Enmarcado en una de las puertas de su departamento de San Telmo, la narradora Ana María Bovo creó un escenario para sus presentaciones vía streaming. El punto de vista de la platea virtual de su teatro doméstico coincide con el de la habitación que ocupaba su hija Laura, quien hoy vive en Francia. En esa casa donde el piso de madera “cruje igual que un viejo escenario”, según describe la artista en conversación con este diario, en sus comienzos practicaba frente a su hija el abc de la comedia, es decir, el dominio de la velocidad y la pausa que requiere una interpretación eficaz: “Cada ocurrencia tiene su timing” señala Bovo, quien aclara que por entonces debió esforzarse dado que había comprobado que “nunca tuve comprados los laureles de la risa de mi hija de tres años”. Luego de haberse ganado un lugar en su profesión, resurgieron en ella antiguos miedos, dadas las actuales condiciones de representación.
Cuenta Bovo que le costó sumarse al streaming. Recién transcurridos los primeros tres meses de cuarentena pensó que podría animarse a actuar “sin escuchar aplausos, risas o suspiros”. Fue entonces cuando, buscando un fondo para el espacio que le brinda el marco de la puerta, rescató un telón de pana rojo comprado una tarde de domingo de 2014 en la feria organizada por el Teatro La Carbonera, que cerraba sus puertas tras 20 años de actividad. La iluminación adecuada fue otra cuestión a tener en cuenta. “Usé lo que tenía a mano y así fue como envolví una lámpara en pañuelos y metí otra dentro de una caja de zapatos”, detalla.
Junto a un pequeño equipo de producción, la narradora se animó a estrenar Humor de puerta a puerta, el primero de sus espectáculos en vivo por streaming. “Aparecer frente a la computadora me parecía muy poco teatral”, cuenta esta actriz especializada en relatos literarios, quien también subraya que su decisión tuvo que ver con el “legitimar el ámbito doméstico como espacio para la investigación y la creación”. Una de las actividades que comenzó a desarrollar con la cuarentena fue una suerte de observatorio cotidiano con la idea de compartir en las redes un registro diario del aislamiento. Así, trabajó “sobre el concepto de mirar las mismas cosas a diferentes horas del día hasta encontrarles su propio destello”, según apunta.
Y mientras realizaba esa exploración detallista fue surgiendo la idea de armar una antología de textos extraídos de espectáculos estrenados tiempo atrás. Buscó relatos muy trabajados, para refrescar las reacciones de su público. “Tenía que trabajar desde la memoria de lo que pasaba en las funciones”, asegura, de manera que, reconstruyendo el ritmo del discurso pudo prever dónde el espectador soltaría su risa: “Es un gran estrés hacer humor sin retorno, hay que poder bancárselo”, afirma. El repertorio que armó incluye textos de autores como Isidoro Blaisten, Daniel Moyano y Katherine Mansfield, además de narraciones de su propia autoría.
“Estrenar un espectáculo en esta nueva modalidad fue tan cansador como el estreno en sala”, compara Bovo. Con la ayuda de un asistente en la propia casa, más dos personas que en forma remota oficiaron de anfitrionas, tuvo la sorpresa de actuar “para espectadores virtuales de Chaco, Corrientes y Misiones, de Comodoro Rivadavia, de Colombia, Ecuador y España…fue un alivio comprobar que las emociones vencían la barrera de la pantalla”, asegura Bovo, quien el sábado 31 de octubre presentará en coproducción con el Celcit el espectáculo Historias de amor puerta a puerta. “Es un modo de compartir esta forma de hacer teatro con las salas que me cobijaron”, señala la artista quien prevé coproducir nuevos streaming con La carpintería y con Santos 4040.
Acerca de otro espectáculo que concretará en la misma modalidad pero desde el escenario vacío de la sala ubicada en la calle Santos Dumont, adelanta: “Estoy trabajando con las Anticonferencias, de Isidoro Blaisten, en las que habla de la solemnidad de la literatura que, mal enseñada, aleja a los chicos de la lectura”. Con la idea de “separar la literatura del tedio”, Bovo pensó en encarnar a tres conferencistas de diverso tono cuyos textos van transformándose. “Quiero trabajar los límites de la disertación y la narración, cuando un discurso de exposición se transforma en literatura mediante la sutileza, el humor y la belleza de las palabras. Y de este modo correrme de la solemnidad que lo empaña todo”, cuenta. Cuando comenzó a pensar este espectáculo antes de la cuarentena, la narradora se imaginó vestida con un elegante piyama, algo que hoy le suena anticipatorio. Lo estrenará de manera virtual, pero cuando lo presente en sala, augura que “el piyama quedará como un vestigio de un tiempo pasado”.