Diego Capusotto está de vuelta. Pero ya no se esconde detrás de alguna de sus tantas máscaras. La pandemia le impuso una pausa a su rol de actor, ese que es capaz de capturar con ironía y absurdo la realidad a través de la voluminosa galería de personajes que crea junto a Pedro Saborido (y que pueden revisitarse de lunes a viernes a las 23.30 en la Televisión Pública), o que también le permite lucirse como el perverso psiquiatra de Tadeys en el Teatro Cervantes. Este tiempo sin tiempo -ni ocupaciones- en que se convirtió el 2020 le sirvió al actor para desarrollar otra faceta, una que no le es nueva en su fuero íntimo pero que todavía no había encontrado su momento para aflorar públicamente:  la expresión poética. Un pasatiempo que se convirtió en Lo que teme la noche, un libro que reúne pequeños poemas suyos acompañados por fotografías de Daniel Berbedés y que acaba de publicar. “Siempre me impactó lo que surge del misterio de la palabra cruzada con la potencia de las imágenes”, le cuenta Capusotto a Página/12.

Editado por Lamás Médula (Grupo Editorial Sur), Lo que teme la noche es un libro de postales poéticas, en el que las imágenes y los breves textos se entrelazan en forma indivisible, a la caza de una realidad que se escurre con la misma futilidad con la que se desvanece el tiempo en pandemia. Las imágenes nocturnas captadas por Berbedés encuentran en los versos de Capusotto la presencia de una fragilidad temporal que no por incierta se pierde en la mera oscuridad. Emociones, pensamientos, sensaciones, cavilaciones, destellos de un mundo que amenaza con fagocitar la posibilidad de detenerse a contemplarlo.

“El libro no cuenta la pandemia sino que la pandemia hizo que uno cuente”, aclara Capusotto. “En principio -detalla-, porque pude tener el tiempo para sentarme y hacerlo. Antes estaba tomado con proyectos que tenían que ver con la actuación y entonces pensaba que un libro así capaz podría llegar a hacerlo a los 70 años. No tenía apuro. Ante la imposibilidad de actuar, y como tampoco tenía ganas de desarrollar algún personaje en las redes, se dio la posibilidad de escribir. No tenía ganas de hacer personajes por streaming que respondieran a esta pandemia, como por ejemplo qué opina Micky Vainilla de lo que está pasando”.

-¿Porque te resultaba difícil competir con la realidad desde la ficción?

-Sí, aún cuando los personajes tienen voz propia. Nosotros no hacemos Micky Vainilla para superar la realidad sino que después la realidad se muestra sola. Y a veces pareciera que uno estuviera haciendo un documental. No sé si nos anticipamos a las cosas, tal vez la vemos venir, que es otra cosa. Y que tiene que ver en qué región vivimos, en qué cultura vivimos que hace que no anticipemos nada sino que nuestros personajes cuentan una realidad que ya pasó y que va a volver a pasar. En todo caso, expresamos el eterno retorno en el que vivimos.

-¿Por qué te refugiaste en la poesía durante la pandemia? ¿Qué te permite el género?

-Es una forma de expresar cierto desasosiego existencial. Ese mundo interno que no solo lo expresa la poesía, sino que surge también cuando hacemos televisión. Quiero decir: los textos, como los personajes, son expresiones internas pero que cuando comienzan a circular son tomados por otros, expresando incluso sus propias interpretaciones. Así como no me gusta cantar reggaetón, me atrae la forma de la poesía. Yo primero soy lector de poesía, de novela y de cuentos. Pero no me da ni para escribir una novela y tampoco me siento capacitado para escribir un cuento. O por lo menos no siento la intención de mañana agarrar y ponerme a escribir cuentos o escribir una novela. En este caso, son poemas o textos que tienen la duración de un chasquido de dedos, que son como relámpagos que impactan, y a veces alcanzan un desarrollo mayor. Son simplemente emociones escritas, que tampoco son propias del ahora, que ya estaban en uno y que la pandemia despertó.

-¿En definitiva, en todo proceso creativo hay algo de catarsis individual?

-Sí. Crear es expulsar algo para tomar aire de vuelta. Aún sabiendo que esos fantasmas siempre regresan. Es una expulsión de algo que uno sabe que va a volver pero que necesario hacer vaya a saber por qué. Son como los bares: son puntos de encuentro para los que se fugan, pero además son el lugar en los cuales se hacen los planes para atacar de vuelta. Por eso también el libro tiene cierta relación con los bares, que a mí me gustan más de noche que de día, y por eso aparece también la noche. En la vida, todos en algún momento contragolpeamos y en otros nos escondemos. En modo futbolístico, es como que la pandemia me replegó para contragolpear con una forma que tiene algún tipo de antecedente en cómo cerraba Violencia Rivas, que es un personaje que escribía siempre Pedro (Saborido) pero cuyo remate final, cuando se acercaba a cámara, lo escribía yo.

