Aplausos in crescendo para empezar. Tienta saber por qué. Por suerte, el enigma se resuelve rápido. Menos de un minuto transcurre entre los créditos del comienzo y alguien que dice: “Hola, bueno, como músicos invitados hoy están en batería Rodolfo García, y Luis Alberto Spinetta en guitarra y voz”. El que dice es el guitarrista Nono Belvis, durante uno de los conciertos que MIA dio en el Teatro Santa María, en 1978. Acto seguido, se escucha al mismísimo Flaco. “En MIA encontré un calor impresionante desde el punto de vista humano y condiciones musicales alarmantes. Es interesante la labor desinteresada que están haciendo para la música nueva y bien inspirada en nuestro medio”, se manifiesta el creador de “Fina ropa blanca”, antes de encarar los tres temas en que participó: “Ciega lejana orilla”, canción que solo volvió a tocarse en el primer concierto de Jade, el 20 de mayo de 1980, con Lito Vitale en teclados; un instrumental llamado “El retrato de la Nona”, dedicado por Spinetta a la abuela de Lito; y la primera versión de “De tu alma”, bella pieza que luego se transformaría en “Quedándote o yéndote”.
Desde lo musical, obvio, los motivos son más que suficientes como para dejar todo y prestar ojo, oído y alma a Rivera 2100 - Entre el ser y la nada, documental cuyo fin es precisamente contar la historia de Músicos Independientes Asociados, a través de la pareja que impulsó la agrupación: Rubens “Donvi” Vitale y Esther Soto. “Lo que tiene de particular este documental es que da cuenta del trabajo de mis viejos, dos personajes que tuvieron una vida muy nutrida, de mucha búsqueda, con muchos volantazos y también muchas historias que confluían en una misma, hasta el final. La impresión que me queda es que no les alcanzó la vida para llevar a cabo todos los planes que tenían. Fueron incansables y esto es un lindo ejemplo para todos”, explica Lito Vitale, hijo menor de Donvi y Esther.
El estreno del film dirigido por Miguel Kohan (ver abajo) será mañana jueves a las 22 por Cine.ar TV, y seguro sorprenderá gracias a un sólido y entrañable relato audiovisual que incluye lindas nostalgias provenientes de la casa de Villa Adelina, donde se fundó la agrupación (el nombre de la película, de hecho, es la dirección de aquella), y el rol central que cumplió la pareja. “Al mirar el documental, sentí con mayor intensidad la envergadura que tuvo la movida de MIA, porque cuando pasó aquello, tanto Lito como yo estábamos saliendo de la adolescencia y disfrutábamos mucho de la creación intramuros, en la que éramos libres, aún en tiempos de dictadura. Pero luego, pasando los años, las cosas se ven cada vez con más nitidez. Aquello de seguir haciendo en tiempos malos y de dónde se pueda da un mensaje al presente, porque esta bueno revisar cómo una cuidó su obra. Eso es lo que me dejó el documental, algo atado por supuesto a la vida y a lo que hicieron estos dos locos de mis padres, que no sabían ir para atrás”, testimonia Liliana, en zoom junto a Página/12 y su hermano Lito. “Totalmente… los viejos hicieron historia”, refrenda el tecladista que, por otra parte, este sábado a las 21.30 presentará el espectáculo virtual Agitando pañuelos, junto a Juan Carlos Baglietto y Patricia Sosa, en el streaming de El Templo.
La idea original del film fue de Marcelo Schapeces y Mariana Erijimovich. Ambos productores le propusieron a Lito hacer un documental sobre la familia. El pianista escuchó, pero contrapropuso hacer algo más focalizado en los orígenes de MIA, en la casa de Villa Adelina. Pero, pese a que tal fue la idea que primó, no se vio tan reflejada en el resultado final, dado que aquella casa solo aparece a través de una foto con su fachada en ciertos pasajes del material. “El guión tomó su propio vuelo y nosotros ahí no nos metimos. Solo dimos algunos archivos a través de Fidel, el hijo de Lili que trabajó muy cerca de sus abuelos, y pusimos la casa de San Telmo para la reunión de MIA a la que, como se ve en el trabajo, asistieron muchos excompañeros y excompañeras del grupo. Fue muy emotivo volver a cantar entre todos 'La cantata Saturno'”, señala Lito.
