Crowd-pleaser: en la jerga cinematográfica, dícese de toda aquella producción cuyo principal objetivo suele ser el dejar felizmente satisfechos a todos y a cada uno de los miembros de la audiencia. Un golpe con estilo es precisamente eso, además de un ejemplar acabado de la geronto-comedia de alcurnia, dado el pedigrí inobjetable de sus protagonistas. La película protagonizada por Morgan Freeman, Michael Caine y Alan Arkin es, a su vez, una suerte de remake de la homónima Going in Style, olvidado título de 1979 dirigido por Martin Brest, quien conocería glorias mayores con Un detective suelto en Hollywood, Perfume de mujer y ¿Conoces a Joe Black? Aquí el responsable de capitanear el impracticable robo de un banco por un trío de jubilados es el actor y realizador Zach Braff, que parece haber decidido eliminar cualquier atisbo de preferencia estilística para llevar adelante el proyecto de la manera más directa y transparente posible, dejando que sea el carisma de sus actores y los diálogos (con fuerte apoyo en el impacto de la frase breve e ingeniosa) lo que motoricen una porción importante de la historia.
El villano de la película es de manual, en particular luego de la explosión de la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos: una entidad bancaria. Sin la indispensable pensión jubilatoria ante el retiro del mercado local de la empresa en la que trabajó durante décadas y a punto de perder su casa por una demanda del banco, Joe (Caine) –quien pasa sus días acompañando a su nieta a la escuela y jugando a las bochas– decide sumar a sus dos amigos de toda la vida en un plan en apariencia imposible: entrar al edificio en cuestión y, en apenas dos minutos, vaciar todas las cajas con la suma exacta que la empresa les birló, con la colaboración de la banca. Y todo ello sin matar, herir ni traumar a nadie en el camino. Los compinches responden al nombre de Willie (Freeman), que anda necesitando urgentemente un donante de riñones, y su compañero de cuarto Albert (Arkin), el más cáustico de los tres y el que más resistencia ofrece, al menos en una primera instancia, al insólito plan criminal.
Amable de principio a fin, pletórica de gags sobre achaques y reducidas esperanzas de tiempos de vida –pero con un momento fumón e incluso la idea de que el sexo puede seguir siendo un componente cotidiano en la tercera edad, cortesía del personaje interpretado por Ann Margret–, Un golpe con estilo no ofrece nada demasiado estimulante ni novedoso ni genuinamente emocionante. Pero si, en el fondo, se trata de un film absolutamente rutinario y, por momentos, incluso poco agraciado, el combo Caine-Freeman-Arkin levanta la puntería un puntito gracias a dos características evidentes: su mera presencia y la voluntad con la cual encararon el proyecto. Si bien es sabido que no resulta fácil conseguir buenos papeles a partir de ciertas edades, en lugar de jugarla de taquito y por el bolo, los tres parecen haberse tomando la idea con sentido del humor y profesionalismo.