-¿Si? Es extraño, porque Violencia es un personaje que hace catarsis sanguínea y violenta, mientras que la poesía parece estar más relacionada a una necesidad expresiva más elaborada.

-Sí, pero depende. La poesía puede tener la suavidad de una caricia o el desgarro de un explosión. Desde ya con otro lenguaje, que se sale de lo cotidiano, porque se corre de un lugar seguro y conocido para involucrarse en otro lugar que es más de recorrido y aventura para uno. Pero finalmente uno está expresando en la poesía algo que revienta. La poesía vocifera un grito de otra manera. Uno no se cuenta a sí mismo, sino que está contando lo que uno ve, lo que uno intuye que puede pasar o está pasando. En la poesía hay otras voces que se expresan. No es la voz única de quien la escribe sino que uno está tomado por emociones que también son de otros. Lo que teme la noche no es una biografía. Más allá de que sea algo personal, que uno está tomando un vino y anota algunas ideas en una libretita, hay algo que está contado por otros. Es como si los otros me hubieran prestado la lapicera con la que escribo. Eso aparece. Sobre todo porque estamos en un momento en el que colectivamente estamos afectados por la pandemia. Uno está tomado por eso y en el libro está expresado ese proceso y esa angustia.

-¿Es decir que estos poemas son “hijos” de la pandemia, de la relación de uno con esta existencia atípica?

-Sí. No es un libro sobre la pandemia. Tiene más que ver con una inquietud existencial o un estado emocional donde aflora esto que apareció. Cuando comenzó, uno tenía alguna inquietud sobre si la pandemia iba a transformar al otro en un aliado o en enemigo. Uno se preguntaba qué balanza iba a pesar más. Porque si la pandemia reforzaba la idea de que el otro es un enemigo íbamos a estar en problemas. Y acá estamos. Los teléfonos nos convirtieron en cadetes de la policía sin haber hecho el curso. Y la pandemia va a potenciar más eso. No soy fatalista pero tengo incertidumbre sobre en qué deviene esto. No lo tengo muy claro.

-Pero por lo que viste en estos meses, ¿creés que la pandemia expuso más la naturaleza de cada uno más que modificar a las personas?

-No sé. Hay algo que irrumpió. Sabemos que estamos en problemas, entre ellos que nos vamos a morir y no sabemos cómo. Pero irrumpió este virus que no es otra cosa que una amenaza que generó sub escenas públicas de algo que uno siente que está escrito por otro. Así se empiezan a escuchar los relatos de que el virus es una gran farsa, o el coronavirus es una gran ficción, o es una serie de Netflix que se filma en la puerta de tu casa, o simplemente es un virus que anda saber cómo apareció y que ahora hay que cuidarse porque no tiene mucha letalidad pero sí una multiplicidad de contagios compleja.

-Hay un choque de relatos de diferentes dimensiones que ponen en crisis el debate público.

-Estamos en un problema social y sanitario, que además frena la economía. Si alguien cree en una conspiración, que venga y me la cuente con cierto  grado de racionalidad. Estamos todos comprometidos con la pandemia pero cada uno de diferente manera. Existen algunos que pueden soportarla mejor, otros que ya vienen soportando la mala vida y entonces esto es un golpe más, y otros que esto los desarmó por completo. No sé en qué va devenir. Probablemente devenga en mayores situaciones de paranoia sobre cuál será la próxima pandemia. Y de alguna manera, si nosotros pensábamos que éramos algo muy chiquito en el universo, la pandemia lo termina de reafirmar aún más. Frente a eso, algunos tienen vías de escape más favorables que otros.

-Uruguay, por ejemplo.

-El que cree que está teniendo una aventura como Ulises debería saber que no está escapando de ningún lugar. Tiene nada más las posibilidades materiales para hacerlo. Los que se van reafirman solo esa posibilidad. Ni le pongo atención a eso. Me preocupan más otras cosas.

-¿Por ejemplo?

-Los que se van a Uruguay no me importan. No me lamento ni me detendría a pensar sobre aquellos que se van. Es machacar sobre algo que a esta altura uno conoce y que es inmodificable, una cultura. Tampoco vale la pena detenerse en los que salen a protestar, porque caigo en el lugar común de que “cualquiera tiene derecho a salir a protestar”. Entonces va y lo hace, sin importarle sus riesgos. Algunos que salen por estar en contra del gobierno, otros que salen como una especie de ciudadanos frente a todo desde su individualidad, porque sienten que son parte de una escena que le pertenece. Me interesa más la disputa de la agenda.

