Ramón Corregidor es sin dudas uno de los ejemplos de vida militante y de lucha de los años '70 . “Peronista desde la cuna”, se fue muy joven de su Campo Quijano natal en busca de un mejor futuro a Buenos Aires. Él mismo se considera un “cabecita negra más”, que llegó para estudiar pero la necesidad laboral, y la militancia sindical que lo apasionó lo obligaron a abandonar los estudios.
A finales de los '60, llegó a ser secretario Gremial del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor, e integró la CGT de los Argentinos “junto a Rodolfo Walsh”, dijo en la entrevista como para acercar apenas una referencia.
Pero antes de la llegada de la dictadura fue arrestado y puesto a disposición del Ejecutivo Nacional en 1975. De allí comenzó su periplo de cárceles en La Plata, Buenos aires y Rawson, hasta su liberación en diciembre de 1982.
Orgulloso de su pasado de lucha, asegura no arrepentirse de nada, “dejamos la vida por un país distinto”, y es un agradecido de los organismos de derechos humanos como Familiares de Presos políticos y Madres, “a quienes muchos les debemos la vida”.
Pareja de la también referenta histórica del peronismo y los movimientos Feministas en Salta, Alicia Ramos, Corregidor, en diálogo con Salta/12 aseguró que su nueva tarea “es un desafío político”, que viene de todo lo que conoce y sufrió en las cárceles argentinas y porque a pesar de sus 78 años y su jubilación, la sangre le corre por las venas como a los 33, cuando cayó preso. Por eso, ve una posibilidad en este organismo de derechos humanos de torcer una historia de malos tratos en los establecimientos carcelarios de la provincia.
Recluido en su casa por la pandemia, asegura que vio junto a su compañera todo el acto del 17 de Octubre y que el discurso del presidente Alberto Fernández los conmovió hasta las lágrimas, “nos hizo estar aún más seguros que a este gobierno hay que apoyarlo y acompañarlo hasta el final”.
La actual conformación y funcionamiento del Comité Provincial contra la tortura se estableció en 2018, por una ley en la Legislatura. Sin embargo, aún no está trabajando plenamente, recién este año se nombró a Ramón Corregidor como integrante por la Cámara de Diputados y en estos días se espera que haga lo mismo el Senado. Pero además, no cuenta con presupuesto asignado por el Ejecutivo, por lo que le fue imposible arrancar con su tarea.
El organismo se integra por un representante del Ejecutivo, uno de la Cámara de Diputados, uno de la Cámara de Senadores y dos por Organizaciones de la Sociedad Civil. Sus miembros, tienen acceso irrestricto a todos los lugares de detención y a la información que requieran, además proponen la creación de políticas públicas.
Además de Corregidor, ya hay tres designados para integrar el Comité; el abogado Ricardo Nioi, ex director provincial de Protección y Promoción de los Derechos Humanos, fue seleccionado por el Ejecutivo, mientras que el abogado Rodrigo Sola y la especialista en archivología y militante de derechos humanos Cristina Cobos, fueron seleccionados por los organismos de DDHH.
- ¿Cómo le llegó en este momento de su vida este nombramiento y qué desafíos tiene por delante?
- Bueno, esta Ley tuvo varios avatares, porque esto arranca en 2014, justo el año que me enfermé de estrés laboral y ya comencé a pensar en el retiro. Fue un proyecto de ley del compañero Pablo Viel (ex delegado del Ministerio de Trabajo en Salta, fallecido en el 2016) y dio mucha vuelta entre las dos Cámaras.
Y recién el año pasado (por 2019), la presidencia de Diputados hizo un llamado a concurso, y yo me presenté partiendo del principio que tengo una experiencia, digamos, importante, y de allí podría aportar a esta problemática específica.
Pero ese concurso quedó desierto, porque la comisión que tenía que evaluar los postulantes cambió y por lo tanto el tiempo para evaluar también. Así que recién este año se abrió nuevamente, y la pandemia lo terminó demorando, así que se hicieron a través de reuniones de Zoom y la comisión me eligió. De ahí pasó al cuerpo de Diputados que aprobó mi postulación por unanimidad.
Para mí el cargo es un desafío político, por la experiencia muy dura que viví en las cárceles de este país.
A esta altura de mi vida, sé que puedo aportar esa experiencia a vivir en una sociedad mejor, y que los presos no sean tratados como desechos, sino como sujetos de derecho. Poder parar un poco la arbitrariedad de las fuerzas de seguridad en su trato con los presos y que la Policía deje de patotear ante cualquier detención. Están muy mal acostumbrados a maltratar.
