Los análisis y estudios sobre el peronismo son un fenómeno académico que no ha disminuido a través del tiempo. Generan obsesión en investigadores locales y extranjeros que se nutren de una vasta tradición de fuentes orales y documentos de época. El 17 de octubre es la zona cero donde confluye un sinfín de estudios colaborativos y trabajos interdisciplinarios que enriquecen la comprensión de los acontecimientos.
Muchas de las interpretaciones académicas se han centrado en el instrumentalismo teórico que permite ver en el apoyo obrero a Juan Domingo Perón, el resultado de una participación política que tenía por objetivo llevar al poder un proyecto reformista que les permitiera mejoras concretas de sus condiciones de trabajo. Sin embargo, la movilización obrera y las manifestaciones de la jornada del 17 de octubre de 1945 exceden esta interpretación y requieren una comprensión más sutil de los hechos.
Por este motivo, el Suplemento Universidad reunió a Esteban Pontoriero, doctor en Historia; a María Sofía Vassallo, doctora en Ciencias Sociales y magister en Análisis del Discurso; a Carolina Barry, doctora en Ciencia Política, y a Juan Ezequiel Rogna, doctor en Letras, para profundizar sobre la interna militar detrás de las movilizaciones; la estrategia discursiva de Perón en la Plaza de Mayo; el rol de Eva y las mujeres obreras, y la interpretación literaria de los acontecimientos.
Esteban Pontoriero
LA INTERNA MILITAR
El año 45 se caracterizó por una incesante disputa interna dentro de las Fuerzas Armadas. En su meteórico ascenso dentro de la estructura de poder del gobierno de la “Revolución de Junio”, Perón se había encontrado con recelos y críticas que veían en su estilo, su práctica e incluso su vida personal el motivo de una degradación del cuerpo militar.
La utilización política que Perón daba a sus iniciativas desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, sumado al desgaste de su figura dentro del gobierno militar, permitían inferir que el rédito de su accionar tenía como principal objetivo el beneficio personal. A su vez, se destacaba negativamente su transgresora relación con la joven actriz Eva Duarte, elemento no menor a la hora de pensar los motivos del desgaste de Perón dentro de la sociabilidad militar.
Cabe preguntarse entonces por el rol que cumplió dentro de la institución militar. Esteban Pontoriero remarca que “con el desplazamiento de Ramírez y el pase de Farrell a la presidencia en 1944, Perón fue como vicepresidente y ascendió de secretario a ministro de Guerra, puesto importante porque es el que decidía en el Ejército los pases a retiro y los destinos, con o sin mando de tropa. Tenía un rol central en la formación del cuerpo de oficiales”.
La figura de Perón reunía un peso político, institucional y militar de importancia para la época, a estas cualidades se le sumaba su acercamiento a los trabajadores a través de la figura de Domingo Mercante. Coronel amigo e hijo de un obrero ferroviario, fue él quien lo ayudó a establecer contactos dentro del mundo sindical y quien tendría un rol de peso durante la jornada del 17 de octubre.
Pero no nos apresuremos, el 9 de octubre Perón es obligado a renunciar a sus cargos dentro del gobierno y un día después, luego de reunirse con un grupo de sindicalistas, se decide a realizar un acto para anunciar su renuncia. La movilización súbita contó con más de 70.000 trabajadores que se agolparon en la calle Perú donde se encontraban las oficinas de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Desde allí, y aprovechando el sistema de radiotransmisión publica, Perón le hablaría al pueblo trabajador para dar su balance de gestión. Cerraría su discurso llamando a la unidad y a la defensa de las conquistas realizadas desde la Secretaría.
