Una voz suena con la radicalidad del espanto que le produce el mundo en el que vive. “Nuestro optimismo no está justificado, no hay señales que nos animen a pensar que algo puede mejorar. Crece solo, nuestro optimismo, como la mala hierba, después de un beso, de una charla, de un buen vino, aunque de eso ya casi no nos queda”. Así de amarga y prometedora empieza Rendición, del escritor, guionista y director de cine español Ray Loriga, Premio Alfaguara de Novela, “una historia kafkiana y orwelliana sobre la autoridad y la manipulación colectiva, una parábola de nuestras sociedades expuestas a la mirada y al juicio de todos”, según la definió el jurado de esta vigésima edición, presidido por la escritora mexicana Elena Poniatowska. “Sin caer en moralismos, a través de una voz humilde y reflexiva con inesperados golpes de humor, el autor construye una fábula luminosa sobre el destierro, la pérdida, la paternidad y los afectos”, explicó el jurado en el fallo.
“Quiénes somos cuando nos cambian las circunstancias, cuando nos quitan las flores del jardín, cuando las situaciones cambian, quiénes somos de verdad, esa es la pregunta que me hago en el libro. A veces el hambre aprieta y la dignidad mata. De eso quería hablar”, dijo Loriga (Madrid, 1967), quien fue a recibir el premio -dotado de 175 mil dólares- al Hotel Ritz porque “yo sólo pasaba por aquí, como diría mi amigo Luis Eduardo Aute”. El escritor –que participó del concurso con el seudónimo del exfutbolista argentino Sebastián Verón- cumplió 50 años –el pasado 5 de marzo- y hace 25 años publicó su primera novela Lo peor de todo (1992). Un año después llegaría, Héroes, novela con un guiño evidente al álbum homónimo de David Bowie, repleta de referencias a Bob Dylan, Iggy Pop, Lou Reed y el propio Bowie, entre otros. En la tapa del libro aparecía Loriga con el pelo largo, anillos en forma de calavera, tatuajes en los brazos y una cerveza en la mano. Su fascinación por Bowie tiene que ver con la enfermedad de su hermano. “Él era esquizofrénico, muy inteligente y le encantaba la música. Y yo, desde el otro lado de la pared del cuarto, oía a Bowie, del que él era fanático. Cuando lo ingresaron a un hospital psiquiátrico, me regaló todos sus discos –recordó el escritor-. Y esos discos se convirtieron en la conexión con un hermano que estaba empezando a perder, y que acabé perdiendo”.
La mezcla de referencias culturales ha sido fundamental en su formación. El escritor irrumpió en la escena literaria española de los años 90 como parte de una generación desencantada con la década neoliberal, representada por Margaret Thatcher en el Reino Unido. Loriga mostró tempranamente influencias anglosajonas de Jack Kerouac, William Burroughs, Charles Bukowski y Mark Twain, y su prosa se emparentó con autores estadounidenses como Bret Easton Ellis o Douglas Coupland. “Cuando salió uno de mis primeros libros en Estados Unidos, una de las cosas que me dijeron es que no parecía español, y yo me preguntaba, ¿tienen que salir toreros? Parecía que estábamos obligados a sacar lo folclórico y eso se quita leyendo a Kafka: el escarabajo es cualquiera y está en cualquier ciudad”, reflexionó Loriga, que “escribe como si fuera de Nueva York o de Londres”, en palabras de uno de los miembros del jurado, el escritor peruano Santiago Roncagliolo. Para el argentino Andrés Neuman, otro de los miembros del jurado, Rendición muestra un mundo como “fábricas de sombras” y aseguró que la novela pertenece al “raro género de la picaresca de ciencia ficción”, como Plop de Rafael Pinedo. El flamante ganador del Premio Alfaguara reivindicó esta tradición al recordar que una de sus lecturas de adolescencia, El guardín entre el centeno de J.D. Salinger, le pareció “un Lazarillo de Tormes con Nueva York detrás”. “La picaresca no es más que la situación de un cualquiera en un intento de protegerse de la sociedad y sacar algún provecho vital”, planteó el escritor, que debutó como director de cine en 1997 con La pistola de mi hermano, adaptación de su novela Caídos del cielo (1995). Volvió a dirigir Teresa, el cuerpo de Cristo (2007), colaboró en el guión de Carne Trémula, la película de Pedro Almodóvar y escribió el guión El séptimo día de Carlos Saura, entre otros.
Loriga mencionó a varios escritores como Thomas Bernhard, Franz Kakfa y, en especial, a Juan Rulfo. “No habría cogido mi primer lápiz ni el papel sin haber leído a Rulfo. Sin él, no estaría aquí ni sería quién soy hoy”, reconoció el autor de las novelas Tokio ya no nos quiere (1999), Trífero (2000), El hombre que inventó Manhattan (2004), Ya sólo habla de amor (2008), Sombrero y Mississippi (2010), El bebedor de lágrimas (2011) y Za Za, emperador de Ibiza (2014). “Todo lo medianamente inteligente que salga en mi libro lo vi en la sombra de Rulfo, y es muy difícil caminar sin sombras. Según baja el sol, más larga la sombra, y esa es nuestra lengua”, afirmó el autor de Rendición y aclaró que en esta novela no hay ni droga, ni sexo, ni rock and roll, sino “retrofuturo”. El protagonista es un hombre que tiene hijos que luchan en una guerra, pero no se sabe cuál, y que adopta un niño refugiado, siendo él mismo refugiado. No hay optimismo, ni señales.