La mayor parte del rodaje, en efecto, se desarrolló en la casona de San Telmo, donde Esther y Donvi se mudaron en 1985, el mismo año en que el multiinstrumentista Lito armó su primer trío con Jorge Cumbo y Lucho González. La gran casa es el epicentro de un relato cinematográfico que va y viene en el tiempo ensamblando imágenes, palabras, dibujos, músicas y fotos, como un collage de sentido, en el que las ideas políticas de Donvi se cruzan por ahí con una bella melodía al piano de Lito; la voz de Esther, recordando el momento en que conoció a su compañero y ambos planearon hacer sirviñaco antes de casarse; e imágenes de Liliana dando clases de canto mientras toma mate. Pinta mucha emoción también cuando algunos de los integrantes de MIA (Alberto Muñoz, Carlos Melero y Verónica Condomí, entre otros y otras) emergen hoy evocando ese ayer. O cuando se lo escucha a Mex Urtizberea -altivo émulo del pedagogo Donvi- recordarlo con palabras de alto impacto, al igual que las de Miguel Grinberg o el Indio Solari, que aparece al al final manifestándose como un “soldado de Lito”.
-El leit motiv del documental parece ser ese dicho que repetía Donvi acerca de vivir “una vida con goyete”. ¿Cómo y con qué sentido surgió esa frase?
Liliana Vitale: -Era algo que mi papá decía mucho. Se refería a la vida con un sentido profundo. Al compromiso del pensamiento con la acción, quiero decir, y a la idea de llevar adelante lo colectivo, de construir con estos ladrillos que somos. Ladrillos imperfectos, pero con los que podías edificar lo que soñabas.
-Hace un par de generaciones el dicho popular era al revés. Lo que se acostumbraba decir era: "Esto así no tiene goyete".
Lito Vitale: -Tal cual, algo así como "esto no tiene sentido", sí. Pero mi viejo lo dio vuelta, porque para él lo que hacías tenía que tener goyete, tenía que estar pegado a lo que vos querías. ¿Tenés que ganar dinero para vivir? Perfecto. Pero también hay que hacer algo que valga la pena. Combinar las dos cosas o hacerlas por separado, pero hacerlas.
-Por su parte, Esther, en uno de sus testimonios, se queja de que nadie le salió por el lado de lo que ella era -antropóloga y arqueóloga- y que por eso tuvo que dedicarse a la parte organizativa.
Lito: -(Risas) Es real, sí. Igual, ella iba a la facultad y le vendía entradas de los conciertos de MIA a los alumnos, y así fue que empezó a dedicarse a ser manager dentro de la cooperativa. Y lo hacía muy bien, al punto que el día que se murió, en el chat de managers empezaron a recordar anécdotas hermosas sobre ella. No sé, uno tenía una especie de distorsión debido a que mi vieja tenía un carácter muy fuerte y suponía que para mucha gente era infumable. Pero todo lo contrario: para muchos fue una persona muy especial, una mujer que hizo un muy buen trabajo, incluso careciendo de un proyecto artístico fácil de difundir. Al contrario, siempre fueron cosas raras, particulares. No éramos cancionistas con canciones cortitas y pegadizas.
-Las escena en que aparecen ustedes mirando fotos del archivo del grupo genera una sensación de espontaneidad y sorpresa a un nivel de sentimiento. ¿Quien tuvo la idea de registrar tus reacciones y las de Liliana ante la proyección de diapositivas?
