Desde el viernes estará disponible en la plataforma web del Complejo Teatral de Buenos Aires Oxymore, un trabajo recientemente producido por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín (BCTSM) que está basado en un dúo de la coreógrafa francesa Sophie Laplane, creado en 2013 para el Festival de Edimburgo. La creación se caracteriza por cumplir los requisitos de distanciamiento que exige el contexto actual, y puede accederse desde la web (https://complejoteatral.gob.ar/).

En diálogo con Página/12, Andrea Chinetti (directora del BCTSM) cuenta que la propuesta surgió de Luciana Ravizzi, quien fue maestra de la compañía y había interpretado este dúo creado por Sophie Laplane para el Festival de Edimburgo: “Durante mucho tiempo Luciana trabajó en el Scottish Ballet, y ahí fue donde conoció a Sophie Laplane y Luke Ahmet. En marzo tenía que darnos algunas clases antes de irse a Estados Unidos, pero no fue posible por la pandemia. Entonces, una vez radicada allá empezó a darlas por zoom”.

La característica más llamativa es que la coreografía creada por Laplane presenta a dos bailarines que no se tocan y mantienen una especie de conversación en un metro cuadrado, enfocados por una luz. “Sería ideal para hacerlo ahora”, pensaron, y pusieron los cuerpos en movimiento. “La idea no era copiar ese dúo sino trabajar el concepto con varias parejas y algunos bailarines sueltos, para poder editar un video con el material coreográfico”, explica Chinetti. El proceso de montaje a distancia involucró cuatro países: Sophie Laplane desde Francia, Luciana Ravizzi desde Estados Unidos, Luke Ahmet desde el Reino Unido y los integrantes del Ballet desde Argentina.

El video está hecho en blanco y negro, se filmó desde las casas de los bailarines, pero se buscaron fondos neutros. El proceso de ensayo y montaje duró alrededor de dos meses, y hasta hace poco seguían editando algunos fragmentos: “Los bailarines tuvieron que aprender a filmarse con sus propios celulares, a buscar una buena luz en sus casas, y en algunos casos a editar. Todo está hecho con materiales propios y es un trabajo muy valorable porque se ve un producto muy hermoso”.

Sophie Laplane es de nacionalidad francesa pero hizo casi toda su carrera en el Scottish Ballet; cuando dejó de bailar se convirtió en coreógrafa residente de esa compañía, y actualmente trabaja de manera free lance en varios países de Europa. Oxymore es su primer trabajo coreográfico presentado en el Festival de Edimburgo 2013 y tuvo gran repercusión entre la crítica especializada. Estrenó Maze como parte de un programa compartido, que luego fue adaptado para ser filmado por la directora Eve McConnachie y ganó el premio como Mejor Cortometraje de Danza en el San Francisco Dance Film Festival 2015. Este año, después de la cancelación de varias obras y el cierre de los teatros, la coreógrafa se interesó aún más por el formato de videodanza.

¿Cómo viven las bailarinas y los bailarines esta pandemia que exige el distanciamiento de los cuerpos?

– La verdad es que lo padecemos bastante. Ya hace siete meses que estamos encerrados y no tener contacto es raro. Por ejemplo, dar clases por zoom, verse a través de las ventanitas y no tener contacto con los alumnos es terrible, no poder rotarlos o poner una mano sobre la espalda. Nuestro trabajo es puro contacto, entonces es muy complicado. La idea es que nos habiliten un lugar espacioso o algo al aire libre, para poder entrenar porque nuestros cuerpos están parados. Al igual que los jugadores de fútbol, tenemos que entrenar mínimamente un mes para poder subirnos a un escenario.

