El icónico vestido amarillo de La bella y la bestia que encandilara en versión animada y -más recientemente- en modo live action, ha devenido pieza criticable para ojos expertos que la tachan de infame por no ajustarse a los cánones del 1740, salvo quizás... ¿por el largo? De haberlo hecho, habría necesitado un gran panier, que daba flor de anchura pero solo a los costados; un corsé suave, o stays; sedas más sustanciosas como el tafetán o el brocado con intrincados bordados tejidos a mano. La serie de tevé Outlander y sus trajes del XVIII tampoco han dado en el clavo, cortadas desatendiendo formas específicas que daban postura típica en aquellos años: las mangas, por caso, se colocaban hacia atrás, tirando ligeramente los hombros, abriendo el pecho. Puede que Mel Gibson ganara un Oscar por dirigir Corazón valiente allá en el ’95, pero sin duda incurrió en errores al dar el ok para la pilcha: la mayoría de los looks de la cinta, que transcurre en el siglo XIII, solo verían la luz… medio milenio más tarde.
Son estos apenas algunos ejemplos de cómo la fidelidad histórica en películas y programas de época pareciera ser un objetivo esquivo en demasiadas ocasiones. Un tema que desvela a la youtuber Bernadette Banner, que ha dedicado algún que otro vlog a señalar las citadas y otras equivocaciones a su casi millón de suscriptores. Le chirría en particular un recurrido argumento: la presunta necesidad de apelar a una estética más moderna para atraer espectadores. “¡No se les da ni siquiera la posibilidad de apreciar otras formas de belleza!”, se indigna quien tiene cruzada adicional contra la forma en que peinados contemporáneos -las largas melenas onduladas- lo han invadido todo. “¿Por qué no dejar ver, por ejemplo, cuán demenciales y excesivos eran los tocados del 1830?”, pregunta la chica, en sus vids, donde no desdeña la ironía.
Formada en la Tisch School of the Arts, de Nueva York, y en la School of Historical Dress, de Londres, Bernadette sabe de cabo a rabo cómo han ido mutando costuras, siluetas, patrones. A punto tal que, cuando una revista anglo quiere verificar si el guardarropas de Mary Poppins responde a su tiempo, le pega un llamadito. O si la BBC necesita una opinión calificada sobre los peligros de la moda rápida, una de las industrias más contaminantes del planeta, apelan al parecer de esta muchacha estadounidense. Después de todo, además de analizar, Bernadette confecciona prendas “a mano o usando maquinaria auténtica, del período apropiado” con claras intenciones: “Descubrir cómo podemos implementar prácticas históricas en el siglo XXI para vivir en forma más sustentable”. Emular cuidados de antaño, presume esta expresa fan de la historiadora y modista Janet Arnold, reduciría el costo ambiental y humano de una industria que aún bebe de lo desechable. Además de permitirnos entender un cachito más, claro, acerca del pasado. “Lo que parece extraño, casi mitológico para la mirada actual no son las batallas épicas: es cómo la gente vivía el día a día”, opina Banner, cuya especialidad es la ropa “del siglo X hasta la Primera Guerra Mundial, cuando se comienza a popularizar la máquina de coser eléctrica”.
La historiadora de indumentaria de 25, referente en la materia, cambió a tono benevolente en su más reciente clip acerca -precisamente- de las veces que no se ha metido la pata en cine y televisión al diseñar los trajes que visten actrices y actores. De hecho, nomás ver la secuencia de apertura de Gentleman Jack -serie de HBO que adapta los cifrados diarios de Anne Lister, viajera y terrateniente que vivió su lesbianismo libremente a comienzos del siglo XIX-, desfallece de emoción Banner: son los ojales en la pilcha de la protagonista los que le dan un shock de alegría, de tan bien confeccionados conforme la moda y la técnica de la época. Ídem respecto de las mangas infladas en vestidos femeninos, típicas de aquel entonces. Esta vez, la experta demuestra cuán bien hicieron la tarea los creadores de la tira al momento de situar el relato, vía ropajes, en tiempo y espacio. De cerca le pisaría los talones Harriet, film sobre la descollante abolicionista afro Harriet Tubman del siglo XIX, comienzos del XX. Aquí destaca muy especialmente Banner cómo las faldas -más y menos abultadas según las capas y capas de enaguas, que más tarde darían paso a la creación de la crinolina- son marca de estatus.
Que a BB se le caigan las medias con cada pequeño detalle de Emma, adaptación de la debutante directora Autumn de Wilde, con la multipremiada Alexandra Byrne timoneado al equipo vestuarista, no sorprenderá a quien haya visto esta joyita: desde los detalles en bordado hasta las medias, ¡o la ausencia de bombacha!, hacen las delicias de la especialista. Que continúa su aprobación, chocha de la vida, cuando se presta atención a la silueta, las proporciones, el calce. Asimismo, a las terminaciones a mano, el trabajo con botones, las raras técnicas de ornamentación que, aunque sutiles, “sirven a la historia, al personaje y resultan cruciales para contar un relato de época”.
Su canal, en general, no tiene desperdicio para quienes gusten conocer detallitos fashionistas según los distintos períodos. Lo encantador de la calificada señorita es que, lejos de quedarse en los libros de texto, se zambulle en el modo experimental, aplicado: entre patrones y conjeturas documentadas, se pone en la piel de -por ejemplo- una costurera medieval para confeccionar una prenda a la vieja usanza. Sus tutoriales son la mar de simpáticos, además de decididamente prácticos para quienes dominan el arte del hilo y la aguja, y quieren -como ella- hacerse un vestidito de princesa del siglo XV, un faldón para caminar de la era eduardiana, un petticoat de la Regencia, prendas interiores -“combinaciones”- de los tiempos victorianos, el gorro de cazador de Sherlock, una camisa de pirata…