El fantasma del ascenso suele ser el gran aliado de los bolivianos. Cuando juegan en la altura ya se sabe que levantan notablemente su nivel en la misma proporción que desciende el de los rivales. Los que entran a jugar en el estadio Hernando Siles están preparados para ver enfrente sábanas blancas envolviendo el cuerpo de tipos que no se cansan nunca, que le pegan a la pelota desde cualquier distancia y que están acostumbrados a moverse en los 3.600 metros de altura.
Los bolivianos, que saben qué es lo que pasa por las cabecitas de sus adversarios cuando empieza a rodar la pelota que no dobla hicieron “buuu, buuu”, empezaron a patear de lejos, tiraron centros al punto del penal y dieron la sensación de ser un equipo peligroso capaz de capitalizar las debilidades defensivas de los otros. En esta temporada de fantasma a favor de Bolivia que fue la primera mitad del período inicial, los asustados Scaloni boys cometieron muchos errores conceptuales (salida en falso de Armani, descuidos de los centrales, como en el gol, pases incorrectos en el medio) e hicieron que revolotearan los fantasmas del 6 a 1 del equipo de Maradona en las eliminatorias para Sudáfrica.
Pero todo eso no duró mucho. Después del 1 a 0 Argentina tuvo que salir y de a poco se empezó a dar cuenta que el más fantasma de todos era el equipo boliviano. Se equivocan en los pases, fallan en los relevos, pierden pelotas fáciles en el mano a mano, marcan mal y no le pegan bien a la pelota; todos sus remates al arco se fueron por encima del travesaño como si desconocieran las leyes de la física en ese lugar y se fueron esfumando minuto a minuto. A tal punto se espantaron solos los fantasmas que en todo el segundo tiempo Armani casi no tocó la pelota.
Uno de los mayores desaciertos de los locales se dio en el primer gol argentino. Es verdad que hay algo de mérito de Lautaro Martínez, que es goleador de raza y puso bien la pierna previendo un posible rebote, pero lo que hizo el defensor rechazando con violencia con el hombre encima, pudiendo mandar la pelota al córner ocupa el escalón más alto del podio de burradas.
La preparación psicológica es fundamental cuando uno tiene la obligación de sacarse de encima a ciertos fantasmas. Scaloni había dicho que la selección de Bolivia es la mejor del mundo en la altura y eso, más todo lo que siempre se habla en la previa, debe haber influido para que los jugadores argentinos salieran apichonados, regulando las energías, aguantando los trapos más cerca del arco propio que el de enfrente. Pero cuando vieron que los de las sabanas blancas se enredaban en ellas y dejaban enormes espacios libres, se dieron cuenta que el empate ya estaba en el bolsillo y que apurando un poco la cosa podía llegar el gol de la victoria. Que llegó casi casi por inercia.
Tan fantasmal fue todo lo de Bolivia que por los altavoces del estadio se escuchaban cantos de hinchas argentinos, como para el marco acompañara lo que inevitablemente se tenía que dar en el campo de juego. Argentina ganó bien, merecidamente, salieron bien los cambios y la cosecha de puntos es ideal, pero el equipo está lejos.