Marcelo Bielsa recrea el sueño de todo amante del fútbol en Elland Road: el entrenador argentino toma un café mientras mira, sentado, el buen juego de su equipo, el Leeds United, siendo protagonista en su recepción del Wolverhampton, por el cierre de la quinta fecha de la Premier League. A sólo nueve minutos del inicio, aunque con problemas en la puntada final, los dirigidos por el Loco ya pisaron el área siete veces.

A cualquiera se le apetece esa escena, a pesar de que el resultado no acompañará esta vez al argentino: el Leeds salió con todo para alcanzar al campeón vigente Liverpool, en el tercer escalón de la tabla inglesa, pero no lo logró. Más todavía: se fue de casa con una derrota.

El problema del hilado final de las ofensivas, que también fueron decayendo a lo largo del partido, fue el mismo de principio a fin. El rodeo inconcluso le costó caro al conjunto de Bielsa: no sólo dejó escapar la valiosa oportunidad de quedar a tres puntos del Everton, el líder del certamen.

También actualizó un recuerdo que seguramente no hará feliz al Loco: el del último juego del Leeds sin convertir en el arco rival. Aquella otra vez fue en el 0-2 ante el Cardiff City, todavía por el Championship. Entre aquella memoria y este presente, reunidos ante la falta de gol, pasaron 13 partidos, 120 días y 31 tantos del Leeds.

Pasados los primeros diez minutos de ese asedio del conjunto conducido por el rosarino, con Koch y Klich al manejo de los hilos ofensivos, llegó algo de calma para los Wolves, que en esa ráfaga inicial casi no pudieron hacerse de la pelota. En ese respiro, los visitantes tuvieron su primera llegada y mostraron el flanco débil del ataque del súperpoblado Leeds al acecho: su banda izquierda. Fue por allí que, a los 26 minutos, Pedro Neto se mandó una corrida de contragolpe, con su compañero Raúl Jiménez en la mira rumbo al área: Struijk llegó justo a tiempo para cerrarle el primer palo y luego el portugués se demoró demasiado pensando en la segunda resolución y perdió la pelota.


Claro que después los de Bielsa, que tienen una dinámica de juego aceitada y es evidente que la disfrutan, volvieron a la carga. De los 28 a los 31 minutos de la primera parte, fue otro asedio constante al arco custodiado por Rui Patricio. Rodrigo fue quien más inquietó al arquero portugués (de cabeza, primero; con un fuerte zurdazo después), aunque la jugada que funcionó de metáfora de esta tarde del Leeds la cerró, fallidamente, Bamford: un furioso ataque de derecha a izquierda que inició con Ayling, pasó por Phillips y llegó al nueve luego de que Harrison se la cediera de primera. La volea agarró al punta en movimiento frente al arco y no pudo ajustar su toque, que se fue desviado.

La más clara, sin embargo, la tuvo el Wolverhampton en el último minuto de los 45 iniciales. Otra vez por la derecha, otra vez de contra, una llegada hasta el fondo siguió en un centro hacia la banda izquierda que capturó Saiss y cedió rápido para Podence, que remató solo desde el punto penal. Los fanáticos del Leeds se asustaron desde la previa del impacto del 10 de los Wolves y hasta que vieron a su arquero Meslier contener el tiro, aunque con rebote (y rebrote del susto) incluido. En la segunda parte, Podence -uno de los mejores de la cancha- volvió a hacer trabajar al uno del Leeds, esta vez con un zurdazo desde la medialuna del área que hizo volar al arquero para mandarla al córner.


En los 45 minutos finales, los de bordó se animaron a profundizar esos ataques que habían dañado al Leeds en la parte inicial. Y luego de un gol anulado a instancias del VAR, los Wolves fueron por más: el equipo del portugués Nuno, en algún momento de ese pasaje, se calzó el espíritu futbolístico del Leeds. Fue con esa dinámica encima, con la posesión y lucidas incursiones al arco rival, que llegó el gol (en contra): a los 52 minutos, Raúl Jiménez se inventó una gran jugada, apilando a dos rivales y gambeteando antes de pegarle a la pelota, que Phillips desvió en su vuelo aéreo y enterró en la red.

Los ingresos de Raphinha y Hernández le aportaron al Leeds, que volvió a hacerse de la posesión. Pero siguió sin claridad -como al principio- en la puntada final, en el toque que vence el arco, en la acción fina que requieren las ofensivas de tres cuartos para adelante. Además, el ordenado Wolverhampton ya había hecho su trabajo y, de la mano de Neto, Podence y Jiménez, había enarbolado inteligentes ataques que, incluso, vencieron dos veces la valla del Leeds. Una fue (justamente) anulada y la otra, que no lo fue, selló el triunfo de los Wolves por 1 a 0 y actualizó una extraña escena del fútbol: un partido en el que el Leeds se despide sin convertir un gol.