Lo que podría parecer una conferencia, una disertación sobre la vejez en todas sus variantes, se detiene en un diseño performático que se pregunta por el nombre. Nominar implica una relación de poder, ya lo dijo Michel Foucault y la primera afrenta con la que deben lidiar las personas mayores tiene que ver con la manera de ser definidas. Hay allí un conflicto, descubren Sofía Medici y Luz Algranti. En la afirmación equívoca de tercera edad, en la generalidad de adultxs mayores o en el recurso invasivo con el que la palabra abuelx intenta ser un gesto cariñoso que se traduce en violencia, en la configuración automática de un vínculo inexistente entre quien enuncia y quien es invocadx, se produce un ultraje al que responde Graciela Taquini al crear su intervención Abuela de la Nada. Y es bello señalar el espíritu rockero, esa algarabía de quien se revela. Una mujer que no soporta que le arrebaten el modo de ser y estar en el mundo.
Así se presenta el primer capítulo de Generación Supernova, un ensayo performático que une distintos registros. La aparición de las dos creadoras de este dispositivo (Medici y Algranti) que describen el itinerario de los intereses y preguntas que las llevaron a descubrir a un grupo de personas que intenta fundar una nueva idea de vejez, sirve para eludir el miedo al pronunciar esa palabra que puede ser tan sincera como vigorosa. Allí, algunas personas van a desestimar la copia o asimilación a una apariencia joven y otras van a reconvertir el deseo. La urgencia de pensar esta etapa de la vida se volvió más imperiosa con la aparición de coronavirus. Esther Díaz, la protagonista del capítulo dos de esta serie, señaló en las páginas de este suplemento que aquello que asumía la forma de cuidado tenía mucho de maltrato y ostracismo.
Entre lo visual y la palabra, entre las fotos y los objetos donde la consigna de Abuelas de la nada recrea el manifiesto como una categoría que dialoga con esta época en su inmediatez y en su llamado a la acción, hay algo que renueva la aparición publica de las personas mayores, su modo de estar sin quedar atrapadas en las palabras de lxs otrxs.
El rol de Medici y Algranti es el de crear las condiciones para el despliegue que realizan las verdaderas protagonistas, mujeres mayores que no quieren limitarse a la queja sino que hacen de la discusión una forma estética, un pensamiento que exponen de maneras variadas sin ocultar el placer de decir, de mostrarse para redefinirse. En este sentido Generación Supernova recupera la felicidad de la protesta devenida en invención. La referencia a las supernovas tiene que ver con la particularidad de ciertas estrellas que antes de morir le regalan al universo una explosión majestuosa que a su vez, es rica en átomos, en partículas diversas que serán el alimento de nuevas estrellas. Si Medici y Algranti hacen de esta experiencia un laboratorio para construir su propio futuro, el de una vejez emancipada de las fórmulas y los hábitos que se supone, deberían prevalecer en ese momento de la vida, toda la secuencia asume la euforia de un programa de televisión, género sobre el que también se realiza una suerte de invasión para invertir su sentido.
La aparición del gerontólogo Gabriel Katz y el final donde un conductor alegre y desenvuelto nos invita a participar de un concurso para ganar el merchandising de Abuela de la Nada, implica y estimula un dispositivo pedagógico, una discursividad para admitir la cantidad de información que se elude al momento de hablar de vejez. La incomodidad deviene en diversión, en una disidencia que se afirma en la necesidad de permitirse imaginar una instancia nueva, la conquista de la vejez como un capítulo a escribir sin manuales previos.
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