Desde hace un tiempo se viene planteando un lugar común: la supuesta inviabilidad de la provincia de Buenos Aires. Ya no se discuten causas y consecuencias; aquel concepto se toma con categoría de verdad y las propuestas de división aparecen como la solución.
Antes que pensar en esa salida es prioritario resolver inequidades económicas e institucionales previas que explican por qué la provincia se encuentra en una situación desventajosa. No es necesario plantear una división, sino comenzar una serie de reflexiones para que los propios bonaerenses tomen decisiones sobre sus instituciones. Si no lo hacen ellos, les será impuesto el “sentido común” de la “inviabilidad” y, seguramente, será en su perjuicio.
Las propuestas de división, en general, se enmarcan en una serie de datos parciales tomados de manera inconexa y con cierto sesgo clasista.
Las primeras aproximaciones al tema se basan en una mística refutable: el Conurbano superpoblado es sostenido por el interior productivo. Los informes el Ministerio de Economía provincial entre 2003 y 2017 dicen lo contrario. El Producto Bruto Geográfico del Conurbano Norte, el Sur y el Oeste suman el 69%.
Es decir, el Conurbano se sustenta solo y la provincia interior sola no se podría sostener, o bien estaría reducida a una mínima expresión. Las dos regiones con menor gravitación en el PBG son las del Noroeste y la Cuenca del Salado, que están por encima de la media, ocupando, sin embargo, un lugar menor en el concierto general. Esos registros marcan que la industria manufacturera tiene una incidencia del 30,1 % en la Provincia; mientras que la agricultura y ganadería, por un lado, y el comercio, por el otro, un 9,1 % cada una.
Dos aspectos son fundamentales para discutir causas de la supuesta “inviabilidad”. El primero vinculado a la provincia que, como parte de una federación, debe demandar: recuperar aquellos puntos perdidos de coparticipación federal en 1987 y enmendar la “Ley Bignone” en cuanto a la subrepresentación política en la Cámara de Diputados, que asigna bancas con el Censo ‘80.
El otro aspecto es una reforma a la Constitución en aquellos temas fosilizados: revisar el régimen municipal y su coparticipación, el bicameralismo, la cuestión electoral (secciones, sistema electoral, Junta Electoral, simultaneidad). La subrepresentación que se plantea respecto a la Nación se incumple a nivel local. La 4ta. Sección Electoral, con 14 diputados, representa a 520.000 electores, mientras que la 3ra. Sección Electoral, con 18 diputados, lo hace a 4.500.000. La proporción del artículo 60 de la Constitución Provincial se viola flagrantemente.
Las soluciones brindadas pasaron por la regionalización. En 2011, la gestión Scioli planteó el proyecto que partía de un diagnóstico preciso. Sin embargo, con la creación de burocracias intermedias a nivel regional y un discutible diseño de regiones no se logró el consenso.
La división no es la solución. No es trazar líneas tomando una escuadra, un compás y un transportador y dividir el mapa provincial. Hay muchas dimensiones a considerar. La Provincia tiene su identidad con el Conurbano, la cuenca del Salado, el área marítima, la zona costera del Paraná o el interior que aportan al todo. Dividirla no necesariamente resuelva los problemas, a lo mejor se terminan fragmentándolos.
Fraccionar o regionalizar la provincia requiere de un análisis académico profundo. En este punto, las universidades nacionales con sede en la provincia de Buenos Aires tienen mucho para aportar al debate.