“Nada de lo que hago tiene sentido –le expliqué, y por primera vez comprendí que era cierto-. Estoy arrojada a esta historia, y la única libertad que tengo es la de crear” dice una de las protagonistas de La sed, la última novela de la escritora Marina Yuszczuk, publicada por Blatt & Ríos a principios de octubre pero escrita mucho antes, entre 2017 y 2019, cuando la pandemia era una distopía posible pero poco probable para este 2020 que ya cambió el rumbo de la historia. Sin embargo, las palabras cuarentena y barbijo se dicen en una trama a lo largo de los siglos que incluye la epidemia de fiebre amarilla que casi hace desaparecer a la población de Buenos Aires en el siglo XIX. Aquella afirmación, sobre la libertad creativa como única razón de ser, parece ser el motor de su narradora, que inaugura en su propia escritura una visión del mundo en clave gótica. Yuszczuk recorre Buenos Aires mucho antes de que se viera como es ahora y va explicando cómo crece, se ramifica y va tapando a sus muertos de la visión pública mientras exhibe otros horrores con total desparpajo. Es su segunda novela, después de La inocencia (Iván Rosado), los libros de relatos Lo que la gente hace, ¿Alguien será feliz? (ambos Blatt & Ríos) y Los arreglos (Rosa Iceberg), y el poemario Madre soltera, primero editado por Mansalva en 2012 y después reunido con Lo que la gente hace y La ola de frío polar (Gog y Magog). Desde 2017 también dirige la editorial autogestiva Rosa Iceberg, que publica textos de mujeres, lesbianas y trans.

¿Escribiste una de vampiras?

--La idea inicial de la novela fue una vampira. Eso fue lo que me dio ganas de sentarme a escribir. No sabía bien para qué porque una sabe por qué escribió algo mucho tiempo después pero yo sentía que había algo de ese personaje que quería trabajar: otra experiencia con la muerte, otra época, otro dramatismo. Después se me cruzó con la enfermedad terminal y la muerte de mi madre: estaba invadida por eso que estaba pasando y sentía que no había manera de vivirlo si no era escribiéndolo, que es como yo proceso todo. Es muy solitaria la experiencia de acompañar a alguien que se está muriendo, es muy poca la gente que está dispuesta a bancarte en todo ese tiempo, que en mi caso duró como un año y medio. A mí me generaba mucha violencia ser testigo de todo ese dolor y de todo ese deterioro del cuerpo que más amás. Todo lo que tiene la novela de terror y todo lo que tiene de vampírico me sirvió para darle forma a toda esa violencia que de otra manera es muy difícil de expresar.

Hay una posición sobre la vida y la muerte que devela lo insoportable de la finitud, que en la vampira se puede desplegar sin miedo porque ella es eterna…

--Yo lo que sentía a medida que escribía es que es muy precaria nuestra manera de pensar la oposición de la vida y la muerte. Y hay una postura ingenua sobre la vida, sobre prolongar la vida, que no nos conviene para nada. En el momento en que yo escribía se trataban los proyectos de ley del aborto y me parece que la misma idea de vida medio infantilizada atraviesa también ese tema: aborto, y muerte digna. Un montón de experiencias que pasan por el cuerpo y que están regidas por ideas cristianas, de la vida a toda costa, que me parecen de una brutalidad total.

Sobre todo la hegemonía médigo-legal que sostiene esa postura…

--Sí. Y hay ciertas experiencias de lo corporal muy específicas que tienen que ver con lo femenino. El parto, menstruar, desgarrarse, son experiencias que te enfrentan al cuerpo de una manera muy particular y lo que prima hacia el cuerpo es el miedo y la desconfianza absoluta. Hay algo de mucho terror con el cuerpo, más allá de que ahora hay una moda de decir que lo disfrutamos, que gozamos, etc. Tarde o temprano el cuerpo te traiciona y te falla, básicamente porque somos mortales. No hay una retórica de la mortalidad, es algo que no está; y ese lenguaje de siglo xix que atraviesa toda la primera parte de la novela está porque en ese momento se podían decir muchas cosas sobre la muerte que ahora no hay palabras para decirlas.

La novela tiene dos partes, en la primera la vampira expone con brutalidad la experiencia de la muerte de los seres humanos pero en la segunda es la protagonista la que la vive en carne propia a través de la muerte de su madre. ¿Cómo planeaste estas dos primeras personas que terminan trenzándose en la actualidad pero que al principio están muy lejos una de la otra?

--La novela adoptó su forma definitiva cuando yo decidí que iban a ser dos partes, con dos narradoras diferentes, dos épocas. Al principio era la vampira a través del tiempo. El regodeo con la muerte de la primera parte es totalmente artificial y a mí me interesaba contrastarla con otra experiencia de la muerte que es más cercana a la que tenemos nosotros. Y además es de una soledad tremenda, los duelos son de una soledad muy extrema, y de mucho silencio y de mucho aislamiento incluso, porque hay mucho que no se dice públicamente, que no se comparte, y hay algo del dolor que es casi mal educado enrostrárselo a los demás. Como que una tiene una especie de pudor, o está mal visto o es como mala onda estar mal, decirlo se volvió como algo tabú, por ahí es una palabra exagerada pero sí como algo que está mal visto, y entonces una se lo calla.