Por eso apenas comience a funcionar el Comité vamos a hacer llegar nuestra voz de aliento a los presos y sus familiares, que la están pasando muy mal en esta pandemia, porque no pueden recibir visitas. Y vamos a hacer llegar nuestra presencia a las autoridades de los centros penitenciarios.
También vamos a insistir con el espacio, hace años no se pone un ladrillo en una cárcel. Y sobre todo hay que trabajar mucho en la formación de los que cuidan a los presos.
- ¿Cómo fue su vida en la cárcel?
- Yo estuve en Ciudad Chica, una cárcel del medioevo de la provincia de Buenos Aires, en Olavarría. Ahí caí a disposición del Ejecutivo junto con Dardo Cabo y Dante Gullo (el primero era periodista, director de la revista El Descamisado, fusilado en 1977 por los militares, el segundo el conocido político fallecido en mayo del 2019) en 1975, en una reunión que teníamos en La Matanza.
De ahí vino el golpe y pasé a la U9 de La Plata, donde estuve varios años. De hecho, en esos años vino la Comisión de la Cruz Roja Internacional en cumplimiento de los convenios internacionales que nuestro país había firmado.
Yo fui interlocutor, porque en ese entonces éramos como 10.000 presos políticos amontonados en la ciudad. En el lugar que era para uno nos hacían entrar de a dos. En dos metros cuadrados que tenían las celdas habían agregado cuchetas. Entonces la Cruz Roja no podía entrevistar a todos y yo fui comisionado por los presos peronistas.
Para un preso, que alguien venga de afuera y te pregunte “¿cómo estás? ¿qué necesitás?”, es muy importante porque te sentís escuchado. Ahí nos dieron una gran mano, porque al menos conseguimos algunas cosas como atención médica, remedios y que mejoren algo los tratos y la comida.
Recuerdo una muy graciosa, la siesta la conseguimos (se ríe), porque en la cárcel te levantan a las 6 de la mañana y no teníamos derecho a descansar un rato en todo el día.
También tuve experiencias muy tristes en esa cárcel, nos paseaban de pabellón y en enero del '77, el 6 o 7 de ese mes, lo sacan a Dardo Cabo junto a otros militantes y los fusilaron, a algunos en el camino y a otros en Campo de Mayo. Y no eran presos clandestinos, todos estaban a disposición del Ejecutivo o tenían causas. Ese fue un golpe muy duro para nosotros.
A muchos le daban la libertad y salían a las 12 de la noche y al otro día ya no aparecían, por eso, por pedido de los Familiares de presos políticos se decidió que no se liberaba más de noche. Fue muy duro ver cómo se llevaban a los compañeros a la muerte, muy duro.
El director de ese penal, junto al subdirector y los médicos recibieron una condena de Lesa Humanidad en un juicio memorable para nosotros.
Nuestra vida dependía mucho de los Familiares y de las Madres, que en aquel entonces se jugaron la vida por garantizar las nuestras. Nunca me voy a olvidar de ese extraordinario compromiso de esa gente.
Bueno, de ahí inauguramos la cárcel de Caseros, nos llevaron en el '79 porque venía la Comisión Interamericana de la OEA (Organización de Estados Americanos). Recuerdo que se estaba jugando el campeonato mundial juvenil de Japón. Ese penal tenía unos parlantes y los escuchábamos por ahí, nosotros estábamos en el piso 16 y eran cuatro pisos de presos políticos. El último, el 18, era el de castigo, “el chancho”.
Además esa cárcel tenía una particularidad, porque así viven los presos, no tenía sol, nunca podías verlo, ni patio. Las 24 horas de luz artificial. Ahí estuvimos dos o tres años y la CIDH nos visitó, pero no teníamos posibilidad de entrevistas cara a cara, era a través de un vidrio. Lo mismo pudimos dar testimonio uno por uno de nuestra situación y de las noticias que recibíamos de los Centros Clandestinos de detención.
En el año '80 me trasladaron de nuevo a La Plata y en el '82 al penal de Rawson, otra cárcel del medioevo, no tenía baño, te daban para usar una pelela, y te dejaban salir una vez al día a hacer tus necesidades.
Ahí viví la guerra de Malvinas, en noviembre del '82 me trasladaron de nuevo a La Plata y en diciembre me dieron la libertad pero vigilada hasta que asumió Alfonsín.