Lito: -Las reacciones son totalmente genuinas, sí. Por lo menos en mi caso, cada comentario que hago tiene que ver con alguna imagen que no veía hacía años. Las diapositivas nos conectaron con momentos clave, sobre todo en la época de MIA
Liliana: -Fue Miguel el que trajo el proyector y resultó como una emboscada (risas). Nos sentó ahí y nos dijo "miren". Por eso logró captar ese asombro y esa ternura que nos provocaban las fotos. Recuerdo que después de eso me quedé en casa hasta la madrugada revisando todo, porque no podía creer lo que habían encontrado. Fue algo hermoso.
Miguel Kohan, el director
Cómo mostrar un universo
Miguel Kohan, realizador independiente, fue presa feliz del imparable Lito Vitale, cuando éste lo convocó a dirigir el proyecto que tenía en mente, junto a Marcelo Schapeces y Mariana Erijimovich. “Me sentí muy halagado cuando Lito me convocó, porque era un proyecto que me había cautivado desde que conocí a MIA. Me parecía necesario hacerlo para tener una mirada de aquella experiencia”, dice Kohan a Página/12. No es superfluo, claro, arrancar por el vínculo entre el cineasta y los Vitale. Se conocen desde el segundo lustro de la década del '70, cuando Kohan estudiaba medicina a la vez que sacaba fotos para Expreso Imaginario, revista muy vinculada al rock progresivo de la era. “Así fue que llegué una vez a un recital de MIA y quedé deslumbrado por su calidad musical, por la puesta de escena, y por la manera autogestiva y colectiva de generar encuentros por fuera de los modelos clásicos de convocatoria”, evoca el también director de Salinas grandes y la reveladora Café de los maestros.
La legitimidad de Kohan para dirigir el documental proviene obviamente de ese lazo vital. Fue testigo directo de la acción autogestiva de la agrupación de Villa Adelina. Vio por caso cómo Esther Soto, mater del clan, gestionaba presentaciones y grabaciones de discos. Hurgó y sacó mucha data de la vasta biblioteca de Donvi. E incluso tomó clases de piano con Lito. “Esas clases fueron inolvidables”, se emociona el también es psicoanalista. “Pero lo que nunca imaginé es que fuera a dirigir una película sobre el tema. Ese encuentro previo en los '70 me permitió desarrollar la película con fluidez, con verosimilitud y mucha atmósfera”.
-¿Cómo la trabajaste desde lo estético y desde lo conceptual?
-El desarrollo estético se planteó de entrada y en parte fueron los espacios los que marcaron una estética de imagen. La casa donde transcurre el relato fue un motivador estético importante, porque despertó una manera de poner la cámara y de elegir los lentes. A medida que nos adentrábamos en el lugar, se fue dando casi como en un documental de exploración, porque iban apareciendo distintos elementos e islas conceptuales. Incluso Lito y Liliana revelaron en una reunión que había un concepto que les interesaba mucho: la idea del “goyete”, término que adoptó Donvi y que ayudo mucho a brindarle un norte a la película. Es cierto que en un trabajo como éste es inevitable la música, pero de todas maneras el concepto de “goyete” como regidor de los principios de los Vitale en central.
-¿Cómo hiciste para elegir sobre el amplio mundo musical e iconográfico de la familia? Hay mucho material que seguramente fue necesario jerarquizar.
-Fue la parte más laboriosa y fascinante porque, además del mundo musical, había otros que estaban en una honda interacción con la creación de ese tipo. Ese mundo era complejo y tan vasto que me sorprendió por su magnitud y humanismo. Lo que mejor grafica esto es la enorme biblioteca de carpetas que diseñó Donvi para guardar sus ideas, notas, reflexiones y revistas. Por otro lado, Esther Soto me obsequió un libro sobre literatura geográfica, un islario con islas de todo el mundo, e incluso de aquellas que no existen o maravillan. Este libro fue un iluminador del camino a seguir y entró en diálogo con esa biblioteca tan llena de ideas. Es más, fue lo que nos permitió armar "islas" de conceptos que, más que una jerarquización, nos trazó como una hoja de ruta basada en una intuición fruto de la investigación profunda.