Rapera a los 40                   7 puntos

The Forty-Year-Old Version, EE.UU., 2020

Dirección, guion y producción: Radha Blank.

Duración: 129 minutos.

Intérpretes: Radha Blank, Imani Lewis, Red Birney, Peter Kim, Haskiri Velázquez.

Estreno en Netflix.

“No quiero hacer pornomiseria”, se empecina Radha Blank, que a punto de cumplir los 40 no encuentra la forma de “colar” una obra que en lugar de mostrar gente negra asesinando abuelitas o inyectándose en la vereda está protagonizada por una pareja de clase media, dueños de un deli en Harlem. Eso es lo que dice Rahda Blank, el personaje, y lo que pone en práctica Radha Blank, protagonista, realizadora, guionista y coproductora de Rapera a los 40, una película en la que se puede caminar por las calles de Harlem sin correr riesgos, y en la que no se ve a gente negra robando o practicando sexo a cambio de monedas. Radha Blank (el personaje, y también la cineasta debutante) es una mujer negra de clase media, hija de artistas, cuyos principales problemas no pasan por la discriminación racial sino por el exceso de peso, el monoambiente en el que vive, la falta de sexo y la frustración profesional. Los mismos problemas que podría tener una mujer blanca de clase media. Ambas Radhas tienen algo para decir sobre el lugar de la gente negra en Estados Unidos. Y eso que tienen para decir contradice la versión mayoritaria y se presta por lo tanto a discusiones, dentro y fuera de la comunidad negra.

Lo que narra Radha Blank en Rapera a los 40 no se corresponde con su presente, sino con su historia previa. Unos años mayor que su personaje de ficción, Blank es autora de una exitosa obra teatral, trabajó como guionista y productora de series de Netflix y fue coguionista de una película. Con su obra Harlem Ave. en el cajón, Radha se gana la vida coordinando un taller de dramaturgia en un college neoyorquino. Pero le resulta poco. Su representante le consigue un contacto con un poderoso productor teatral, pero el primer encuentro no es precisamente bueno: el productor no leyó su obra, y a cambio le ofrece coescribir una sobre Harriet Tubman, una famosa esclava fugada, más tarde abolicionista y activista política. La respuesta de Radha es tirársele encima e intentar acogotarlo. Súbitamente inspirada por una de sus alumnas, Radha prueba improvisar un rap y le sale muy bueno. De allí en más se le presentará la opción de hacer una carrera como rapera o ver Harlem Ave. puesta en escena… previo blanqueamiento.

Filmada en 35 mm y en blanco y negro, Rapera a los 40 es el equivalente de los raps que improvisa Radha, en los que no habla de lo que se supone una mujer negra debería hablar, sino de lo que le pasa. Su rabioso rap “Pornomiseria” no tiene desperdicios. En él, Radha (la protagonista del rap, en un juego de cajas chinas) anuncia que de allí en más va a rendirse a todo aquello que el público blanco está esperando de un artista negro: miseria, embarazos adolescentes, chicos prostituidos. ¿Un tiro por elevación al Stevie Wonder de “Ghetto Land”? Tal vez. Aunque no esté verbalizada, una de las ideas-madre de Rapera a los 40 es que si sos millonario, famoso y exitoso (o si sos simplemente de clase media) no tenés derecho a serlo a costa de los que están en el otro extremo de la escala social. Se desprende además la idea de que el mundo del rap -por tratarse de producciones personales, independientes y específicamente negras- permite una libertad que las artes globales no. Aunque también en este punto la filosa Blank tiene una crítica para hacer: buena parte del público negro al que los raps van dirigidos sigue la música, pero no escucha la letra.

 

En el fragmento posiblemente más polémico, “Pornomiseria” reivindica indirectamente a Bill Cosby, emblema absoluto de aquello que los afroamericanos más politizados ven como síndrome del Tío Tom. Se puede ser negro y triunfar en la sociedad blanca, insinúa Rapera a los 40 en consonancia con la historia de la propia Blank, y los nombres de Rodney King y George Floyd podrían servir como respuesta a esta posición. Pero el discurso de Blank, que no es unívoco, sostiene a la vez que para triunfar en una sociedad blanca, el artista negro debe acceder a decir lo que el público blanco está esperando oír. Sin dejar de lado ciertos convencionalismos dramáticos (diálogos ingeniosos de sitcom, ciclos de fracasos y éxitos, de separaciones y reuniones), Rapera a los 40 apunta a servir de voz de la clase media negra, una franja social paradójicamente silenciada.