Matías Fernández Burzaco es periodista, escritor y rapero. Cuenta que su casa en Flores parece un centro cultural, por donde todos pasan en algún momento del día. Tiene tres hermanos (uno toca la guitarra, otro es crack de futsal y el más chico tiene 15) y su mamá es bailarina y coreógrafa. Si no hubiera pandemia, ahora mismo estaría jugando a la PlayStation y comiendo facturas con tres de sus mejores compinches. "Es la casa del barrio a la que caen todos; no entiendo cómo no está reventado el timbre", bromea.
Ayer estrenó su primer single, Quién es ese niño, en todas las plataformas digitales, como adelanto de un futuro disco solista de doce canciones. El afiche de promoción es claro: lleva una foto de Mati y un "pedido de captura por monstruo suelto y armado con mucho flow". Quien lo encuentre ("vivo o muerto") deberá llamar a un teléfono y, si la información es certera, recibirá una recompensa de 10 mil pesos. No lo buscan sólo por monstruo: en el prontuario tiene un par de entradas más que podrían complicarlo.
"Con los pibes siempre estuvimos de joda, fumábamos bastante faso y alguna vez afanamos chocolates en el chino. Mis amigos hacían como que me acomodaban la silla de ruedas y ponían un paquete de Oreo en el respaldo. Que la chupen", sugiere. Mati, de 22 años, tiene una enfermedad llamada fibromatosis hialina juvenil. Y en el video de Quién es ese niño –dirigido por el fotógrafo Alejandro Guyot y editado por Facu Ballve– juega mucho con reírse de la mirada de los otros, con la incomodidad que genera el autobullying en los demás.
"Soy discapacitau no me puede llevar la yuta, criticás de lejos porque sos un cometuca, porque a mí me resbala lo que a vos te preocupa", dice la letra de su "reggaetón terrorífico", como lo define Mati. El tema tiene rítmica de reggaetón y un fraseo símil gangsta-rap. En el video, Mati pasea por la calle y se enfrenta con un ladrón, con un nene hinchapelotas y con una banda de pandilleros (sus amigos) bastante picantes.
"Soy rapero y siento que puedo rapear sobre cualquier cosa que me pongan: rap, reggaetón, trap, cumbia", explica, ampliando por fuera de este tema con distribución a cargo de Peter Ehrlich, manager de Wos. La respuesta a quién es ese niño y a todas las preguntas que se pueda hacer la gente sobre Mati se resumen en una sola palabra, que también es el estribillo del tema: "Flow".
¿Qué tiene ese niño?
Si algo no le interesa a Matías es la imagen del trapero exitoso con cadenas, autos y estética papichula for import. "Yo no tengo nada de eso, estoy totalmente roto pero la pudro igual", dice, y prefiere mostrarse como el "anti-trap", como "un bicho medio deforme que va vomitando flow por la calle, mostrando la belleza a través de las palabras". Si eso no es actitud punk, ¿la actitud punk dónde está?
Su nombre artístico como rapero es Troti, que vendría a ser una mutación de su nombre: primero le dijeron Matito, después Tito, Titito y MCsilladeruedas, hasta llegar a Troti (o Mati aka Troti en plataformas digitales). El nódulo de su pera, jura, es como un micrófono, siempre al servicio de rapear. "Me transformo y voy mutando con mis formas propias a través de las palabras", afirma. Su idea es ir soltando singles hasta completar seis temas con un productor; y luego seis más con otro a designar.
En marzo del año que viene, Mati presentará también su primer libro, Formas propias, que saldrá por editorial Tusquets y estará editado por la periodista Gloria Guerriero. No es su primera experiencia con la escritura, porque desde hace un tiempo viene publicando crónicas periodísticas en la revista Orsai.
"No quiero espoilear, pero el libro nació de la curiosidad, de estar frente al espejo y asumir que iba a mirar de frente a la enfermedad y hacerme preguntas. ¿Por qué mi boca no se puede cerrar? ¿Voy a estar en este cuerpo para siempre? ¿Qué ve de mí la gente que me mira en la calle?", relata. "No puedo tocar, pero tengo los ojos bien abiertos y a través de la mirada trato de contar, retratar a los personajes que están más cerca mío", explica.
Mati tiene una gran cadena familiar y amigos de fierro: Tomi, Iván, Carbia, Fabi, Cristian, Genta y Tefi, la "vecina dulce" (así le dice), que va a actuar de enfermera en el videoclip de su próxima canción, más rockera y oscura, que cuenta sobre los años de internaciones en el hospital.
"Lo que más quiero es contar historias y darle visibilidad a la discapacidad, pero también darles trabajo a mis amigos. Si me preguntás un sueño ideal, me imagino tocando en el Luna Park con una silla supersónica inteligente que me permita ir de un lado al otro del escenario con mis amigos."
¿Hay un género que te interese tanto o más que el rap?
--Mi cuerpo no es genérico, mi música no va a serlo tampoco. Quiero volar sobre cualquier instrumental, sin pensar si hacemos tango, dancehall, rap… La idea es que la gente escuche esta primera canción y pase por varios estados: que se angustien, que salten de alegría, que flasheen con esta deformidad que es nuestra música y que es mi cuerpo.
Flasheaste con el freestyle cuando viste una batalla entre Dtoke y Arkano, ¿competirías en una batalla de gallos?
--Te diría que no me gustan tanto las batallas y creo que no competiría, pero sí me da morbo ver cómo se cagan a sopapos. Prefiero improvisar en la esquina de la plaza con mis amigos. Hay que ver cuál es la esquina de cada uno, el underground de cada uno. Me interesa la adrenalina de ir a mil por hora con el cerebro, el intercambio, que nazcan un millón de ideas por segundo. Me interesa el cómo.
¿Y qué te pasa a vos con tu cuerpo?
--Estoy en un cuerpo difícil pero está todo bien. No es un golpe bajo. Estoy en este cuerpo y es lo que tocó, pero igual estamos acá con los pibes haciendo bardo. No sé cómo se lo va a tomar la gente, porque la canción y el video van al choque: son crudos, muestran la discapacidad, el autobullying, el poder aceptarse. Tengo el cuerpo lleno de cicatrices, heridas, tengo una cara escondida, no tengo cadenas ni tatuajes ni ropa cara pero sí algo para decir. Mucho para decir. Hay una bronca acumulada mía que por fin sale. Se vomita.