Estafar al Estado, ganar licitaciones por ser parte del círculo rojo, incumplir contratos. Hacer negocios con el menemismo y con el macrismo. Son acciones que se convirtieron casi en un lugar común al momento de hacer un repaso del proceso de acumulación de riqueza de las familias más poderosas de la Argentina. El femicida Jorge Neuss, heredero de una familia de empresarios con más de 100 años de trayectoria, no es la excepción.
Los Neuss forman parte de esa elite argentina cuya fortaleza está dada más por su poder real que por su patrimonio o la posición que ocupan en la estructura económica como grandes empleadores. Es decir, con el vínculo que establecen entre el mundo económico y el político, ya sea vía la participación en financiamiento de campañas o con la capacidad de lobby para participar en licitaciones millonarias.
De hecho, Neuss nunca formó parte del ranking Forbes, que le pone cara y nombre a los dueños de la riqueza del país. Su historia de negocios se sostenía en gran parte por su participación en la vida social: se lo puede ver en fotos del Consejo de la Producción y el Comercio, que junta a la elite empresaria argentina, hasta en cenas anuales de gala organizadas por fundaciones o entidades benéficas en las que gran parte del empresariado consigue blanquear su patrimonio a la vez que cerrar negocios. Torneos de golf con Menem, vacaciones con Dietrich en Punta del Este. Así acumuló riqueza Jorge Neuss y su familia.
El Grupo Neuss entra dentro de la categoría de "burguesía clásica", conformada por grupos económicos tradicionales que crecieron en los '80 en Argentina y se fortalecieron con las privatizaciones de los '90. Su abuelo, un inmigrante alemán, Herman Neuss, fundó en 1891 la empresa de gaseosas Soda Neuss Belgrano, que se convirtió en una firma líder en el mercado argentino. Tres generaciones más tarde, el Grupo Neuss se convirtió en un importante holding diversificado en diferentes rubros como energía, real state, agropecuario, vitivinícola, financiero. Algunas de las empresas que la integran son Harz Energy, Edersa, Plein air park (España), Northern Estates Corporation (Nueva York), Neuss Real Estate, Neuss Agropecuaria y Haras La Lucila, Bodega Cerro Colorado y Neuss Capital, el brazo inversor del grupo especializado en la adquisición y startup de empresas de servicios y soluciones tecnológicas para el sector público y privado.
Menem y Macri
¿Qué pasó para que una empresa de bebidas se transforme en un holding que integra empresas de energía, real state y financieras? Los '90: gracias a sus contactos políticos, Neuss fue el encargado de iniciar una nueva rama de negocios; los servicios para el sector público, la energía y los servicios financieros. Gracias a la concesión del Gobierno de Carlos Menem, compañero de golf de Jorge Neuss, el Estado firmó contrato con la empresa Thales Spectrum Argentina (TSA) , una firma liderada por Neuss en sociedad con el grupo francés Thales, que se quedó con el control del espacio radioeléctrico nacional por veinte años.
El contrato fue rescindido siete años antes de su finalización por el ex presidente Nestor Kirchner, luego de que un informe elaborado por la Auditoría General de la Nación y la Oficina Anticorrupción, señale maniobras de corrupción por pliegos diseñados para que las licitaciones fueran ganadas por Thales Spectrum, el no monitoreo del dinero destinado a la empresas y la falta de control por parte de los funcionarios del menemismo. La información recolectada hablaba de un posible perjuicio para el Estado de unos 300 millones de dólares. En 2011, el empresario fue sobreseído por la Cámara de Nacional de Casación.
Tras el nivel de exposición de la denuncia, Neuss intentó tener un perfil menos público, sin embargo no dejó de hacer negocios con el Estado: gracias a su amistad con Guillermo Dietrich, ex ministro de Transporte de Macri, surgida en las playas de Punta del Este, ganó obras de infraestructura y el millonario proyecto de techado del Parque Roca; trabajo que a tres años de la adjudicación, aún no se hizo.
El vínculo con Dietrich también le permitió ganar la concesión de la explotación de la Verificación Técnica Vehicular porteña (VTV): cada auto que circula por la ciudad debe pagar poco más de 1.838 pesos por la oblea que, multiplicado por el parque automotor de la ciudad, resulta en un negocio seguro y sin riesgo.