Llegó el cheque, y la sorpresa fue tal que el destinatario llamó a su banco. Pensó que era un error. “Venía recibiendo regularmente diez o quince dólares por derechos de autor, y este era de siete mil”, recordó alguna vez Mose Allison. “Mi agente me explicó que la culpa era de una banda británica. Asi fue como supe que The Who había grabado una versión de un tema mío”. No es cualquier versión: originalmente titulado “Blues” y luego rebautizado como “Young Man Blues”, no sólo forma parte de Live At Leeds (1970), que siempre ha sido considerado como uno de los mejores discos en vivo del rock, sino que Roger Daltrey se toma su tiempo al anunciarlo para nombrar y celebrar a su autor.
Pero es que Mose Allison no es cualquier autor: pianista consumado de jazz, se había atrevido a cantar --algo que le rebajaba el precio en esa época dentro del género-- y grabar sus propios temas, muchos de los cuales abrevaban del blues que había conocido durante su infancia en el sur profundo norteamericano. Pese a ser blanco la revista Jet --dedicada a la cultura negra-- le hizo una entrevista insistiendo en que, a pesar del color de piel, era uno de los suyos. Tal vez por eso es que se convirtió en un secreto a voces para ese rock británico que husmeaba alrededor de las raíces del blues negro norteamericano, ya que funcionaba como una escala entre ambas realidades, el primer paso de ese pensamiento sobre aquella música que supo ser esa primer invasión británica.
Pese a que nunca fue conocido por el gran público, toda aquella generación de músicos siguieron, buscaron y grabaron sus temas, desde John Mayall y Van Morrison, hasta The Clash o Bonnie Raitt, y por supuesto también The Who, que de alguna manera registraron aquella versión como para compensar haber “robado” el tema de Sonny Boy Williamson que descubrieron en ese humilde santo grial que fue el disco Mose Allison sings (1966), e incluyeron en Tommy (1969). Es más: Pete Townshend más de una vez confesó que “Young Men Blues” había funcionado como modelo para “My Generation”.
Ni Townshend ni The Who están presentes en ese flamante tesoro que es If You’re Going To The City, pero no hace falta. Se trata de un fascinante tributo ideado por su hija Amy Allison para la fundación Sweet Relief --dedicada a ayudar músicos sin obra social, conocida por dos emblemáticos discos dedicados a Victoria Williams y Vic Chesnutt--, del que forman parte una impresionante lista de artistas, que va de Iggy Pop a Fiona Apple, pasando por Elvis Costello, Richard Thompson, Frank Black --sí, su tema “Allison” en el disco Bossanova (1990) de Pixies es un homenaje a Mose-- y Jackson Browne, entre otros. A pesar de estar un tanto escondido en las redes --hay que buscarlo por el título del disco--, funciona como una oportuna puerta de entrada a la música de un autor que parece estar escribiendo muchas de sus canciones ahora mismo, ya que su mirada cáustica sobre el destino del mundo, las peores flaquezas de sus congéneres y los poderes que lo manejan no sólo no ha perdido su razón de ser, sino que resulta aún más necesaria.
Algo que se hace evidente desde el primer tema del homenaje, en el que Taj Mahal se luce cantando eso de que “tu mente está de vacaciones/ pero tu boca está trabajando sin parar”. Salvo Randy Newman, tal vez nadie componga canciones con una ironía tan feroz y al mismo tiempo entrañable como el buen Mose, otro de los tantos que firmó eso de “paren el mundo/ déjenme bajar”, en un tema que Chrissie Hynde versiona con profundo aire de big band en el tributo. Allison confesó haberlo escrito durante sus desoladores primeros años en Nueva York, casado y con cuatro hijos pero aún sin empleo fijo como músico, a fines de los 50 y comienzos de los 60. Había llegado allí después de una niñez musical, en que su familia lo mandó a una profesora de piano que abandonó a los ¡5 años! cuando descubrió que podía sacar sin su ayuda los blues y boogie woogie de las jukebox de su Tippo natal, un pueblo en el delta del Mississippi.
Con Nat King Cole y Erroll Garner como primeros referentes, Allison se hizo fan de Duke Ellington y especialmente Thelonius Monk, y llegó a trabajar con Stan Getz y Gerry Mulligan antes de dedicarse a su trío, grabando un disco por año a partir de entonces, hasta bien entrados los años 70. La gente del sello Atlantic quiso hacer con él lo que habían hecho con Ray Charles, ponerlo en manos de un productor y mandarlo a grabar al sur, pero Allison siempre se negó. Suponía, con razón, que si los consentía y lograba algún éxito, se hubiese visto obligado a hacer una y otra vez justo lo que no le interesaba. Por eso siempre dijo que ese cheque inflado gracias a The Who había salvado su carrera: seguramente se refería a su libertad.
Es curioso como con el paso de las generaciones las referencias que se creen consolidadas de pronto desaparecen: todo fan del rock británico de los 60 seguramente sepa de Mose Allison, pero si el público no se renueva hay nombres que vuelven a ser secretos, por más que hoy sea más fácil acceder a sus discos que entonces: están todos online, a un click de distancia. Allison apenas si fue rescatado en los 90 por Van Morrison, que grabó un disco entero con sus temas, Tell me something (1996), y luego sacado del retiro por el heroico Joe Henry, que casi lo obligó --con la complicidad de su mujer de siempre, Audre-- a hacer el álbum que terminaría funcionando como su despedida, The way of the world (2010). Se terminó yendo en silencio, cuatro años atrás, mientras el mundo de la música estaba demasiado ocupado llorando a Leonard Cohen y Leon Russell.
Por eso es que hay que celebrar doblemente la novedad de este álbum homenaje, y dejarse hechizar por temas que llegan a inquietar por resultar demasiado actuales. Como sucede con el que versiona magistralmente Loudon Wainwright III, “Ever since the world ended”, que parece escrito en plena pandemia, e invita al oyente ocasional a sumarse al coro, con escalofríos pero también una sonrisa: “Desde que el mundo terminó/ ya no salgo tanto/ los que eran mis amigos/ ya no se preocupan por estar en contacto/ cosas que parecían tan espléndidas/ hoy realmente no importan/ no está tan mal que el mundo haya terminado/ después de todo, no estaba funcionando”.