Este 17 de octubre es diferente a todos. No solo por la pandemia. Sino porque los últimos acontecimientos y declaraciones producidos por la clase dominante argentina, desde la Sociedad Rural y la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y sus voceros en el foro de Idea, la corporación mediática con su sistema de fake news y mensajes de odio- y el sistema de justicia corrupto por el uso del Lawfare- la persecución judicial manipulada contra los adversarios-, con su partido electoral de Juntos por el Cambio, parecen haber tomado la decisión de que la democracia no es un sistema en el que quieran vivir si tienen que perder elecciones para abandonar el Estado que acunaba sus negocios espurios, la fuga de divisas, el endeudamiento a mansalva, la evasión impositiva en cuevas fiscales y, en menor medida, en someterse a la desagradable tarea de comer mayonesa nacional y no mayonesa importada de Miami, como tuiteó un empresario en el foro de IDEA, tal como contó el colega Raúl Dellatorre en este diario, mientras hablaba el ministro zen de Economía, Martín Guzmán de quien solo querían escuchar que finalmente ya no se insistirá con el aporte extraordinario de las mayores fortunas del país a esta tragedia humana y económica mundial que nos golpea. Y este 17 es diferente a todos, también, porque debe resistir no sólo la furia contenida del macrismo, su ofensiva mediática, callejera y financiera- al promover una devaluación del peso- tan brutal contra toda gestión del Estado, que no soporta un límite de la razón, como intenta ser NODIO, la investigación y alerta institucional, como en todas partes del mundo, que limite la posibilidad de inyectar odio y violencia en una sociedad que quiere ser empujada a abandonar cualquier pretensión de equidad o acceso a los derechos a vivir, estudiar, trabajar con salarios dignos, sólo como aspectos elementales de los derechos humanos. Este 17 es diferente porque la pandemia política filo neocolonial, expresada por las reiteradas apariciones del inefable “yo no fui” señor Macri, insiste con inyectar cuotas brutales de violencia simbólica al desconocer no sólo la necesidad de proteger a los argentinos de la enfermedad y su muerte incentivando a romper la cuarentena sino también su responsabilidad en la debacle económica de su gobierno, y política por el clima de odio e intolerancia in crescendo al asegurar o amenazar que se va a terminar el populismo (léase gobierno popular ) y se vienen 20 años maravillosos de libre empresa, tocata y fuga, como si prometiera una venganza milenaria contra todo lo democrático, nacional y popular que dotó a la Argentina de derechos sociales y personalísimos cada vez que el peronismo llegó al poder desde 1945, y cada vez que le tocó gobernar, pasando por los tres gobiernos de Perón el de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, y ahora el de Alberto Fernández y CFK. Pero este 17 de octubre también es igual a otros aunque sea bajo el protocolo sanitario de la pandemia, aunque no exista el cuerpo a cuerpo sino el coche a coche, y los choripanes nacionales y populares no inunden de humo la gloriosa Plaza de Mayo como antes pero igual se huela en la ciudad que, esta vez, no hay odio sino amor en bocinazos tempranos, en banderas de los sindicatos, en la bandera argentina, en los bocinazos compartidos desde coches, taxis, bicicletas, motos y argentinos de a pie.
Y este 17 es igual a otros por lo mismo que siempre fue igual: porque en coche o a pie, o en la aplicación virtual #75Octubres en la que, tal vez por la congestión de más de dos millones de entradas, pudieron participar, al fin, de la fecha que más los identifica. Ese momento fundacional del peronismo. El momento en que la Argentina de masas liderada por Perón terminó con la Argentina oligárquica. Aquel 17 de octubre de 1945 que llegó para completar la tarea del yrigoyenismo: aquella república democrática de los derechos políticos, con la república democrática y social del peronismo, donde se sumaban los derechos sociales y humanos. Cuando ocurrió la magia indetenible de un millón de trabajadores rescatando a su líder y rescatándose a sí mismos. Porque de eso se trata la resistencia del peronismo cada vez que es perseguido y proscripto y derrotado: vuelve en defensa propia, como si la vida de la Argentina como nación siempre pendiera del péndulo de la historia que oscila entre un régimen oligárquico o neoliberal- por fraude electoral o golpe de estado o, y la historia deberá encargarse de analizarlo a fondo, porque aún no lo ha hecho, electoralmente fraudulento no por la violación de las urnas pero sí por la instalación, como ocurrió en 2015, de gigantescas manipulaciones mediáticas y mentiras o fake news acompañadas por el despliegue de denuncias judiciales falsas, llamadas Lawfare, y de un sibilino método de golpe blando sobre las creencias y la pobre inocencia de la gente. Sí, este 17 de Octubre es distinto a todos. Porque el gobierno de Alberto y Cristina debe gestionar dos pandemias: la viral y la neocolonial, con un país sitiado en América Latina por golpes duros o una derecha en ascenso, promovidos o apañados todos por el eterno y voraz acreedor de soberanía, los Estados Unidos. Ellos, siempre en el origen de las tormentas. Ellos, en el origen de aquel 17 de Octubre también cuando intentaron torcer, con el embajador Braden, el proceso electoral que llevó finalmente a Perón al gobierno en 1946 con elecciones libres y el curso indetenible de la historia que retomó su cauce con un millón de trabajadores en Plaza de Mayo liberando a Perón y ungiéndolo como su líder. Como este 17, por ejemplo, 75 años después cuando se desplegó un ciberataque contra la plataforma virtual de festejos populares, aunque nada pudieron hacer con las enormes caravanas de trabajadores que dijeron presente. Nada está escrito en el futuro. Pero una cosa es segura: el 17 de Octubre es inquietante porque es el Aleph de la historia argentina. El punto que concentra lo que fue y lo que vendrá.