El Fondo Monetario Internacional (FMI) instó a todos los países, con Estados Unidos, Europa, China, India y Japón a la cabeza, a implementar impuestos a las emisiones de dióxido de carbono y fuertes subsidios para las energías renovables. "Sin cambios en las políticas, la temperatura de la superficie del planeta subiría de 2 a 5 grados adicionales para el final del siglo, imponiendo daños sobre la productividad de la actividad primaria, frecuentes disrupciones de la actividad económica, destrucción física del capital y de la infraestructura como resultado desastres naturales más frecuentes y más severos y deterioro de la salud", indicó el FMI en su informe económico anual.
El tema está en el tope de prioridades de Europa y también en China y es uno de los grandes ejes de la campaña electoral "verde" de Joe Biden en los Estados Unidos. Si la política global sigue los canales más o menos esperados, en los próximos treinta años se profundizará un giro en las formas de producción.
En esta agenda, la Argentina, que enfrenta una larga lista de emergencias socio-económicas, es a lo sumo un actor de reparto. No obstante, muestra importantes avances en materia de generación de energía renovable y hasta cuenta desde hace dos años con un impuesto al dióxido de carbono, impulsado por el macrismo para reforzar la candidatura del país en el ingreso a la OCDE, que no se dio. Los especialistas en el tema advierten que el país necesita calibrar el grado de acompañamiento de la agenda global, para aprovechar oportunidades, hacer el aporte propio en términos de reducción de las emisiones y prepararse para lo que vendrá pero también teniendo en cuenta que el problema se está definiendo en otra liga donde juegan las grandes potencias, que además cargan con una evidente responsabilidad histórica.
Con este set de tendencias, peligros, restricciones y necesidades es de interés analizar la postura que el FMI adoptó en su Panorama Económico Mundial 2020, que otorga un lugar central a la cuestión medioambiental.
El diagnóstico
Se calcula que la temperatura promedio de la superficie del planeta es un grado superior a la que existía en el período de la revolución industrial a causa de la emisión de gases efecto invernadero asociados en primer lugar a la quema de combustibles fósiles. El incremento se está acelerando, lo cual se observa en que desde 1980, cada década es más cálida que su predecesora. “El período 2015-2019 fue el más cálido del que se tenga registro y 2019 fue el segundo año más caluroso. El impacto es evidente por el aumento en la frecuencia de los desastres naturales”, dice el Fondo.
El Acuerdo de París de 2015 establece como objetivo que el aumento de la temperatura respecto del período pre-industrial esté para el año 2100 por debajo de los dos grados e idealmente quede en 1,5 grados. “Para llegar a ese objetivo se necesita que las emisiones netas de dióxido de carbono –relación entre la emisión y la retirada que proporciona el mundo vegetal— sean iguales a cero para 2050”, agrega el informe.
“Sin cambios en las políticas, la temperatura subiría de 2 a 5 grados adicionales para el final del siglo, con lo cual llegaría a niveles no vistos en millones de años, imponiendo daños sobre la productividad de la agricultura y la pesca, disrupción frecuente de la actividad económica, destrucción física del capital y la infraestructura como resultado desastres naturales más frecuentes y más severos y deterioro de la salud”, advierte.
La lupa sobre el carbón
El uso del carbón por parte de industrias y para la generación eléctrica explica casi la mitad de las emisiones globales de dióxido de carbono y tres cuartas partes de toda la emisión de dióxido de carbono que realiza el sector de la energía. Actualmente, la mitad del consumo mundial de carbón se explica por China, que junto a India, Estados Unidos, Rusia y Japón llevan adelante el 77 por ciento del consumo global de carbón.
El Fondo subraya que el carbón es la fuente de energía más contaminante, muy por encima de los hidrocarburos. La reina histórica del carbón es Inglaterra, que está al borde de eliminar su uso, mientras que China llegó a su pico en 2013 y está en camino de la reducción, aunque al actual ritmo necesitaría 38 años para llegar a cero.
El ritmo de “descarbonización” es lento por dos factores: es difícil reemplazar el carbón en aquellas las industrias que lo utilizan directamente en la operación (que representan un tercio del consumo total de carbón) y en el caso de la generación eléctrica, las plantas en base a carbón tienen una vida útil de 30 a 40 años.
Las acciones
El informe investiga las alternativas para llegar al objetivo de emisión neta de dióxido de carbono igual a cero para dentro de treinta años (2050), para lo cual sería necesario que cada país reduzca las emisiones “brutas” en un 80 por ciento, junto al avance de bosques y otros ecosistemas naturales de captación de carbono.
“Se suele argumentar que los países que han contribuido en mayor medida al stock acumulado de emisiones deben cargar con la mitigación. Pero las economías avanzadas por sí solas no pueden mantener la temperatura en valores seguros. En cambio, si los Estados Unidos, Europa, China, Japón y la India actúan de manera conjunta, pueden provocar una fuerte caída de las emisiones”, dice el FMI.
El FMI quiere que “se lleven a cabo medidas para elevar el precio de las actividades con mayor huella de carbono a través de impuestos”. Si bien esto “incrementa el precio global de la energía y afecta a la actividad económica, los ingresos fiscales resultantes se pueden transferir a los hogares para evitar el daño sobre los más pobres”.
En segundo lugar, propone aplicar agresivos subsidios de precio y para investigación e inversión pública para abaratar fuentes de energía limpia.
Efectos económicos desiguales
Si avanza una agenda como la que propone el FMI, Europa se vería beneficiada, porque ya cuenta con un sector fuerte de energías renovables, de manera que la inversión que hay por delante es relativamente menor que en Estados Unidos, China y la India, que serían las economías grandes con mayores costos de transición. De hecho, Europa ya aplica impuestos al dióxido de carbono y Estados Unidos y China, no.
Por otro lado, las economías que dependen de la exportación de petróleo se verían directamente afectadas por esta agenda.
El FMI advierte que estas medidas se deben tomar de manera conjunta a nivel global porque si se aplican impuestos y cae la demanda de combustibles fósiles, afectaría a la baja el precio internacional, lo cual podría ser aprovechado por otros países que no aplican impuestos. Adicionalmente, las actividades más intensiva en emisiones de carbono podrían buscar relocalizarse en economías de baja regulación.