Hace diez años, el militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra, era asesinado por una patota que respondía al entonces secretario general de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, en el barrio de Barracas. El joven de 23 años se encontraba reclamando junto a un grupo de trabajadores tercerizados de la línea del ferrocarril Roca que pedían ser incorporados a planta permanente. En el décimo aniversario de su muerte, PáginaI12 conversó con su hermano, el ex legislador porteño Pablo Ferreyra. Pablo recordó la vida de Mariano, dedicada a la militancia, y reflexionó sobre la vigencia de sus reclamos.
-¿Quién fue Mariano y cuáles eran las causas por las qué luchaba?
--Empezó militando desde muy chiquito, a los 13 años y un poco lo hizo siguiendo mi ejemplo como hermano mayor. Fuimos incorporando la militancia juntos a través de actividades que hacíamos en un terciario al que íbamos. Después vino su crecimiento y militancia individual en el Partido Obrero. Los dos somos de Sarandí, Avellaneda, y tuvimos una familia que no estaba muy politizada. Las tareas que hacía Mariano eran las que hace cualquier militante. Hay que desmitificar la idea del gesto heroico, ya que intervenir es algo que hacen muchos militantes cuando ven una injusticia o una desigualdad. En el caso de él, por la cercanía geográfica y por la presencia importante del sistema ferroviario y su precarización a partir de los '90, una de sus tareas era acompañar al movimiento de trabajadores tercerizados que buscaban el pase a planta permanente. En ese momento había más de mil despidos de diferentes cooperativas que había formado la propia conducción de la Unión Ferroviaria liderada por Pedraza y que buscaban la tercerización de los trabajadores como parte del proceso de desguace que comenzó en los '90.
--¿Qué reclamos marcaron a su generación como militantes?
--Ambos formamos parte de una cultura política que militó en contra de la destrucción y privatización del gobierno menemista de todos los servicios públicos, entre ellos, del ferrocarril. Lo más paradójico del caso es que esa privatización fue acompañada por un sindicato que en algún momento defendió a los trabajadores. La Unión Ferroviaria fue uno de los primeros que en los '70 le hizo huelga a la dictadura militar de la mano del mismo Pedraza, pero luego hubo en los '80 y '90 una deformación de esa figura hasta convertirse en una persona que estaba de los dos lados del mostrador: era un sindicalista que formaba cooperativas truchas para poder tercerizar trabajadores.
--¿Qué vínculo se puede trazar entre el asesinato de Mariano y el de otros jóvenes militantes políticos como los de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán?
--Hay una lógica de represión de las fuerzas de seguridad contra los jóvenes que suele repetirse porque es un sector movilizado. La militancia de Mariano y la de muchos de nosotros estuvo muy marcada por las muertes de Kosteki y Santillan. Creo que ellas se fusionan con la de Mariano, más allá de ser diferentes, ya que el caso de mi hermano mostró que la sociedad, después de la masacre de Avellaneda, ya no aceptaba de la misma manera la muerte de un militante joven. Lo que abrió el asesinato de Darío y Maxi fue la política de no represión del gobierno de Néstor Kirchner, y luego la muerte de Mariano generó un efecto social muy fuerte de rechazo. La gente salió a la calle y hubo una crisis política dentro del kirchnerismo. Rápidamente desde el poder político se pusieron a trabajar y a presionar al Poder Judicial para poder esclarecer lo sucedido. En tres años se logró la condena en una Justicia que, en general, tiene tiempos más lentos.
--¿Cómo es la situación de los detenidos por el asesinato de Mariano?
--La mayoría de los condenados está ante el beneficio de tener salidas transitorias --una salida mensual con tobillera para ver familiares-- porque son condenas de 18 años de los cuáles ya pasaron diez. El juez Axel López me informó que existía la posibilidad de ese beneficio para varios por tener buena conducta y estudiar y me preguntó qué sentía al respecto y si creía que estaría segura mi familia en caso de que sucediera. Cristian Favale --el asesino de Ferreyra-- es uno de ellos y no me voy a oponer a las salidas si siento que los medios de control electrónicos van a funcionar y va a estar monitoreado. No siento que haya una cuestión personal contra mi familia y creo que no puedo negarme porque con respecto a otros casos he tenido una actitud de pensar en la reinserción social de una persona privada de su libertad y en este caso es igual, no voy a divorciarlo más allá del sentimiento negativo que uno pueda tener.
-En el caso de Mariano, además de complicidad policial, también hubo sobornos en el Poder Judicial. ¿Cómo continúa esa causa?
--El expediente de sobornos comienza porque se buscó comprar a un camarista para favorecer la situación de Pedraza. Esa causa en este momento ya tiene pedido de juicio oral. Y con respecto a la Justicia en general, estamos viendo cómo el Poder Judicial sigue siendo un sector de poder que aún está frenando los debates sobre su democratización. Seguimos sin tener juicio por jurado y sin distribuir mejor el poder. Hay muchas cosas que deben cambiar y el problema es que ante la primera modificación se reacciona de forma negativa.
-¿Qué vigencia tienen hoy los reclamos por los que militaba Mariano?
-Lo de Mariano dejó girando en el aire varias cuestiones: una de ellas es la de la tercerización laboral y las herramientas de precarización que hoy son atroces. Mariano no se hubiera imaginado nunca que iba a haber gente en motos cargando cajas en la espalda para repartir comida ganando pocas monedas, sin ART y sin seguro social. La precarización y atomización que hay en el mundo del trabajo es algo contra lo que hay que seguir militando. Todavía falta decisión política, herramientas de control y que el Ministerio de Trabajo implemente regulaciones al respecto.
Informe: Melisa Molina