La vida en la Tierra nunca fue fácil. En cuanto bajás de la nave, parece un inmenso paraíso de selvas, cervatillos y montañas. Un centenar de adolescentes llega desde el cielo para recolonizar lo que es suyo: “¡Somos terrestres, carajo!” Es que una guerra nuclear extinguió la humanidad, contaminó el planeta con radiación y los astronautas que justo cuando se pudrió todo estaban en órbita, se quedaron allá arriba y formaron una colonia en una estación espacial. De la hecatombe atómica ya pasó un siglo y como los chicos siempre fueron carne de cañón –“infantería” viene de “infante”–, para saber si el planeta es otra vez habitable… mandemos a los pibes. A cien chicos y chicas, nacidos entre astronautas, que ven por primera vez un árbol, un charco o un ciervo. La más linda se queda en ropa interior y nada en el primer lago de su vida. Pero la vida en la Tierra nunca fue fácil.

Así comienza The 100, la serie apocalíptica que va por su cuarta temporada (con primeras tres en Netflix y quinta para 2018) y que con cada episodio despierta elogiosos comentarios en Twitter de Stephen King, su fan número 1: “Vos pensás ‘no van a hacer eso, ¿no?’ Y los pibes van y lo hacen”, definió en un tuit sobre la tercera temporada.

Es que la mejor virtud de The 100 es su costado impredecible: nunca termina siendo la serie que creías que era. Esa sinopsis inicial con ritmo de sinfonía adolescente y olor a jardín teen del Edén, que parecía remitir un poco a la clásica serie Lost y otro poco a la iniciática novela El señor de las moscas, de pronto dispara un “Tierra sí, colonia no”.

En un abrir y cerrar de episodios, todos estamos en una trama de acción frenética más vinculada con la superficie terráquea y narrativa (la sensualidad, las heridas, las cuestiones “de piel” entre los personajes) que con alegorías sci-fi más profundas o ideas largamente desarrolladas. Y en una propuesta violenta, con animales mutantes y habitantes hostiles –periodismo mata spoiler: el planeta no estaba tan deshabitado– que rápidamente coquetea con la sensación de asfixia de The Walking Dead y la amenaza tecno-inteligente de Matrix. Es que el cuerpo adolescente de The 100 supone una serie turbulenta y hormonal. Y así es su guión.