Orlando y Mikael pensaron que si se transformaban en mujeres su vida podía ser un poco más apacible. Entonces aceptaron intervenir su cuerpo quirúrgicamente. El bisturí llegó hasta el alma. Orlando logró ser más feliz al conformarse exclusivamente con las tareas domésticas de una mujer casada. Lo consiguió aún con un cuerpo que no respondía completamente a las cavidades y placeres de lo femenino. La experiencia de Mikael fue igual de frustrante que sus días como varón. La soledad lo dejó siempre en el mismo lugar inconcluso, detenido en el lamento de quien no comprende el mundo.
Estos dos seres se encuentran cuando ya no pueden definir su sexo. Son Los arrepentidos, el título del texto de Marcus Lindeen que no tiene pretensiones de ficción. La dirección de Daniel Veronese sostiene la puesta en esa hechura documental, en esa sensación de sorprender a Orlando y Mikael en una conversación casual donde necesitan de la confidencia para curarse. El material asume la tarea de pensar el arrepentimiento bajo la frondosidad de no terminar de descifrar el propio deseo. Orlando es gay y su devenir mujer tenía que ver con la ambición de concretar un vínculo con un hombre desde cierta docilidad que él imaginaba femenina. Mikael fue hacia su mutación para lograr habitar a esa mujer que nunca alcanzaba enamorar ni conquistar.
Los arrepentidos habla sobre lo indescifrable que podemos ser pana nosotrxs mismxs y se anima a discutir ciertas determinaciones que parecen liberadoras. Lo que surge en este material testimonial, que la dramaturgia se ocupa levemente de encausar hacia una forma teatral, es la incerteza de convertirse en otrx y la impaciencia por volver al comienzo, por despojarse del cuerpo de mujer y recuperar su forma originaria masculina sabiendo que eso es imposible. El desempeño actoral es delicado y decisivo. Luciano Suardi y Mónica Raiola se acercan con lentitud y cuidado a sus personajes, van hacia ellxs como si temieran romperlxs y conquistan lxs dos un lugar andrógino que no se desentiende del tono gris de sus criaturas.
Lo que en Suardi parece más osado y aventurero, en Raiola siempre quedará sujeto a esa piedad que su personaje alimenta sobre sí mismo. Pero lo impactante aquí es como ese diálogo logra una verdad desconcertante a partir de aquellas palabras que sólo podrían decir quienes sufrieron y amaron las resoluciones a las que buscaron someterse. Es casi imposible que alguien se animara a escribir esta obra si no fuera bajo la protección de un biodrama. Los seres son frágiles, indecisxs. Lo biológico queda expuesto como un factor superficial o, al menos, no indispensable al momento de construir un sexo y un género. El texto hace de la posibilidad de elegir una tarea que puede resultar tan banal como trágica y es en lo inconfesable donde se sostienen Suardi y Raiola para hacer de su trabajo actoral una máquina de reflexión.
No hay tanto una entidad de personajes como la capacidad de desandar a estos seres inconclusxs, perdidxs en su indefinición sexual pero, contrariamente a los anhelos no binarios, desexs de tenerla. Las grandes decisiones parecen haber caído en el cuerpo de personas demasiado simples. Veronese construye una dirección que asume tanto la entidad documental del texto como las particularidades técnicas por las que hoy debe que atravesar el teatro. El streaming tiene una factura técnica majestuosa. La actriz y el actor mencionan a la cámara y piden indicaciones como dos personas desacostumbradas a la atención del público. En esa instancia intermedia de no ser, encuentra Los arrepentidos una abertura para descubrir lo impreciso del deseo.
Los arrepentidos se presenta los domingos a las 20 en Timbre 4. Entradas enwww.alternativateatral/ Experiencia III /Los arrepentidos