Conventillos y marineros, frigoríficos y trabajadores, fondas y prostíbulos, inmigrantes y juego clandestino. “Los que estuvieron por allí saben de qué se trata”, dijo hace un tiempo Skay Beilinson, alumbrando misterios similares a los que desprenden algunos de sus solos y armonías. El exguitarrista de Los Redonditos de Ricota inspiró una canción (la que abre “En el corazón del laberinto”, su último disco, publicado en 2019) en esa arteria más profunda que sus ocho cuadras y más añeja que los 75 años que pasaron desde el 17 de octubre de 1945: cuando aquella mañana diez mil empleados cárnicos de Armour y Swift iniciaron la primera de las movilizaciones rumbo a la Plaza de Mayo para exigir la liberación del coronel Perón, la calle Nueva York de Berisso desde la que partieron ya llevaba sobre su adoquinado medio siglo de historia.
Antes de ser el kilómetro cero del peronismo sobre el que se empezó a cimentar mitología y liturgia justicialista, la Nueva York era el nervio frenético de una ciudad cosmopolita cuya historia se desprende del nombre de sus propias calles: Marsella, Genova, Londres, Hamburgo, Lisboa, Bilbao, Belfast, Montevideo o Valparaíso son, como Berisso, destinos portuarios. Es que de puerto a puerto venían miles de inmigrantes para trabajar en los dos frigoríficos gigantes, y de puerto a puerto se iban las toneladas de carne ya faenada rumbo a otros países.
Para poder trasladar sin demoras el ganado del campo a los frigoríficos, y de los frigoríficos a altamar, los ingleses --siempre astutos en el transporte y en el comercio-- estiraron las redes ferroviarias construidas a fines del siglo XIX hasta el propio Puerto La Plata, exactamente frente a las dársenas donde décadas después se instalaron las plantas de Swift y del Armour. El canal central del río Santiago divide Berisso de Ensenada, pero en aquel entonces ambos poblados aún pertenecían a la incipiente capital bonaerense. Recién la Revolución Libertadora autonomizó esas dos ciudades, convirtiendo una en tres, acaso buscando fracturar con esa división la potencia simbólica de esa geografía fundacional en la que también convive la Destilería de YPF.
Como sea, la creación del Puerto La Plata en 1880 alrededor de varios saladeros en Ensenada y Berisso predispuso en las primeras dos décadas del siglo XX la inauguración de los frigoríficos Swift (rebautizando en 1907 el construido en 1904 como La Plata Cold Storage) y Armour (1915). Erigidos ambos sobre la calle Nueva York, consolidaron el negocio de la oligarquía latifundista y ganadera, más aún cuando el fin de la Primera Guerra Mundial demandó más exportación de carne. Una línea sobre la cual los liberales se siguen babeando: aquella que señala a Argentina como uno de los diez países más ricos durante esos tiempos. Lo que omiten es contar a qué precio.
Es que en la década de 1920 Berisso supo ser una de las ciudades más cosmopolitas del planeta gracias a los miles de inmigrantes que vivían hacinados en caseríos y conventillos y trabajaban en los frigoríficos o en otros rubros bajo salarios miserables, además del notable crecimiento de la explotación sexual de mujeres. Todo sea por escapar de una Europa raleada por la Gran Guerra. “Es la zona donde van los proletarios, marineros y rufianes a olvidar, esperando que suceda algún milagro”, dice una estrofa de “El sueño de la calle Nueva York”, la canción de Skay Beilinson. “Se quedó dormido en una mesa, la sirena del barco no escuchó, él soñaba que era un héroe proletario, allí en la calle Nueva York”, agrega en otra parte. Deseo y melancolía, esperanza y nostalgia. Suena a jazz de burdel pero sabe a tango triste. Nueva York es la Caminito al este de La Plata.
Durante las décadas del ’30 y del ’40 proliferaron por la Nueva York fondas, cafés, relojerías, sastrerías, pensiones e inquilinatos. En total había más de cien comercios y no menos de diez mil habitantes. Eso sucedía a lo largo de las seis calles principales. En las dos últimas (conocidas como “La zona”) se abrían paso prostíbulos y garitos de juego clandestino. En cierto punto la concentración que comenzó la noche del 16 de octubre del ’45 y llegó a Plaza de Mayo el 17 desde la calle Nueva York cobija un manto de justicia poética: además del relato macro sobre la “fundación del peronismo”, los trabajadores del Sindicato de la Carne agrupados y movilizados desde Berisso dignificaron su derecho a protesta tras décadas de explotación en frigoríficos creados para el beneficio de una oligarquía que los contrataba aunque, al mismo tiempo, los destrataba.
Armour y Swift llegaron a emplear unas quince mil personas, pero uno fue cerrado en 1969 y el otro en 1983, dejando una increíble cantidad de familias al desamparo. Desde ese entonces, el movimiento de la calle Nueva York, tan romantizada en el pasado, se fue apagando. Y con ella, también, parte de la ciudad. Armour fue demolido en 1985 y del predio solo quedó un largo playón como para que la Nueva York muera de pie antes de ahogarse en las aguas del Santiago. De Swift (que se mudó a Rosario) se mantienen algunas edificaciones, aunque la mayoría de ellas en ruinas.
En 2005 la calle Nueva York fue declarada Sitio Histórico Nacional, quizás un poco tarde. Aún sobreviven construcciones de madera, chapa y colores que van del rojo al celeste, además de varias casonas bajas, aunque todas ellas con mayores o menores signos de deterioro. También quedan unos pocos comercios. Y los restos de esa gran mole arquitectónica que supo ser la Mansión de Obreros, albergue que intentó reemplazar a los conventillos con el sistema de “camas calientes” en el que se alternaban los alojamientos por turnos entre inmigrantes que acababan de llegar a Argentina pero aún no habían conseguido una residencia estable. De todo aquello perduran algunos hogares, un centro cultural y el arco de entrada que indica su año de creación: 1920.