Perón sería apresado el 12 de octubre y enviado a la Isla Martín García. En contraposición con el declive de su figura política, el general Eduardo Ávalos, jefe de Campo de Mayo, se constituía en el nuevo sostén del gobierno de Farrell. La dinámica de los acontecimientos se aceleran y tres elementos comienzan a desarrollarse en simultaneo: las negociaciones entre el gobierno y la Corte Suprema de Justicia para pactar una salida democrática del régimen; la presión popular de las bases obreras para llamar a un paro general en descontento por el encarcelamiento de Perón y su traslado de la isla Martín García al Hospital Militar. Esos días son cruciales y los acontecimientos se deciden en la sede de la CGT. El 16 de octubre y ante la agitación en fábricas y barrios obreros, los dirigentes sindicales declaran la huelga general para el 18. Pero el pueblo se adelanta a los acontecimientos y en la mañana del miércoles 17 de octubre, columnas de trabajadores comienzan a agruparse en diversas plazas de los principales centros urbanos. El epicentro será la Plaza de Mayo y el insospechado actor de reparto, Eduardo Ávalos.
Conforme el tiempo pasa, las columnas de trabajadores comienzan a agolparse en la plaza. Los oficiales de Campo de Mayo le piden autorización a Ávalos para avanzar sobre la ciudad y reprimir. El general duda. Esteban Pontoriero, que es investigador del CONICET, aclara esa indecisión: “Cuando se produjo el golpe de 1943, la columna de Arturo Rawson, que fue desde Campo de Mayo hasta la Casa Rosada para destituir a Castillo, fue tiroteada por otro grupo de militares en el camino. Ávalos estaba en el otro bando en ese enfrentamiento. Se tirotearon por una confusión, porque el golpe se decidió en Campo de Mayo y no todas las unidades estaban enteradas: en el tiroteo murieron soldados de ambos lados. Ávalos quedó impresionado por ese hecho y por eso habría decidido no reprimir”.
La pasividad policial en los accesos a la capital dinamizó la jornada. “Inicialmente era un grupo de gente que curioseaba, no estaba claro el motivo de su presencia y no era mucha en principio. Recién avanzado el día empiezan a aparecer columnas que convergieron en la plaza pidiendo la liberación de Perón: fue todo paulatino. Cuando quedó claro que se trataba de un mitin o manifestación colectiva con fines políticos para la liberación de Perón, había una cantidad tan grande, que era imposible de desalojar violentamente porque eso hubiera producido una masacre y Ávalos no estaba dispuesto a eso”, puntualiza el docente de las universidades nacionales de Tres de Febrero (UNTREF) y de San Martín (UNSAM).
María Sofía Vassallo
LA VOZ DE PERÓN
El afluente de columnas se intensificó en horas de la tarde. Los trabajadores se adueñaron de la Plaza de Mayo y de muchos otros centros urbanos a lo largo y ancho de todo el país para pedir por la liberación de Perón. Renuente a ejercer una represión que hubiera terminado en un baño de sangre, Ávalos convoca a Mercante en horas de la tarde y le encomienda salir al balcón de la Casa Rosada y pedirle a la multitud que se desconcentre. Rápido de reflejos, la mano derecha de Perón inicia su alocución ante el público reunido citando los deseos de Ávalos. La silbatina es ensordecedora y Mercante sabe que ganó tiempo. El propio jefe de Campo de Mayo intentó decir unas palabras desde el balcón, pero el descontento era generalizado.
El traslado de Perón al balcón de la Casa Rosada ocurrió a las once de la noche. Cuando se asomó al balcón, la algarabía fue total; en ese momento, el locutor invitó al público a cantar el Himno. Como el propio Perón reconocería tiempo más tarde ante Félix Luna, fue un intento para ordenar un poco las ideas.
La reaparición de Perón ante la multitud de trabajadores configura y solidifica el vínculo con el pueblo; sin embargo, Sofía Vassallo destaca elementos que se alejan del verticalismo con el que se suele caracterizar esta clase de discursos: “Perón es quien tiene la palabra y monopoliza el turno; pero también la multitud se hace escuchar. Esta interacción tiene características asamblearias. El público participa activamente del diálogo. La multitud interrumpe constantemente el discurso de Perón, con cánticos y gritos colectivos o con gritos dispersos. En algunos momentos, lo obligan al propio Perón a pelear por el turno, le imponen temas”.
