“Hasta que valga la pena vivir”, “Nos deben una vida”, decían los carteles y grafittis hace un año, cuando comenzaba el estallido en Chile contra el recetario neoliberal de los últimos 30 años. A los pocos días se levantaba Ecuador, contra los aumentos de precio de los combustibles y el programa de ajuste del FMI. Al mismo tiempo en Bolivia una derecha racista y ultracatólica, apoyada por la Organización de los Estados Americanos (OEA) lideraba las denuncias de fraude, y daba lugar al golpe de Jeanine Áñez.
Faltaba poco para que también se levante Colombia con las mismas consignas que Chile, contra la precarización, los aju stes y la violencia de las fuerzas armadas que cada año se cobra la vida de cientos de activistas. “Por ti mamita, que te llamaron a operar cuando te velábamos”: en las calles de Bogotá un cartel resumía el hartazgo por un sistema que clasifica vidas de primera, de segunda y de tercera.
La enumeración de conflictos trae otra efeméride: hace un año, voces de estas mismas luchas confluían en una asamblea atiborrada en el 35 Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans en la Ciudad de La Plata.
En Argentina sucedían las últimas movilizaciones contra el gobierno de Macri, durante el cual se dieron protestas similares a las del resto del continente: en contra del paquete de triple reforma (laboral, tributaria y previsional) que impulsaba el FMI.
Ya en ese entonces, en 2019, la Organización de las Naciones Unidas alertaba sobre un récord histórico de la brecha entre ricos y pobres. Después de la crisis del Covid-19 ¿con qué mundo nos vamos a encontrar?
El corazón helado
Toda ilusión sobre un cambio de rumbo quedó enterrada con el impacto de la pandemia. Las malas noticias no paran y los pronósticos son cada vez más lúgubres. Nadie entre quienes reclamaban me jores condiciones de vida consiguió mejoras en el último tiempo. Al contrario, un año después, la región entera sufre más que ninguna otra las consecuencias de la crisis que es sanitaria, económica, social y ecológica.
En un informe reciente, la CEPAL advierte que Latinoamérica será la más afectada: se espera que en 2020 el nivel del PIB per cápita sea equivalente al de 2010, y el de la pobreza, al de 2006, lo que supondría un decenio perdido en términos económicos, y casi un decenio y medio en términos sociales.
Para Argentina, las cifras de pobreza son alarmantes: les más afectades son les niñes, entre quienes ya supera el 50% y las mujeres jóvenes con hijes a cargo. Estos números echan por la borda los avances en materia de equidad de género. Otra vez la crisis cae más fuerte sobre los mismos hombros: el desempleo entre mujeres llegó a 26,2% en julio de 2020, superior en 10 puntos porcentuales a la de los hombres
La política es conflicto
A veces la derecha es muy frontal en sus planes. “Que mueran todos los que tienen que morir” dijo Mauricio Macri a Alberto Fernández para expresar su rechazo a las medidas de aislamiento. Es una síntesis de lo que piensa junto a otros líderes de la región. Es también otra forma de decir que se está a favor de los recortes en salud, en las jubilaciones, en la educación. Sólo les falta festejar que la pandemia se lleve la vida de les más débiles. Quizás así se puedan leer las movilizaciones cada vez más violentas que convoca la oposición y donde comparten espacio y consignas con activistas abiertamente nazis como la médica Chinda Brandolino y organizaciones misóginas (Patriarcado Unido Argentino).
El discurso neoliberal siempre fue de ataque a la vida pero queda más desnudo que nunca en el contexto de una pandemia. Lo que proponen es directamente la ley del más rico, como si la distribución actual de propiedades, recursos y derechos respondiera a un criterio de Justicia universal e inmutable. Por eso también se oponen al cobro de impuestos progresivos que promueve hasta el FMI. Rechazan incluso la ley de aporte extraordinario de las grandes fortunas, que se cobraría por única vez a apenas un 0,02% de la población.
Una ciencia de remate
America Latina no sólo atraviesa una crisis profunda porque va a aumentar la desigualdad en todos los países, sino que además los pronósticos indican que la recuperación del resto del mundo va a ser más rápida y por ende, se acentuará la distancia con el resto de las regiones.
En este contexto, parece un chiste la entrega del premio nobel de economía a dos investigadores que “mejoraron los métodos de subasta”. Si bien nunca fue un premio preocupado por el bienestar social, es demasiado alevosa la forma en la que hacen caso omiso a la peor de las crisis de las que tengamos registro quienes estamos vivos e investigando.
Mientras la derecha opta por un discurso sobre la libertad que no parece otra cosa más que un “hacer morir”, se vuelven más necesarios que nunca los consensos en torno a la protección de la vida (y no sólo de las vidas humanas).
Sin poner en discusión el origen de las riquezas, no va a ser posible nunca poner fin a la pobreza. Es como querer terminar con la violencia y la desigualdad por razones de género, sin cuestionar los roles estereotipados y los mandatos históricos. O querer frenar el cambio climático apenas cobrando más impuestos a quienes contaminan, sin regular y limitar esas actividades. Todas esas aristas de la desigualdad están conectadas. Como están conectadas también las luchas sociales de toda la región.
Y sólo ocupándose de ellas de conjunto y encontrando sus puntos de contacto se podrá, como pide la economía feminista, poner la vida en el centro.