Aunque es necesario buscarlo con lupa, tipeando en el buscador el nombre de la realizadora, en la plataforma Prime Video de Amazon puede encontrarse Time, el documental de Garrett Bradley que generó una recepción tan unánime como positiva en el Festival de Sundance a comienzos de este año. Nacida en Nueva York en 1986 e hija de dos artistas plásticos, Bradley no es una recién llegada al territorio del cine de lo real: a través de varios cortos y su debut en el largometraje, Below Dreams (2014), Bradley viene enfocando su atención en la vida contemporánea de los Estados Unidos, en particular la de los habitantes afroamericanos. Una condición que, a juzgar por los detalles de la historia de su más reciente película, dista mucho de haber conseguido los mismos derechos y beneficios que la de sus conciudadanos blancos. La protagonista casi excluyente de Time –título que podría traducirse sencillamente como “Tiempo”, pero que remite sin fisuras al lapso de una condena en la cárcel– es Sibil Fox Richardson, más conocida como Fox Rich, una mujer de Louisiana que, a lo largo de dos décadas, ha criado a sus seis hijos sin cesar en la lucha por la liberación de su esposo Robert, condenado a sesenta años de prisión por un robo a mano armada. Cuando Robert y Fox habían cruzado apenas el umbral de los veinte años e intentaban parar la olla en condiciones económica muy ajustadas, la desesperación y el deseo de tomar un camino fácil los llevó a intentar un atraco infructuoso en una sucursal bancaria. Fox recibió una condena de trece años por hacer las veces de chofer de escape, de los cuales cumpliría efectivamente tres y medio, mientras que su esposo –luego de negarse a un acuerdo judicial– escuchó de boca del juez el “ejemplar” castigo. Seis décadas de encierro. Una eternidad. Y una evidente exageración.
A partir del caso puntual de los Fox, sin alejarse nunca de sus tribulaciones y esperas, Bradley describe el estado de las cosas en el sistema penitenciario estadounidense. Un sistema aplicado a la encarcelación de minorías y que suele cometer este tipo de aberraciones jurídicas. Time no la tiene sencilla y, a diferencia de otros documentales con temática similar, no elabora su hipótesis a partir del caso un inocente acusado erróneamente. Tampoco intenta excusar el acto criminal que dio origen a la condena. Su objetivo es otro: desnudar la sistematización de las injusticias de un esquema jurídico-penitenciario que, como ocurre también en otros lugares, no ha logrado que las vendas de la Justicia estén completamente ajustadas en su debido lugar. La estructura formal de Time es, al mismo tiempo, sencilla y compleja. Por un lado, la realizadora siguió durante varios meses a Fox Rich, tanto en las actividades públicas como en su vida cotidiana. Por el otro, la película cuenta con una gran cantidad de material de archivo registrado por la propia protagonista a lo largo de dieciocho años, videos caseros que Rich grabó junto a sus hijos, familiares y amigos desde que salió de prisión. Bradley tomó la decisión de homogeneizar esos registros a partir del uso del blanco y negro, aunque la diferencia en la calidad de las imágenes –y el crecimiento de los hijos menores del matrimonio, gemelos que estaban en su tercer mes de gestación cuando comenzó a correr el tiempo de la sentencia de Rob– establecen de inmediato a qué temporalidad pertenecen. Así, en el comienzo de la película, las imágenes granuladas tomadas a bordo de un auto junto a los niños se chocan con los prístinos planos de un ensayo antes de la filmación de un spot. “Es como un nuevo tipo de esclavitud”, afirma Fox Rich mirando a cámara, transformada en una experta oradora, en control total de los gestos, pausas y énfasis, por momentos casi una pastora dirigiéndose a sus fieles. “Te encierran hasta que consideran que ya tuviste lo que merecías”. Se refiere, desde luego, al trato dispensado a los presidiarios negros.
Garrett Bradley conoció a Fox hace varios años, cuando se hallaba en pleno proceso de investigación para Alone, un cortometraje realizado para el brazo audiovisual del periódico New York Times. Fue entonces cuando se enteró de su lucha personal y el trabajo social en entidades que abogan por los derechos de los presos, aunque en ese momento desconocía la existencia de los diarios en formato de video que su futura protagonista había grabado incansablemente. “Es algo que ella grabó para que su marido pudiera ver mientras estaba en prisión y, al mismo tiempo, creo que fue una especia de terapia personal”, declaró la cineasta en conversación con la revista especializada Film Comment, durante el estreno mundial del film en Sundance. “Creo que, en parte, lo que quería lograr en el comienzo de la película es mostrarla a ella como madre –mostrar los sacrificios que hace una madre–y también incluir esos momentos privados que se tomaba para sí misma y que muchas mujeres no creen tener el derecho de disfrutar”. Cuando comenzó a filmar lo que terminaría transformándose eventualmente en Time, Bradley pensó que estaba nuevamente frente a un cortometraje. Fue durante el último día de filmación, antes de comenzar el montaje, que Fox se le acercó con un bolso conteniendo una gran cantidad de cassettes mini-DV, un formato de grabación de video hogareño. “Fue mi peor pesadilla y mi mayor sueño hecho realidad”, continúa la directora. “Creo que eran en total unas cien horas de metraje. Miré absolutamente todo. Y el corto se transformó en un largometraje”. Sobre el final de Alone, una joven declara no estar segura de querer casarse con su novio encarcelado. Es una breve escena y en ella aparece Fox Rich. La frase que pronuncia frente a la muchacha es demoledora: el sistema está diseñado para quebrarla, como la esclavitud. Sólo que ahora no se usa un látigo sino, simplemente, el paso del tiempo.