Es así como los trabajadores se involucran en la vida política de forma masiva. Lo hacen a través de consignas y canticos que prefiguran al peronismo como movimiento. Como afirma Vassallo, “la movilización popular por la liberación de Perón crea comunidad e inaugura un ritual, al estar juntos con otros, con-juntos, por un compromiso común con un tercero, a través del cual se produce el encuentro colectivo, la constitución de un ser-en-común, capaz de decir ‘nosotros aquí estamos’”.
En esa plaza se inaugura una politización masiva de la sociedad, un tipo de contacto con la figura del líder político que perdura hasta nuestros tiempos. Ese discurso no es el primero brindado por Perón hacia los trabajadores, pero es el inicio de una forma de comunicación que el peronismo desarrollará como vínculo entre el líder y el pueblo obrero.
“La noche del 17 de octubre de 1945 Perón define y se pronuncia sobre cuestiones fundamentales: escenifica su tránsito de militar a civil, proclama la hermandad entre el pueblo, el ejército y la policía, reformula el concepto de Patria, identifica en esta movilización popular “el renacimiento de una conciencia de los trabajadores” y la ubica en la tradición histórica del Cabildo Abierto, advierte acerca de la necesidad de la unidad de los trabajadores como condición fundamental para la unidad nacional y precisa como objetivo fundamental de su acción política la felicidad del pueblo”, reflexiona, la investigadora del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) y del Instituto de Investigaciones y Documentación Histórica del Peronismo de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM).
Carolina Barry
EVA Y LAS MUJERES
En su departamento de la calle Posadas, Eva Duarte escucha las palabras de Perón a través de la radio. Unas horas después ambos se encontrarán en ese mismo departamento y se casarán una semana más tarde. Sobre el papel de Eva durante el 17 de octubre se escribió bastante. Dependiendo el posicionamiento político, el sesgo ideológico o la fuente a consultar, se la puede encontrar organizando maquiavélicamente los pasos a seguir para la liberación del líder cautivo, arengando a las masas o hasta dirigiendo los lineamientos de la CGT para llamar al paro general.
Sin embargo, Carolina Barry señala que “ella en ningún momento se posiciona en un papel de preponderancia” y agrega: “En los documentos ella habla más de sus sentimientos, de su dolor, de la pena que sentía, del llanto que le generaba la situación de injusticia. Con posterioridad, en una de sus clases en la Escuela Superior Peronista dice claramente que ni ella, ni la CGT liberaron a Perón, sino que fueron los sindicatos, los obreros y el pueblo en las calles”.
Debemos recordar que Eva aún no es Evita y que los hechos de la semana que culmina con la movilización del 17 habían resultado bastante traumáticos para ella. Luego de la renuncia de Perón a sus cargos, Eva perdió su trabajo como propagandista de la Revolución de Junio que desempeñaba en Radio Belgrano y luego del traslado de Perón a la isla Martín García el contacto con su pareja se vuelve aún más impreciso. De este momento se conservan las cartas entre ambos que demuestran lo frágil y desesperante que era la situación. Se vuelca a pedir ayuda a los amigos de Perón que conocía; contacta a Mercante, habla con Bramuglia para pedirle que hiciera un habeas corpus, demanda que el abogado socialista desestima e iniciaría una enemistad entre ambos que se prolongó en el tiempo.
Pero Eva no es la única mujer involucrada en los acontecimientos, miles de activistas se movilizan a la Plaza de Mayo interpeladas por el líder cautivo. Barry destaca esos vínculos: “Perón crea el Departamento de Asistencia y Trabajo de la mujer como un organismo dependiente de la Secretaría de Trabajo y Previsión en 1944. Ese organismo va a estar presidido por Lucila Gregorio Lavié, mujer muy vinculada a sectores del feminismo que acompañaron a Perón”.
