El Holocausto es un tema sensible en Argentina. Los acontecimientos que se caracterizaron por el exterminio de los judíos de Europa tuvieron un impacto temprano. Desde 1940 hubo actos y movilizaciones cuestionando las políticas de exclusión racial perpetradas por el nazismo como también hubo manifestaciones públicas de apoyo al régimen nazi. También hubo campañas de solidaridad y recolección de fondos para con las víctimas y refugiados que contrastó con la negativa estatal de abrir las puertas a la inmigración.

Desde entonces la cuestión del Holocausto ocupó un lugar destacado en el debate público. Lo fue en la comparación pergeñada por la Embajada de Estados Unidos junto a los partidos políticos reunidos en la Unión Democrática que homologaban el nazismo al peronismo y volvió a serlo en la narrativa de diversas organizaciones nacionalistas (Alianza Libertadora Nacionalista, Guardia Restauradora, Tacuara) que en su prédica antisemita introdujeron las primeras narrativas negacionistas en el país. Durante la última dictadura militar el Holocausto se convirtió en tema de debate público cuando Elie Wiesel visitó el país en el contexto de la detención ilegal de Jacobo Timerman y también tras la publicación de un artículo de Marek Halter, en Le Monde, denunciando la persecución a judíos por parte del régimen dictatorial.

Sería la memoria del Holocausto la que cobraría protagonismo desde el restablecimiento de la democracia, en 1983, cuando se convirtió en un horizonte de identificación de nuestra propia experiencia: el terrorismo de Estado. Lo había sido con anterioridad, como un modo de interpelar la propia condición judía al calor de la radicalización política de los años sesenta y setenta: los actos de conmemoración del Levantamiento del Ghetto de Varsovia fueron una tribuna en la que los integrantes de los movimientos juveniles judíos dialogaban con sus contemporáneos militantes de las organizaciones de izquierda.

Esta presencia en el espacio público se hizo más evidente tras los atentados a la Embajada de Israel y a la sede de la Mutual Israelita. Desde entonces las organizaciones de la colectividad judía y otras instituciones dedicadas al recuerdo y la transmisión (el Museo del Holocausto, el Centro Ana Frank-Argentina) junto al Estado nacional y las provincias promovieron programas para el recuerdo, crearon monumentos y efemérides alusivas.

En los últimos años, incluso, algunas alusiones al Holocausto sirvieron para cruzar acusaciones entre diversos actores que confrontaban en el campo político. Quizás sea esta presencia destacada en la cultura política nacional la que haya apresurado las declaraciones de Esteban Bullrich, el Ministro de Educación y Deportes de la Nación, durante su visita a lo que fuera el reducto que mantuvo oculta a Ana Frank y su familia durante la ocupación nazi de los Países Bajos. En su intento por desacreditar una experiencia política local, el kirchnerismo, terminó por banalizar el genocidio perpetrado en y por (casi) toda Europa sobre los judíos.

Esas expresiones, al mismo tiempo, desconocieron todo lo que el propio Ministerio forjó en torno a la enseñanza del Holocausto y los genocidios del siglo XX. Durante el año 2015 la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires realizó un relevamiento en escuelas de 37 localidades de todo el territorio nacional que arrojaron resultados acerca de cómo impactó la inclusión de la enseñanza del pasado reciente en la agenda educativa. En el caso del Holocausto las respuestas fueron significativas: el 61,5% de los estudiantes encuestados respondió que lo conocía y que el ámbito de transmisión de esta experiencia había sido la escuela. (Se puede ver un resumen del informe en https://www.pagina12.com.ar/ diario/elpais/1-291504-2016-01-31.html)

Si bien debe reconocerse que aún falta avanzar, los resultados del relevamiento muestran que estos temas han “caído” en las escuelas. Eso no hubiera sido posible sin una serie de normativas y disposiciones que promovieron la capacitación docente y el abordaje de estos temas en las aulas. Este marco fue el que promovió la producción de materiales para acompañar la enseñanza del Holocausto y los genocidios del siglo XX: libros, cuadernillos, afiches, materiales audiovisuales y virtuales- La Shoá en la pantalla (2007), Memorias en Fragmentos (2009), La Enseñanza del Holocausto/Shoá como acontecimiento clave del siglo XX (2010), Holocausto y genocidios del siglo XX. Preguntas, respuestas y propuestas para su enseñanza (2010 y 2013) y El genocidio armenio. Preguntas, respuestas y propuestas para su enseñanza (2015). (Se los puede encontrar online: http://repositorio.educacion.gov.ar). A estos se puede sumar el último capítulo de “Zamba y su asombrosa excursión a la memoria” que se inicia, justamente, con el encuentro entre el niño de Clorinda y Ana. (Ese capítulo, vale la pena mencionarlo, ganó el Martín Fierro a los programas de cable en el rubro infantil el año pasado)

Estas producciones fueron acompañadas con capacitaciones a docentes en todo el territorio nacional en articulación con diversas organizaciones de la sociedad civil (DAIA, AMIA, Museo del Holocausto, Centro Ana Frank-Argentina, entre otras), con Universidades Nacionales y con otros organismos del Estado. Esta descripción puede completarse con la mención al fondo “Memoria y Holocausto” que se creó en la Bibloteca del Maestro durante el año 2014.

¿Por qué insistir sobre la potencialidad de abordar estas experiencias en nuestras aulas? Porque en su enseñanza se concentran una serie de interrogantes y perspectivas relevantes para pensar un vida en común. Abordar el Holocausto y toda su dinámica concentracionaria- desde los Ghettos a los campos de exterminio para terminar en las cámaras de gas- implica adentrarse en una serie de problemas y consideraciones que rompen con los rígidos lineamientos disciplinares. Para que Auschwitz fuese posible no solo intervinieron los ideólogos y funcionarios del nazismo sino que concurrieron, solidarios, los aportes del desarrollo científico, tecnológico y pedagógico: la ingeniería, la biología, la medicina, la química, la educación, entre otros.

Hemos escuchado en ocasiones aquella fórmula acerca de cómo enseñar lo inenseñable. Y quizás sea hora de revisarla. El Holocausto se puede enseñar pues conviven allí experiencias que aunque han concluido pueden volver a sucederse porque, básicamente, ya se han sucedido- con otras poblaciones como víctimas, con otros actores como victimarios. ¿Cuáles serán con esta gestión las condiciones para avanzar, weberianamente, entre una ética de la convicción y la responsabilidad en el abordaje de estas experiencias sin estar a la sombra de banalizaciones y negacionismos de argumentos ligeros?

* Doctor en Historia, investigador del Conicet.