- ¿Y porqué lo llevan preso?
- Por ser militante político y miembro de la mesa nacional de la Juventud Trabajadora Peronista. Porque era miembro del secretariado nacional del SMATA entre el '65 y el '72. Abracé la lucha sindical en la industria automotriz y trabajé en las fabricas, fui delegado y ganamos las elecciones y formamos una corriente combativa muy importante.
En el '68 le ganamos a Vandor (Augusto Timoteo) la comisión de poderes y proclamamos a Ongaro (Raimundo) como secretario General. Ahí fue cuando se fracturó la CGT, Vandor se fue a la Azopardo y nosotros formamos la CGT de los Argentinos en la sede de los Gráficos, junto a entre otros Rodolfo Walsh, que era secretario de Prensa.
Por todo eso termino a disposición del Ejecutivo.
- ¿Cuándo salió de la cárcel, que hizo?
- Me volví a Salta, tuve la posibilidad de volver a pelear el gremio, pero fue una experiencia muy ingrata. Uno es un dirigente gremial honesto y cuando salís afuera nadie te da laburo. Así que me vine. Acá formamos Intransigencia peronista en febrero de 1983, entre los que vinieron estuvo Nilda Garré.
Jugamos la interna peronista, porque creíamos que la mejor forma de defendernos era pelear políticamente nuestro espacio, que venía de una historia de la que no nos arrepentíamos de nada, habíamos dejado todo por nuestras ideas y por un mejor país.
En esa interna famosa nos gana Roberto Romero, entre las cuatro listas que había, nosotros éramos la lista blanca. En ese momento ya usábamos los carteles reclamando los juicios contra los responsables de la muerte y desaparición de los 30.000 compañeros e incluso planteábamos el tema de la deuda externa.
Al año siguiente entré como secretario del Bloque Justicialista a la Cámara de Diputados, era la primera vez que trabajaba para el Estado, y de ahí pasé a ser director del Área legislativa, después pro secretario, coordinador, hice toda la carrera, y en el 99´ llegué a secretario Parlamentario de diputados hasta que en el 2015 me enfermé y en 2016 me jubilé por pedido expreso de los médicos, porque estaba ya con un estrés galopante.
Pero me fui aplaudido por todas las fuerzas políticas del cuerpo y con medalla de oro, era una reivindicación a que un trabajador legislativo llegue a ser secretario de la Cámara, es un cargo honroso, importante.
Pero bueno, como dicen el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, me recuperé, me preparé para este cargo y quiero volver. Además por el apoyo que recibí de tantos organismos de derechos humanos a nivel nacional y local, como del abogado David Leiva de Orán.
- ¿Y cómo llegó a La Plata?
- Yo nací y viví siempre en Campo Quijano, al igual que mi hermano que lo perdí hace pocos días (por Covid-19), éramos de familia muy humilde, y me fui en una oleada de cabecitas negra a trabajar a Buenos Aires, quería estudiar la carrera de ingeniería, comencé a trabajar en Fiat, pero no pude continuar porque al poco tiempo me hice delegado del SMATA. Después cambié de fábricas, estuve en Chrysler, Volkswagen, y ahí fui comisión interna de 4.000 obreros hasta que pasé a ser miembro del secretariado nacional.
- ¿Siempre peronista?
- Siempre, desde la cuna, como decía Perón. Mi viejo era Peronista, y en elecciones se ponía traje y corbata porque era fiscal de mesa, que era un orgullo. Yo recuerdo mi infancia cuando llegaba al correo el pan dulce que mandaba Eva Perón, lo íbamos a buscar a la estafeta postal de Campo Quijano.
- ¿Cómo vivieron el acto del Día de la Lealtad?
- Muy emocionados con Alicia, mi compañera de toda la vida. Creo que era hora que se movilizara el pueblo, incluso trascendiendo al 17 de Octubre, porque ayer se movilizó el pueblo peronista, es verdad, pero creo que fue una movilización mucho más abarcativa de lo que se pensaba en un principio. Fue un punto de inflexión, de aquí en más tenemos que respaldar masivamente a este gobierno nacional.
- ¿Cómo conociste a tu compañera, Alicia Ramos?
- A Alicia la conocí cuando llegó al bloque Justicialista en el año 1984, como asesora, porque es licenciada en Ciencias de la Educación. Ahí nos enamoramos y tuvimos a un hijo, que hoy pertenece a la FOP (Frente de Organizaciones Populares), dentro de la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular), y tenemos un nieto.