Si bien las fotos dan cuenta de una mayoría de hombres en la plaza, el aporte de las mujeres en la movilización también fue significativo. Los testimonios de mujeres que acompañaron a sus padres y esposos en la caminata hacia la plaza se enlazan con una experiencia de organización política más significativa. La coordinadora académica del Programa de Estudios de Historia del Peronismo de la UNTREF e investigadora del Centro de Estudios de Historia Política de la UNSAM así las caracteriza: “Ya desde fines de 1944 empezaron a existir los centros cívicos femeninos. Estos centros van a estar relacionados con distintas líneas internas de fuerzas políticas que luego van a apoyar la candidatura de Perón. Estos centros movilizan el 17 de octubre y son específicamente de mujeres”. Actrices emergentes de la movilización, las mujeres también encontraron representación política en la movilización que pedía la liberación de Perón como líder político.
Ezequiel Rogna
ALPARGATAS SÍ, LIBROS TAMBIÉN
La manifestación quedó grabada a fuego en sus protagonistas, pero la resonancia de aquel miércoles que pasaría a la historia también se transformó en un fecundo campo dentro de la narrativa nacional. Desde las crónicas periodísticas, hasta el abordaje literario que se le dio a la movilización de los trabajadores, el 17 de octubre resultó una ruptura que se trasladó al ámbito de las letras. Ezequiel Rogna explica esta división: “Por un lado, para las élites liberales constituyó una invasión de los sujetos bárbaros al corazón de la polis oligárquica. Por otra parte, el 17 de octubre fue representado, parafraseando a Raúl Scalabrini Ortiz, como la manifestación del ‘subsuelo de la patria sublevado’, es decir, como una jornada signada por la épica colectiva de una muchedumbre que portaba reivindicaciones ancestrales y se mancomunaba en un solo grito. Consecuentemente, el sentimiento expresado en estas obras no es el de invasión sino el de mancomunión y autorreconocimiento frente a esa otredad popular”.
Es en esta fragmentación de las formas de representar el hecho popular que se distinguen dos trazos narrativos distintos. No sorprende ver a escritores como Borges, Bioy Casares, Martínez Estrada o Cortazar dentro del primer grupo caracterizado por Rogna y a Scalabrini Ortiz, Marechal, Olivari o Granata dentro del segundo. Sin embargo, las diferencias no terminaban en la forma narrativa, también cabría realizar una segunda distinción que el becario posdoctoral del CONICET señala con claridad: “Mientras los autores que lo configuraron desde la sensación de invasión recurrieron fundamentalmente a la narrativa; la poesía (o prosa poética) aparece como el género más visitado por aquellos autores que lo configuraron partiendo de una perspectiva empática. Esto quizás se deba a que la autorreferencialidad y el tono íntimo y a la vez épico encuentran en la lírica su espacio más propicio”
El 17 de octubre se inscribe entonces en una tradición literaria que excede por mucho el hecho convocante. Modificó las perspectivas desde las cuales se abordaron las narrativas de los sujetos populares pero también evidenció una transformación para aquellos escritores que buscaron inscribir su prosa junto con la vertiente del siglo XIX, el profesor de Literatura Argentina II y docente invitado en el Seminario del Cono Sur en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) así lo remarca: “En efecto, al no poder configurar como sus antecesores (Echeverría, Sarmiento) la imagen de un desierto a conquistar, quienes por entonces veían amenazadas sus posiciones de privilegio recurrieron a la pesadilla, a la fiesta y a lo monstruoso” para narrar ese periodo.
A 75 años del acontecimiento popular más significativo del siglo XX argentino, el 17 de octubre sigue vigente en la tradición movimientista del peronismo y en la historia del movimiento obrero. Ha sido trabajado por la academia en todas sus ramas y vertientes y sigue siendo pensado en arengas y panfletos. Su carácter masivo y popular lo emparenta con el carnaval, aquel que visto a través de los ojos del distanciamiento social se nos aparece como mítico e imposible.