Cuando el cine nacional andaba por sus años de oro, hubo una actriz que por talento, elegancia y belleza fue apodada "la Greta Garbo argentina". El gesto por un lado expone esa idiosincrasia aspiracional con la que los argentinos acostumbran a validar sus méritos en el reflejo de imaginarios ajenos. Pero también habla de las virtudes de Zulema Esther González Borbón, Zully Moreno según su nombre artístico, para quien ese paralelo también funciona como reconocimiento de meritos reales. Porque hay que tenerlos para estar a la altura del desafío de ser empardada con una de las divas más grandes que dio el cine mundial en toda su historia. Y a Zully Moreno, de cuyo nacimiento se cumplen este sábado 100 años, le sobraban.
Nacida en Villa Ballester el 17 de octubre de 1920 en el seno de una familia de clase trabajadora, su historia tiene algo de cuento de hadas. La futura estrella quedó huérfana de padre a los diez años. La muerte de su hermano mayor, ocurrida poco después, obligó a que ella y su hermano Alberto debieran entrar al mundo del trabajo siendo todavía niñes. A los 14, la chica a la que en casa le decían Zully ya conocía los rudimentos del oficio de su madre costurera y ayudaba en la economía del hogar. Todo cambiaría poco antes de dejar la adolescencia, cuando sin decirle nada a nadie se presentó a un casting y fue seleccionada como extra entre un grupo de chicas que también integraban Diana Maggi y Nélida Bilbao. La película era Mujeres que trabajan (1938), título que acabaría teniendo un enorme valor histórico porque también marcó el debut en el cine de la gran Niní Marshall y el nacimiento de Catita, su personaje más popular.
La figura de Marshall se repite en los primeros años de la carrera de Moreno, quien volvió a ser extra al año siguiente en Cándida, el otro gran personaje la primera capo cómica argentina. En ese mismo rol participó en varias películas hasta conseguir su primer papel destacado en Orquesta de señoritas (1941), donde Niní también era protagonista. Dicha película no solo fue importante para la filmografía de Moreno, sino también en su vida privada, ya que ahí conoció a Luis César Amadori. El prolífico cineasta no solo se convertiría en el que más veces la dirigiría en su carrera (13 films), sino en el hombre con quien se casaría en 1947, manteniéndose juntos hasta la muerte de este, en 1977. En 1941 Moreno también tuvo un papel secundario en En la luz de una estrella, protagonizada por Hugo del Carril y dirigida por Enrique Santos Discépolo. Pocos años más tarde, a los cuatro los terminaría uniendo un hecho maldito: el peronismo.
El mismo año Moreno participó de otro clásico, Los martes orquídeas, donde compartió elenco con una chica que a pesar de ser siete años menor que ella ya comenzaba a convertirse en una de las figuras más populares en la historia del cine argentino: Mirtha Legrand. En 1942, Moreno tuvo sus primeros protagónicos. Volvió a trabajar a las órdenes de Discépolo en Fantasmas de Buenos Aires, junto a Pepe Arias, y fue coprotagonista de Narciso Ibáñez Menta en el thriller Historia de crímenes. El gran salto llegó un año más tarde, con el papel estelar en la comedia dramática En el último piso, haciendo pareja con Juan Carlos Thorry. A partir de ahí, Moreno se convirtió en primera figura del cine argentino.
“Creo que se trata de una de las pocas divas que tenemos, sobre todo porque el sistema de estrellas madura para la década del ‘40 y Zully cruza ese umbral sin entrar en el estereotipo de las ingenuas, como Legrand”, afirma Paula Félix-Didier, directora del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken. “Pero tampoco es la bomba sexy de los ’50, sino que tiene todos los elementos de la estrella hollywoodense: es blanca, rubia, elegante. Y tenía ese plus en la pantalla que solo tienen las divas, que hace que todo lo demás desaparezca”, continúa. “Claro que también fue una construcción de Amadori y Argentina Sono Films, un estudio abocado a lo comercial y que sin arriesgar mucho desde lo formal estaban siempre detrás del gusto del público. Y Zully encajaba perfecto en ese molde”, concluye Félix-Didier.
Durante el peronismo la actriz llegó a la cima. Fue dirigida por los mejores cineastas de la época, entre ellos Mario Soficci (Celos y La gata, ambas de 1947; La indeseable, 1951; La dama del mar, 1954), Lucas Demare (Nunca te diré adiós, 1947) o Carlos Christensen (La trampa, 1949). El período se cierra con su trabajo en El amor nunca muere (1955), en la que compartió cartel con otras dos luminarias: otra vez la Legrand y la inolvidable Tita Merello. Pero su labor más recordada es la de Dios se lo pague (1948), melodrama dirigido por Amadori, en el que hizo pareja con la estrella mexicana Arturo de Córdova, una de las películas más exitosas del cine argentino. También se afirma que Dios se lo pague fue la primera película argentina en ser tenida en cuenta para los Oscar, cuando el premio a Mejor Película Extranjera todavía no era categoría sino reconocimiento honorario. Aunque no hay una fuente oficial que lo confirme, la nominación en el año 1949 figura en el apéndice de “Premios Internacionales” del libro Historia del cine argentino (Centro Editor de América Latina, 1984).
Con la caída de Perón, el matrimonio también cae en desgracia. Félix-Didier recuerda que la amistad de Amadori con Raúl Apold, subsecretario de Prensa y Difusión durante aquellos gobiernos, lo convirtió en uno de los directores “favoritos y favorecidos de aquellos años”. “Si bien el peronismo no utilizó al cine de ficción como herramienta de propaganda, algunas cuestiones aparecen” en las películas de la pareja, dice la investigadora. “En Dios se lo pague el personaje de De Córdova termina preso y la pasa horrible, pero en algún momento tiene un discurso innecesario acerca de que ahora las cárceles no están tan mal. Algo claramente puesto para quedar bien”, continúa. “Es innegable que el peronismo fue favorable para las carreras de Moreno y Amadori, como también lo es que el golpe de estado los perjudicó. Como Del Carril y tantos más, Amadori terminó preso con causas inventadas y la pareja se exilió en España”, dice Félix Didier.
Desde entonces, Moreno volvería trabajar en apenas cinco películas hasta 1960. La última fue Un trono para Cristy, extraña coproducción hispano alemana basada en una pieza teatral del dramaturgo José López Rubio. Moreno tenía apenas 40 años y una filmografía de más de 40 títulos. Suficientes para convertirla en uno de los mitos del cine argentino. Como muchas historias de estrellas, cuando falleció el 25 de diciembre de 1999 Zully Moreno estaba internada en un geriátrico y padecía Alzheimer.