Las exploraciones con lenguajes ajenos a la danza habilitaron nuevas herramientas: “Nosotros ya habíamos incursionado en esto con la obra de Eleonora Comelli, por ejemplo, donde se había incorporado filmación. Es algo que va a seguir existiendo; está bueno que la plataforma siga viva después de la pandemia, que las obras queden filmadas y se puedan subir para quienes no pudieron ir al teatro”, señala Chinetti. En estos meses la web se convirtió en un gran espacio de visualización para la compañía, y de algún modo federalizó los contenidos para aquellos espectadores que usualmente no pueden acercarse a la sala Martín Coronado para ver estos espectáculos: “Muchas veces no podemos llevar al interior las coreografías tal como fueron concebidas para el San Martín porque no hay presupuesto y no se dispone de teatros con las mismas dimensiones”, explica.

Chinetti recuerda la gestión de Kive Staiff en los años ‘80 y el convenio para filmar los espectáculos del Teatro San Martín en los estudios de ATC, que luego eran transmitidos para todo el país: “En ese sentido, Kive era un precursor. Esto es algo que históricamente hizo la BBC por ejemplo”. Pese a los obstáculos actuales, el Ballet sigue activo y generando contenidos, ahora pensados específicamente para plataformas y con los recursos disponibles. La directora informó que si la situación se prolonga, están pensando en la posibilidad de hacer un programa vía streaming.

Taller de Investigación Coreográfica

En la plataforma del CTBA, además, se puede acceder a las producciones del Taller de Investigación Coreográfica que se realiza cada año desde 2017. Bajo la coordinación de Andrea Chinetti y Miguel Ángel Elías –directora y codirector del Ballet–, este espacio apunta a desarrollar las destrezas creativas, visibilizar el talento de los bailarines y promover nuevas perspectivas en torno a la danza contemporánea. En contexto de pandemia, los miembros de la compañía se encontraron frente al desafío de tener que repensar su propio campo, estar abiertos al diálogo con el lenguaje audiovisual y capitalizar los recursos disponibles.

Chinetti cuenta que muchos bailarines comenzaron a explorar el lenguaje audiovisual específicamente para este proyecto: “Algunos trabajaron con editores pero otros hicieron cursos especiales para aprender a editar. Además, buscaron sus propios músicos, ya que varios videos cuentan con banda sonora original. La idea era explorar de alguna manera este nuevo mundo digital y disponer de los recursos audiovisuales para relatar pequeñas historias. Creo que todos los que participaron descubrieron una nueva manera de transitar la danza”.

Los intérpretes lograron transformar su cotidianidad en espacios oníricos, fantasiosos, asfixiantes o siniestros, según la naturaleza de cada relato: la profundidad del iris del ojo humano, un chico trepado a la rodilla de su madre, un espejo y su reflejo, bañeras repletas de agua, una mesa, trajes hechos con papel film, pasillos pequeños, balcones o un rincón específico de la casa. Todo puede servir a la hora de explorar el propio cuerpo, descubrir las diversas texturas de una imagen, narrar la intimidad del aislamiento o imaginar lo psicodélico en la post-pandemia.

Las creaciones seleccionadas en esta edición online fueron: Aquarentenados de Benjamín Parada, Aislamento de Damián Sabán, Votum de Ivana Santaella y Eva Prediger, Certeza imaginaria de Silvina Pérez, Intimidad pública de Melisa Buchelli y Carolina Capriati, y Tal como vos de Darcio Gonçalez. Cada pieza dura entre 4 y 6 minutos. Además de este espacio, se inauguró la sección denominada “Videominuto en Danza”, donde los bailarines mixturan imagen y movimiento en relatos de duración más breve. Aquí expusieron sus trabajos Andrea Pollini (Intersticios), Paula Ferraris (911), Agostina Scarafia (Mi animal), David Millán (Exulans), Flavia Di Lorenzo (R-quiem), Daniela López y Rubén Rodríguez (Ángel O Culto), Rodrigo Etelechea y Brenda Arana (Antagonía), Fiorella Federico y Darío Calabi (Reminiscencia), Constanza Agüero (Cumulunimbus) y Jonás Grassi (Contrapunto).