artes, el Brasil pasó a ser motivo de broma en el mundo, el desmonte alcanzó índices más que alarmantes (y por causa de él, el presidente brasileño, que recibió el voto de 57 millones, 796 mil y 986 electores, y después su ministro de Hacienda llamaron a la primera dama francesa de “fea”), centenares de agrotóxicos fueron liberados para el uso, la población es estimulada a no creer en datos científicos, la agresión a la prensa por parte del gobierno es común y la economía, basta con verlo, continúa en crisis. Hace algunos meses el mito canceló una reunión con el canciller francés para cortarse el pelo y después hizo circular en YouTube su orgullosa falta de modales. Una reforma previsional va a sacrificar aún más a las clases bajas de la población y el ministro de Educación agrede a los profesores constantemente, como hace su colega de Medio Ambiente con el propio medio ambiente. Sergio Moro quiere todavía más gente presa. Cuando yo estaba terminando la última revisión de este libro, investigando sobre una sospecha bastante evidente de corrupción, el presidente gritará a un periodista que le pida al padre el comprobante que debió haberle dado a su madre (o al revés), tras decirle a muchacho (o a otro que también quiso saber de movimientos extraños de un antiguo asesor) que tiene cara de homosexual. La violencia contra las comunidades vulnerables viene aumentando mucho. Ese es el resumen bastante desfasado de la barbaridad en la que nos metimos.
Mi primera intención con el Diario era analizar las imágenes de propaganda de la extrema derecha que, hasta hoy, continúo coleccionando. Luego, vi que ellas encajaban en un contexto mucho más amplio, cultivado hace años por movimientos que desdeñábamos, o ni siquiera percibíamos, a pesar de estar con toda claridad enfrente nuestro. No los imaginábamos. Miré hacia ellos teniendo como foco muchas veces la forma como los mirábamos. Pasamos bastante tiempo riéndonos de aquellos que están ahora destruyendo nuestra vida. Algunos días antes de la toma de posesión del peor candidato de la historia electoral brasileña, descubrí que necesitaba publicar mi reflexión.
3 de enero
Como ocurre con todos mis lectores, la política brasileña es una preocupación para mí. Estudios exhaustivos, por otro lado, siempre preferí los que lidiaban con la geopolítica internacional y con la historia contemporánea. En cuanto a los filósofos y cientistas políticos, los sigo por la prensa. Yo conocía pocos libros de esa área, como por ejemplo Os sentidos do lulismo y después O lulismo em crise, de André Singer.
Me impresioné con la cantidad colosal de equívocos que filósofos y cientistas políticos cometieron durante la campaña presidencial. Fueron muchos los que pasaron tiempo garantizándonos que el peor candidato de nuestra historia electoral jamás sería electo. Tengo la impresión, incluso, de que la profusión de análisis desastrosos que desparramaron ayudó bastante a crear el ambiente de negación que mencioné ayer.
La primera versión de Diario de la catástrofe brasileña fue publicada poco antes de la Navidad de 2018 en una plataforma de libros digitales ofrecida por Amazon. En aquel momento era la manera perfecta para mi objetivo. Una de las principales formas de participación en el debate público, y por lo tanto en el gobierno, de la extrema derecha, es la desinformación, la falta de sentido de las acciones, el va-o-no-va y el juego de puestas en escena y provocación públicas en las que sus miembros se empeñan hace décadas. El formato, por lo tanto, me debería permitir actualizar el contenido conforme el desgobierno alterase la ruta. Con eso yo no quedaría a contramano y mi propuesta no se diluiría en el caos al que el país se acostumbró.
Ricardo Lísias, Diário da catástrofe brasileira: ano I: o inimaginável foi electo (Rio de Janeiro, Record, 2020). Traducción: D.P.