Entre las islas del Delta del Paraná de las cercanías del puente Rosario - Victoria aún había una que se mantenía a salvo del asedio de las llamas: la Isla Pele, ubicada en territorio entrerriano frente a la ciudad santafesina de San Lorenzo. Sin embargo, el jueves pasado el fuego llegó a la isla y durante el fin de semana continuó su avance y terminó por quemar las casas de los lugareños. En soledad y ante la inacción del Estado, el domingo isleños y brigadistas voluntarios combatieron el fuego que además arrasó con flora y fauna del lugar.
Emilio Silva tiene 75 años y hace 75 años que vive en Isla Pele. Nació y se crió entre las tierras de la isla y las aguas del Paraná. También trabaja con ellas: es pescador y tiene una huerta. Junto a su esposa Sandra Noriega este domingo debió ver a las llamas destruir la cocina de su "rancho", como él lo llama, además del "cuartito" donde guardaban los alimentos.
De la huerta tampoco quedó nada. "Era un infierno, un fuego impresionante, parecía que la tierra estaba envuelta en llamas, algo espantoso. Como pude agarré los diez baldes que por las dudas tengo preparados y cuando me di cuenta estaba rodeado de fuego, quedé con los ojos y los pulmones irritados por el humo, pero por suerte pude salir", relata ahora a Página/12.
El rancho de Silva y Noriega es uno de los que el pasado domingo fueron alcanzados por las llamas que se expandieron sin control en Isla Pele. Según cuentan los lugareños, ninguna vivienda fue destruida en su totalidad, pero muchas sufrieron pérdidas que para ellos son irreparables: "Esto es durísimo, estamos muy angustiados porque están quemando todo", sostiene el pescador.
Es que, para los isleños, hogar y tierra funcionan en unidad y ya no soportan ser testigos de la destrucción de la flora y la fauna con que se criaron: "Amamos este lugar, estamos acá desde que nacimos y ahora vemos a los animales morirse. Carpinchos, nutrias, aves, todo quemado", detalla Silva.
La Isla Pele, ubicada justo frente las localidades de San Lorenzo y Puerto General San Martín, hasta el momento no ha sufrido el llamado proceso de "pampeanización": allí no llegó la actividad agropecuaria corrida de las pampas por la expansión de la frontera de la soja, como sí ha sucedido en buena parte de las islas del Delta superior en las últimas décadas.
La ausencia de ganado quizás sea una buena razón para explicar por qué, en sus 75 años de vida, Silva jamás había presenciado un incendio de esa magnitud. "Una vez unos chicos dejaron un fueguito y se prendió, pero fue pequeño y pudimos apagarlo rápido", ese es el único recuerdo de fuego que el lugareño tenía hasta este fin de semana.
"Me pareció extraño que el incendio fuera tan grande y viniera desde del norte", sostiene ahora el pescador, cuya experiencia lo lleva a pensar que un incendio de esa magnitud no puede ser obra de la naturaleza. Si se observa la isla con una imagen satelital, se puede apreciar que justamente en el norte se ubica la zona de mayor superficie de tierra en una isla invadida por las aguas del Paraná.
"Si un lugareño que vive ahí hace más de setenta años afirma que en ese lugar nunca hubo un incendio es medio difícil no suponer que hay intenciones productivas de expansión detrás. Lo que se vive en las islas es consecuencia de la profundización del modelo de producción a cualquier costo, los intereses económicos van por sobre todo", señala a este diario Melina Alzugaray, integrante del Movimiento Regional de Defensa de los Humedales (MoReDeHu) Cordón Industrial, que el domingo participó del combate de los incendios junto a la Brigada Punta de Flecha de Granadero Baigorria.
"Estaba solo y tenía las llamas encima. Ahí aparecieron estos chicos con una lancha, una bomba de agua y pudimos frenarlo", comenta Silva sobre la aparición salvadora de los voluntarios. Ningún agente del Estado se hizo presente el día en que las llamas llegaron a las viviendas. "Cruzamos el río y algunos compañeros se quedaron del otro lado para pedir ayuda: llamaron a Prefectura e incluso a contactos del Concejo Deliberante y nadie dio respuesta. Solo aparecieron tres policías de Entre Ríos a hacer un acta que no sabemos para qué sirvió. Mientras estábamos con los baldes ellos miraban", detalla Alzugaray.
"Prefectura ni se asomó. Los chicos de las brigadas arriesgan sus vidas, andan apagando las llamas entre los árboles, es una cosa impagable lo que hacen, pero las autoridades son las que tendrían que hacer algo", reclama Silva. Por su parte, la integrante del Movimiento agrega: "Nosotros juntamos ochenta voluntarios en un día, el Estado tendría que poder hacer mucho más en un segundo, si no lo hace es porque no está queriendo".
Aunque en 2020 el fuego golpeó a las islas más que nunca, los incendios se desarrollan desde hace varios años. Es por esto que las brigadas voluntarias ya cuentan con diferentes niveles de organización. En el caso del MoReDeHu, hay tres comisiones encargadas del fuego: la de seguridad y relevamiento en islas, que tiene contacto directo con isleños, la de alerta temprana, que se encarga de detectar focos, y la específica de las brigadas que enfrentan el fuego. "Cruzamos en situaciones de emergencia, cuando corre riesgo la vida de los isleños.
El domingo a las ocho ya era de noche cuando el fuego empezó a llegar a las casas, tiramos agua a los ranchos para que se humedecieran y las llamas no agarraran tan fácil, eso hizo que no llegara a quemarse todo, pero no quedó nada de vegetación ni de fauna", indica Alzugaray.
Durante la noche del lunes la lluvia llegó a la zona y apagó los focos que se mantenían activos. Sin embargo, los daños son profundos: "Los árboles, los animales, las huertas, todo lo que da sustento a los isleños va a tardar años en recuperarse", afirma la brigadista. Por su parte, Silva y Noriega comentan que durante el lunes no tuvieron nada para comer: "No podía irme, tenía miedo de que se me prendiera fuego el rancho, ahora recién puedo salir a buscar comida", asegura el pescador. Tanto el MoReDeHu como la Brigada Punta de Flecha recolectan donaciones para llevar a la Isla. Se puede colaborar a través de las redes sociales que llevan sus nombres.
Informe: Santiago Brunetto