La decisión del presidente Alberto Fernández de aceptar la invitación al Coloquio de IDEA no sólo quiebra una línea de faltazos históricos del peronismo al convite, sino que además muestra cierta habilidad para entender que, en política, siempre es mejor jugar en todas las canchas. Como organización empresaria, IDEA tuvo una mutación al macrismo notoria y no disimulada, que puso al evento en el rol de plataforma de aval y campaña del partido de Mauricio Macri. En ese terreno jugó el presidente y hará lo propio, el próximo viernes, el ministro de Economía, Martín Guzmán.
Desde el 2015 a esta parte, también alimentado por el ninguneo del kirchnerismo al Coloquio, no sólo fue IDEA una tribuna franca de militancia PRO, sino que además acentuó un problema serio: ante estas posiciones políticas tan marcadas, los dueños, los que pagan salarios y representan el poder real en la Argentina, se corrieron del evento que suele llevarse a cabo en el Hotel Sheraton de Mar del Plata. Así, se configuró una tierra de gerentes, más que nada de multinacionales de servicios que, en general, tienen un discurso bien distinto al de los patrones.
Alguna vez, la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner quiso reactivar sus nexos empresarios y dejó una frase: “quiero hablar con los titulares”, disparó. De un tiempo a esta parte, y salvando casos muy aislados, juegan allí buenos suplentes, pero suplentes al fin. Una de esas excepciones, un debate entre Paolo Rocca, pope de Techint, y Marcos Galperín, el dueño de Mercado Libre. Lo más elevado de los últimos cinco coloquios.
En cuanto a la política, el último peronista que asistió al Coloquio fue el entonces ministro Roberto Lavagna, pero ya en su momento de claro enfrentamiento con Néstor Kirchner y un tiempo antes de salir del gobierno. Luego, estuvo cerca de participar Martín Insaurralde, en las legislativas en las que cayó derrotado por Sergio Massa, hoy ambos dentro del Frente de Todos. Naturalmente, también espanta el clima ultra militante. Un caso, en la última edición con presencia física, la del 2019, la titular de LATAM y directiva de IDEA, Rosario Altgelt, entrevistó a la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, con tal tono militante que hubo cuestionamientos de los propios socios.
En IDEA, Vidal fue, incluso, más mimada que Macri, quien en ese mismo Coloquio pegó el faltazo aduciendo su tour federal para dar vuelta la elección, y recibió un gesto inédito: durante el cierre que protagonizó por videoconferencia, el salón quedó a la mitad de su capacidad.
Muro de los lamentos
En este último Coloquio virtual hubo un hecho que expone lo antes relatado. Esa tribuna dispuesta a jugar un rol político fuerte, casi ideológico, que incluso se corre del respeto a las investiduras, lejos de aquella amabilidad con Cambiemos. Mientras exponía Fernández, se dispuso un muro para comentarios de los empresarios en vivo.
Los cruces al presidente son el reflejo de la situación. Cuadros de bajo vuelo que confrontan con críticas virtuales. Esa misma lógica es la que alejó de IDEA a los dueños. Del total de mensajes, la mayoría son impublicables por el nivel de virulencia. Y algunos, como el sindicalista judicial, Julio Piumato, parecieron no saber que ese muro era público, a la luz de las críticas expuestas.
En IDEA, los que mueven los hilos económicos y hacen política están lejos. Es clásica la crítica al Coloquio de los dirigentes de la Unión Industrial (UIA), al igual que algunos de los popes que conviven en la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Naturalmente, este escenario fue, es y será hostil para el Frente de Todos, cualquiera sea la política que implemente. Si el Círculo Rojo fuera mensurable en relación a variables políticas, debería decirse que, hoy, IDEA sigue siendo un polo corporativo más afín y militante de Cambiemos que uno crítico del gobierno de turno.