La obra de Ana López posee una originalidad que se debe en especial al aspecto vivencial, vital y comprometido de sus propuestas. De manera paralela, ella ha elegido de modo libre pero no casual sus materiales preferidos: la calidez del papel, aunque en algún momento se haya referido a su relación con él como “un amor tóxico”, y la cerámica, material que necesita del calor del fuego para cumplir con su proceso final.
Las Comandantas, en versión cerámica y papel, y Las Otras-Nosotras, en cerámica, son las tres series recientes que Ana López presenta en su exposición individual en Waldengallery.
La artista realizó entre enero de 2019 y parte de 2020 este conjunto de retratos imaginarios, aunque basados en identidades simbólicas de mujeres que luchan y militan de manera pública y privada por sus derechos, en especial en el presente y en Buenos Aires, donde se hallan las instituciones representativas de las democracia como el Congreso de la Nación. El término “comandante/a” remite a cargos de jefatura militar de rango superior, lo que implica sobre todo una actitud de defensa colectiva propia. Así, comandantas son mujeres que se unen para defender el territorio de sus propios derechos como género, de manera manifiesta, colectiva y pública. Tal como si se armaran en milicias para tal fin.
El presente año es decisivo para la igualdad de género en todo el mundo. El lema elegido en 2020 por Naciones Unidas es “Soy de la generación de la igualdad: por los derechos de las mujeres".
Ana López tomó desde tiempo atrás a mujeres de modo individual y colectivo como protagonistas de sus obras: entre otras, a ella misma en el libro Un sueño del siglo pasado, 2001; Lurdes Ventura, una vida ejemplar, 2006; Ellas, libro de artista, dedicado a seis mujeres que fueron las primeras de su familia en llegar a América, 2003; entre otos.
Para esta oportunidad Ana creó estos tres grupos simbólicos de mujeres individuales y les dio, por medio de la cerámica y el dibujo, identidad a cada una de ellas. No hay una igual a otra. Las Comandantas, tanto en cerámica como en papel, son diferentes entre sí, aunque las igualan las capuchas negras que sólo dejan ver los ojos y las bocas. Así, resulta elocuente la variedad de expresiones que corresponde a las personalidades y apariencias propias. Los ojos y las miradas son elocuentes, también lo son los labios y el resto de sus facciones. Cada una tiene nombre: Tina, Lubina, Mechita, Carola, Las Loto, entre otras.
Es decir, la identidad está dada también por la singularidad de cada una a partir de la concepción misma de su imagen. Este dato subraya el compromiso e identificación de la artista con estos grupos de mujeres en requerimiento de sus derechos. Se subraya, además, la importancia de la presencia de cada una de ellas desde su propia individualidad. […]
Algunos de los conceptos que evocan los tres conjuntos de retratos de Ana López en esta exposición se acercan a la mirada de la arista y crítica estadounidense Suzi Gablik, quien varios años atrás observó que “el sistema dominante del arte había sido organizado en torno de ‘objetos’ más que en torno a ‘relaciones’, y se lo había separado de interacciones participativas y recíprocas”. El arte había caído dentro de un modelo individual insular. Para revertir esa prioridad, dando primacía a la interacción y las relaciones humanas, se trataba también de revertir el modo en el cual los artistas veían su rol, lo que implicó para el arte una deconstrucción radical del “modelo estético” en sí mismo. Hubo mucho trabajo a partir de esa toma individual y colectiva de conciencia. Las obras de Ana López en esta exposición se unen a la idea de Gablik que sostuvo en Deconstruir lo estético-Orientando hacia un ethos femenino.
* Ensayista y curadora. Fragmento del texto escrito para la muestra, que sigue hasta fin de mes en Waldengallery, Viamonte 452, de lunes a viernes, de 13 a 17.