Firme candidata a recibir múltiples nominaciones en su rubro en la próxima temporada de premios cinematográficos, Time recorre junto a la protagonista la cruzada por reducir la condena de su pareja y no son pocos los momentos emotivos, que la melancólica música compuesta por Edwin Montgomery y Jamieson Shaw no intenta subrayar: el tono está mucho más cerca de los ritmos del blues ragtime que de la orquestación bombástica. Bradley también eligió para completar la banda de sonido un par de grabaciones de Emahoy Tsegué-Maryam Guèbrou, una monja etíope que hoy tiene 96 años y que, en 1967, grabó varios solos de piano de su autoría. “El éxito es la mejor venganza”, repite varias veces Fox Rich, mientras espera infructuosamente que del otro lado del teléfono le acerquen las últimas novedades judiciales, parada en una nueva estación de su lucha contra el complejo penitenciario-industrial. La afirmación llega poco tiempo después de una ceremonia en la cual uno de sus hijos se recibe de odontólogo, uno de esos chicos gritones y revoltosos registrados por su cámara de video quince años atrás. Todo un proceso de crecimiento que Rob, detrás de las rejas, sólo llegó a conocer a la distancia, por las noticias que llegaban a través de su familia. El deseo de Bradley era que la película “fuera sobre la experiencia humana. Hay un problema cuando se hacen films como este y es que se espera del realizador que haga una especie de campaña de impacto. Pero eso a mí no me interesaba. Creo que eso le pertenece a Fox y es algo que ella puede hacer mucho mejor que yo. Yo hago películas. Ella tiene una causa. Espero que Time logre sentar un nuevo precedente no sólo para los cineastas sino también para los sujetos de un documental: que tengan control sobre su propia historia”. Eso es lo que parece haber logrado Fox luego de dos décadas de lucha: si en las imágenes más antiguas puede advertirse la frustración y desesperación de un camino que recién comenzaba a transitarse –llorando sola en la cocina a las dos y media de la madrugada– la confianza en sí misma y la fuerza aportada por aquellos que la rodean la han transformado en una persona diferente. En ese sentido, Time no puede dejar de ser un relato de crecimiento, un camino de autoafirmación y una prima-hermana, real y concreta, de tantas fábulas hollywoodenses construidas en el terreno de la ficción. Aunque, esta vez, superada ampliamente por la realidad.
Decisiones personales que terminan teniendo un impacto mayúsculo en propios y ajenos, el poder de las instituciones, los afectos cercanos como vínculo indispensable para la supervivencia. Para la realizadora, el mayor desafío era “permitir que las cosas se sintieran tan concretas como en el mundo real. Contexto, historia, las múltiples dimensiones son intrínsecas a esa idea. Creo que se puede decir lo mismo acerca de lo macro y lo micro. Tenemos nuestras vidas como individuos pero somos parte de un sistema más grande. Y, dependiendo de quién seas y de cómo te mueves en el espacio, eso puede ser opresivamente claro o bien algo que uno tiene el privilegio de olvidar. Hubo varias preguntas durante el montaje respecto de cuán literales queríamos ser, cuánto de los detalles del crimen, el juicio, el sistema legal, la sentencia, queríamos explicar. Fue entonces cuando sentí que explicar eso era intentar explicar el racismo en los Estados Unidos. Y no estoy realmente segura de que la película esté obligada a hacerlo, porque fue hecha por y está dirigida a personas que lo entienden de manera inherente, que lo viven todos los días”. En el fondo, Time no deja de ser también una historia de amor. Una historia de amor marcada por la tristeza pero con un final feliz. Luego de veintiún años en prisión, el esposo de Fox fue liberado y la reunión con la familia fue registrada por la directora como un epílogo esperanzado. Pero inmediatamente antes de la reunión hay una escena que empuja a abrir bien grandes los ojos, al tiempo que la pregunta “cómo filmaron eso” se cuela en los pensamientos. Bradley contó en varias entrevistas que, durante el proceso de edición, Fox se le acercó con un plan para cuando su marido saliera de la cárcel: ir a buscarlo en una limusina. “De inmediato le pregunté si podía estar en el auto con ella cuando eso ocurriera. A lo cual me respondió con un hmm meditativo. Finalmente, una de las camarógrafas viajó en la limo con ellos. Le pedí que filmara en cámara lenta y que si algo comenzaba a ocurrir tuviera una suerte de permiso visual de Fox. La cosa se puso bastante ‘caliente’ pero Fox le dio permiso con su mirada. Esa escena podría haber durado mucho más tiempo”. Más allá de ser una abstracción, el amor también tiene su costado físico y los cuerpos –su presencia y su ausencia, sus cambios a lo largo del tiempo, el contacto entre unos y otros– tal vez sean los verdaderos protagonistas de la película.