¿Evaluaste escribirlo desde la autoficción?

--Sí, lo evalué, de hecho edito libros de autoficción a través de Rosa Iceberg, la consumo y me gusta pero siento que me dio mucha más libertad escribir ficción porque la ficción te permite sentir que estás mas protegida, o que hay cosas que las podés decir de otra manera. De hecho yo había escrito un par de textos cuando mi mamá se enfermó y había algo de esa manera tan directa de expresar, que no me parecía interesante. Porque ahí es donde una trata de distinguir entre querer expresar algo y otra cosa que la ficción te permite que es hacer que otros puedan participar de cierta experiencia.

En La inocencia decís en un momento que vas a empezar a inventar porque la historia verdadera ya no es suficiente…

--Sí. No se trata de tomar partido por un tipo de escritura, sino de qué forma le conviene al relato que estás tratando de construir. En este caso sentí que tenía más posibilidades un relato de ficción. Lo que estaba pasando era una pesadilla entonces la manera de escribirlo tenía que dar cuenta de esa pesadilla, y de ese terror. Ya darte la licencia para mentir, por más que hayas tomado una experiencia propia como base, te da un montón de libertad. Y todo el imaginario que te remueve en relación al cuerpo, al deterioro, a la destrucción necesitaba esa libertad. Hay algo que me importa mucho de la novela que tiene que ver con el cadáver, que es muy difícil de escribir desde un lugar autobiográfico. Hay algo monstruoso ahí que para mi necesitaba de la literatura de género.

¿La consumías antes de escribir La sed?

--Sí, pero desde hace varios años me interesa mucho que los terrores contemporáneos estén relacionados con el cuerpo, con la sexualidad de las mujeres y aparecen en el cine de terror, como en Carrie, el libro de King llevado al cine por Brian De Palma. Siempre me interesó el gótico por ese papel que tiene lo femenino como peligro, amenaza. La particularidad que tiene esta novela es que yo me salteé todo el siglo XX. Y ahora volví a leer textos fundacionales sobre vampirismo como Drácula o Carmillia, y había algo que no me servía que es el enfrentamiento entre el bien y el mal, y que ahora no tiene sentido. Pero yo sí quería ese vampiro, totalmente anacrónico. Me interesaba eso antiguo por esto de poder imaginar una ciudad, un cementerio, cierta relación con la muerte que tiene que ver con otra época. Ahora estamos en un momento de transformación donde no hay cadáveres: todo el mundo se empezó a cremar. Hay un borramiento que dice no nos pudrimos más. Y eso genera algo que me interesaba preguntarme y que también te lleva a pensar la relación que tenemos con el cuerpo.

La novela trae la epidemia de fiebre amarilla que hubo en Buenos Aires en 1871 y la pone en contraste con este momento y sobre todo con la relación con la muerte. En la primera parte, la vampira dice que la victoria de este siglo es haber escondido a la muerte y es casi un guiño a este momento.

--Algo que es terrorífico y que para mí surge de que la novela se publique este año es que eso que parecíamos haber dejado atrás, vuelve. Aquello de los camiones con los cuerpos, adonde amontonar los cadáveres… ahora todo eso desapareció completamente pero al principio de este año y de la cuarentena fue vivido con terror. Estábamos viviendo algo que pensábamos que ya no era posible. Mucho del terror consiste en lo que no se ve, todo ese trayecto en el que no ves algo pero sabés que está. Ir al cementerio tiene que ver con eso, ella dice que le da cierto alivio, lo que es pesadillesco es esa sensación ominosa que no tiene forma. En los últimos años yo pensé un montón en este tema, en redes a veces saltan discusiones “tipo cajón abierto o cajón cerrado”, y la mayoría prefiere no ver, pero después se viraliza la foto de una mujer asesinada, por ejemplo. Hay una relación muy loca con esto de ver, no ver, medio infantil de tapar y medio porno en relación a los cadáveres. Son contradicciones que están en todas partes pero sobre todo en los medios, en las redes.

¿Por qué es tan erótica la figura de la vampira? Porque hay algo violatorio en cualquier escena de un vampiro mordiendo a alguien. Es una imagen donde todo está desplazado pero es invasiva, violenta y también es profundamente erótica.

--La vampira dice en un momento que no es una asesina, pero en realidad sí, el tema es que ella no tiene nuestras categorías. Eso me parece re interesante de escribir y darle rienda suelta a la fantasía, a lo morboso, en una figura que queda al margen de lo moral y que tiene esta relación medio predatoria con esas personas que se va cruzando y que le gustan, se las quiere coger y se las quiere comer. A mí me parece bien que ahora estemos discutiendo en el marco de los feminismos el tema del consentimiento pero también me pregunto hasta qué punto se puede depurar en lo sexual todo lo que tiene que ver con la violencia y con lo invasivo. Surgió cierta fantasía de un mundo inofensivo, donde todo se puede preguntar pero yo no lo veo tan viable ni tan humano.