Apenas pocos días después de sacudir el tablero del debate político cultural con la encíclica Fratelli tutti, el papa Francisco volvió a enviar un mensaje más allá de las fronteras de lo religioso al afirmar que “las personas homosexuales tienen derecho a estar en una familia, son hijos de Dios” y, al mismo tiempo, reclamar "una ley de convivencia civil para las parejas homosexuales” porque "tienen derecho a estar cubiertos legalmente". La afirmación de Jorge Bergoglio, que refleja un importante cambio en lo que ha sido hasta ahora la posición oficial de la Iglesia Católica, quedó registrada en el documental “Francesco”, dirigido por el cineasta ruso Evgeny Afineevsky (48 años), presentado ayer en el festival de cine de Roma y cuyo rodaje finalizó en junio pasado en plena pandemia de la covid-19. En el fragmento dedicado al tema el Papa reflexiona sobre el cuidado pastoral que la Iglesia debe tener para con lesbianas, gays, bisexuales y transexuales.
La película del director ruso nacido en Kazán, formado en Israel y luego afincado en Estados Unidos, está dedicada a presentar la posición de Francisco sobre temas como el cambio climático, la crisis de los migrantes, la pobreza, el racismo y la pandemia del coronavirus. En menor medida se presentan también cuestiones referidas a los abusos sexuales cometidos por sacerdotes, el papel de la mujer en la sociedad actual y, como queda dicho, sobre la realidad de las personas homosexuales. No se trata, en consecuencia, de un documental destinado a abordar cuestiones de índole religiosa, sino más bien a poner en evidencia lo que el Papa piensa sobre los grandes temas que hoy preocupan a la sociedad internacional y a “una humanidad que crea dramas y desastres”, según dijo Afineevsky en una entrevista concedida a la agencia española EFE.
"Las personas homosexuales tienen derecho a estar en una familia, son hijos de Dios. No se puede echar de una familia a nadie, ni hacerle la vida imposible por eso", sostuvo ahora textualmente Francisco en el documental, recordando además que “yo defendí” que “lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil, tienen derecho a estar cubiertos legalmente”.
En la película, la afirmación de Bergoglio llega después de otro fragmento en el que una pareja gay con tres hijos cuenta cómo Francisco los alentó para que lleven a sus hijos a la iglesia.
Relata Andrea Rubera, un vecino de Roma, que asistió a una misa matutina celebrada por el Papa en la residencia de Santa Marta, su habitual lugar de alojamiento. Después de haber participado de la celebración le escribió a Francisco exponiéndole que su intención era enviar sus hijos a la parroquia pero que tenía miedo de que fueran discriminados, admitiendo que no guardaba muchas esperanzas de obtener una respuesta a su misiva. En cambio, pocos días después, Rubera recibió un llamado telefónico de Francisco en el que le manifestó que “por favor lleve sus niños a la parroquia, sea transparente con la parroquia sobre su familia; por supuesto no todos estarán de acuerdo con una familia así, pero va a ser bueno para sus chicos’”.
En el documental, el entrevistado consigna que lo dicho por el Papa “fue un gran consejo porque ya es el tercer año que mis hijos siguen un camino espiritual en la parroquia y todo va bien”. Agrega que “él (el Papa) no mencionó cuál era su opinión sobre mi familia” porque “probablemente él está siguiendo la doctrina en este punto”.
La película hilvana imágenes que retratan los dramas contemporáneos con entrevistas exclusivas realizadas al propio Francisco, a algunos miembros de su familia como su sobrino José Ignacio Bergoglio y al papa emérito Benedicto XVI. En otro momento se suman las voces del cardenal Luis Antonio Tagle, Prefecto (ministro) de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, del arzobispo Charles Scicluna, Secretario Adjunto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; de la monja Norma Pimentel, una religiosa que desarrolla su servicio pastoral con los migrantes en la frontera entre los Estados Unidos y México, y del rabino argentino Abraham Skorka, amigo personal de Bergoglio.
En julio de 2013, en una conversación que mantuvo con periodistas durante su viaje de regreso de Brasil a Roma, el Papa dijo que él no era quién para juzgar a los homosexuales. "Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?", aseguró entonces Bergoglio.
Quienes recorren los pasillos vaticanos aseguran que esta fue la declaración con la que el Papa comenzó a transitar el camino que ahora siembra con un pronunciamiento que avanza en la misma materia. Sin embargo, hace menos de un año el Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el sacerdote italiano Giacomo Morandi, había sostenido que “no existe ninguna apertura a las uniones entre personas del mismo sexo” por parte de la Iglesia. Entonces, el mismo vocero afirmó que “la institución del matrimonio, constituida por la relación estable entre marido y mujer, se presenta constantemente como evidente normativa de la tradición bíblica” y remató señalando que “no hay ejemplo de ‘unión’ legalmente reconocida entre personas del mismo sexo”.
En la Argentina, diez años atrás, cuando se discutía la aprobación de la ley de matrimonio igualitario, Jorge Bergoglio, entonces cardenal de Buenos Aires, llevó la vocería en contra de la iniciativa luego transformada en ley. Sin embargo, quienes conocen la interna del episcopado argentino aseguran que la posición pública de quien ejercía en ese momento la presidencia de la Conferencia, fue una manifestación disciplinada de lo que habían decidido como línea argumental su pares obispos. Bergoglio, quien sostenía una posición contraria al matrimonio igualitario pero condescendiente con la unión civil, perdió el debate interno con los obispos más conservadores liderados por el arzobispo Héctor Aguer, hoy retirado como emérito de La Plata, quien incluso llegó a alimentar manifestaciones callejeras contra la iniciativa que reconocía derechos para la comunidad LGBTQ+.
Ahora Bergoglio es el Papa Francisco y Aguer está jubilado.