Casa    5 puntos

Brasil, 2019.

Dirección y guion: Letícia Simões.

Duración: 93 minutos.

Estreno en Mubi.

Los documentales familiares se han vuelto el plato predilecto de una cantidad importante de directores interesados en el cine de lo real, entendiéndose “lo real”, al menos en esta rama, como distintas cuestiones vinculadas con la familia, desde el rol de algún abuelo durante una guerra (Mes chers espions, reciente ganadora del Festival de Valdivia) hasta la vida de un padre que no era quien decía ser (las notables El silencio es un cuerpo que cae, de Agustina Comedi, o El padre, de Mariana Arruti). Si bien se trata de un grupo de películas heterogéneas, la mayoría, en especial las provenientes de Latinoamérica, persigue la comprensión distintas facetas de un pasado que, lejos de haber caído en el olvido, aún genera heridas emocionales en los involucrados. Aunque esa compresión puede convertirse en otra cosa, tal como ocurre con la brasileña Casa, que luego de una buena cosecha de premios en distintos festivales de aquel país llega este viernes a la plataforma Mubi.

El disparador narrativo suele ser una foto o un mutismo repentino cuando alguien saca el tema. En el caso de Casa, es el recuerdo de un dúplex costero en el que la directora Letícia Simões pasó varios veranos de su infancia junto a su familia. Ya desde la escena introductoria queda claro que la relación con la madre no es precisamente fluida, sobre todo luego de un diagnóstico de bipolaridad. Por esa razón supieron estar distanciadas, dirigiéndose la palabra apenas cuando era necesario. Ahora, con Simões recién separada de una pareja que obviamente no contaba con el beneplácito materno, la perspectiva es otra. Pero el motor de la realizadora nacida en Salvador de Bahía no es tanto la curiosidad ni el deseo encontrar las piezas faltantes del rompecabezas de su vida. Incluso se diría que ni siquiera hay rompecabezas, pues los distintos puntos que trazan el camino de la historia familiar están perfectamente unidos y visibles. Lo que la mueve es la culpa por un alejamiento que, piensa, podría haber evitado. Algo difícil, dada la tendencia a los comportamientos imprevisibles de la madre.

Siempre a la defensiva, archivadora compulsiva de papeles desde hace más de cincuenta años y con un nivel de autopercepción de víctima de todo y de todos tan con grande como para imaginar una biografía sobre ella titulada “Pobre niña pobre”, mamá Heliana no duda en catalogar a su hija como única responsable de su bipolaridad. Lo hizo en una carta y lo hace también frente a ella. Simões, a cambio, realiza un viaje por los highlights biográficos de esa mujer, remontándose hasta una adolescencia atravesada por la pobreza y varios sueños de grandeza que su familia se encargó de cortar, cimentando así las bases de un resentimiento imperecedero que podría explicar que maltrate a su madre de la manera que lo hace. Rendida ante la evidencia de un mapeo mental impenetrable, la película empuja a su protagonista a un rol de villana mediante largas secuencias de peleas entre las tres mujeres en las que se evidencia una alianza entre nieta y abuela. Heliana, entonces, otra vez víctima, en este caso de un documental familiar que encuentra el placer en la confrontación.