El pianista Keith Jarrett, uno de los más importantes de la historia del jazz, confirmó la razón de su ausencia de los escenarios en los últimos dos años: sufrió dos derrames cerebrales en 2018, uno en febrero y otro en mayo. El intérprete agregó que es muy poco probable que vuelva a tocar en público.
“Mi lado izquierdo todavía está parcialmente paralizado. Puedo caminar con un bastón, pero me llevó mucho tiempo, un año o más. Y no puedo moverme en absoluto por esta casa, de verdad", contó el músico de 75 años en una entrevista con The New York Times.
El primer derrame “definitivamente se me escapó”, dijo Jarrett. Después de varios síntomas, fue internado y le dieron el alta a los pocos días. El segundo derrame cerebral ocurrió en su casa y debió afrontar un tratamiento que, desde julio de 2018 hasta mayo de este año, le impidió acercarse al piano. Apenas ha tocado algo con su mano derecha.
"Estaba tratando de fingir que era Bach con una mano, pero eso fue solo jugar con algo", señaló. Jarrett afirmó que cuando intentó tocar algunas melodías familiares en el estudio de su casa, descubrió que las había olvidado.
"No sé cuál será mi futuro", agregó el intérprete. “No me siento en este momento como pianista. Eso es todo lo que puedo decir al respecto."
"Cuando escucho música de piano a dos manos es muy frustrante en términos físicos. Si inclusive escucho a Schubert, o algo tocado suavemente, eso es suficiente para mí. Porque sé que no los podría hacer. Y no se espera que recupere esa capacidad. Lo máximo que se espera que recupere en mi mano izquierda es posiblemente la capacidad de sostener una taza", lamentó.
Los problemas de salud del músico no son nuevos. En 1998 confesó que padecía síndrome de fatiga crónica. Jarrett saltó a la fama mundial en los años 70 como exponente de la nueva camada de pianistas de jazz. Su Concierto de Colonia, grabado en esa ciudad alemana en enero de 1975, es el disco de piano solo más vendido de la historia. Con los años, su leyenda se agigantó.
"Me siento como el John Coltrane de los pianistas. Todos los que tocaron la trompeta después de él demostraron cuánto le debían. Pero no era su música. Era solo una imitación", agregó. Acerca de su capacidad de improvisación, Jarret reconoció antes de un concierto "no tengo idea de lo que voy a tocar".
Poco antes de sus derrames, Jarrett pudo tocar en Budapest, en 2016, en la Sala Nacional de Conciertos Béla Bartók, con una confraternidad que atribuye a factores personales: su abuela materna era húngara y tocaba la música de Bartók desde muy chica. De hecho, eligió ese concierto como el mejor de su gira de aquel año.
El factor crucial de aquella velada , reconoció, fue una audiencia excepcionalmente receptiva. "Algunas audiencias parecen aplaudir más cuando sucede algo loco", dijo. "No sé por qué, pero no estaba viendo eso en Budapest".
El presente es muy distinto. "Sólo puedo jugar con mi mano derecha y ya no me convence. Incluso tengo sueños en los que estoy tan desordenado como realmente lo estoy, así que me he encontrado tratando de jugar en mis sueños, pero es como la vida real".