-¿Por qué?

-La oposición tiene gente que grita en las redes, gente que grita en los medios y gente que grita en el poder judicial. Son el empleado del mes del frigorífico capitalista. Sabemos quiénes son los empleados del mes de la cadena de hamburguesas capitalista. Sobre todo en una región como esta que es bastante colaboracionista y cambiante. No es la misma región de la que era hace 10 años. Me preocupa la disputa de agenda. Me preocupa que si se arma una alianza política para ganarle a (Mauricio) Macri, no se piense en cómo se manejan las tensiones internas para que después eso no se deshilache o no explote, porque sabemos finalmente quiénes se benefician con eso.

-¿Quiénes?

-Esa disputa también tiene que ver con no esperar que la oposición sea dialoguista y entienda la situación. Al principio de la pandemia Alberto Fernández era “el patriarca de los pájaros” y después pasó a ser alguien que nos inhibe la libertad de expresión. Y más tarde devino la narrativa espectacular, como si fuera una película de Schwarzenegger, que lo ubica como un comunista. Y muchos creen que se está peleando contra un régimen dictatorial. Que es un sector de la población al que le encanta ocupar ese lugar porque les permite hacer de personajes que no conllevan ningún riesgo. Como si fuéramos todos parte de una película en la que alguien nos grita “acción” y después “corte”. Es un subtexto al que el progresismo exclama “qué barbaridad”... Pero distrae. La agenda hoy no la maneja el gobierno, está disputada en algo que tiene que ver con la puja distributiva. De eso se trata. Eso son temas que a mí me están importando más que si hay una marcha, o sobre lo que opino sobre alguien que en vez de decir “Nisman” dice “Bisman”. Uno se detiene en hechos que tienen una narrativa hilarante, pero hay que salir rápido porque es un mundo donde no se discute todo desde la racionalidad.

-¿Creés que vivimos un tiempo de sobreexageración?

-Hoy en los noticieros los conductores o periodistas tienen que convertirse en personajes, porque finalmente dar la noticia o la información seriamente parece que no paga. Vivimos en un mundo de puestas teatrales todo el tiempo. Uno empieza a ser un espectador habitual de esa puestas teatrales. Así como no se hacen más golpes con tanques, sino hablando de la corrupción y gritando la palabra “libertad” cuatro o cinco veces. Eso es lo que se ha complejizado hoy, aunque parezca que es trivial o delirante. Hay algo que se disputa y las formas en que se disputa hoy son esas. Son nuevas formas de disputa que hay que pensarlas, porque si no te quedás con eso de que de este lado están “los cuerdos” y del otro lado “los locos”.

-Y después de escena social surgen líderes como Jair Bolsonaro o Donald Trump.

-De eso es algo que hay que tener cuidado. Es un chiste que se convierte en pesadilla. Y después el tipo que hizo el chiste te exige que le hagas un remate mejor, mientras se ríe de todos nosotros. Teniendo en cuenta además que hay un perpetuo presente con la pandemia por el que la humanidad está tomado. Si la economía venía complicada desde 2015, los últimos cuatro años terminaron de derrumbarla. Prometían “pobreza cero” y nos dieron más pobres. “La inflación es una pavada” y generaron más inflación. “No vamos a ir al Fondo” y estamos endeudados. Esos cuatro años se lo van a endilgar, obviamente, al actual gobierno. Porque apareció una pandemia, que el gobierno tiene la responsabilidad de resolver, pero reparar sin pandemia no es lo mismo que hacerlo con una. Y reparar sin la presencia de las movilizaciones y de los cuerpos presentes tampoco es lo mismo. Es muy complejo. Porque después te corren con la “corrupción” y la “libertad” y con la “flaqueza” de un gobierno que no pudo superar una crisis... Una crisis que es mundial, no es solo argentina o regional. A veces los protagonistas de los desfalcos salen airosos, porque hay algo que los ayudó, sea el azar o no sé qué, que en este caso tomó el nombre de pandemia.

-¿La pandemia sirvió para exculpar los desastres económicos del gobierno de Cambiemos?

-Esto es una región indefensa y te empujan a esa sensación de la indefensión, que es la emoción de la cual es más difícil salir. Porque nos empiezan a separar, y se sabe que cuanto más separados y asustados estamos, peor es para nosotros y mejor para quienes nos organizan esas emociones. La disputa, el quiebre, la división, la decepción... Vivimos dentro de un texto que está escrito por un perverso.

-Y nosotros somos sus intérpretes, sin posibilidad de escribir nuestro propio texto.

-Pero hay que ponerse de acuerdo porque si cada uno escribe sus propios textos o solo se escriben por subgrupos que suscriben a una línea y otros a otra, se pierde fortaleza en la disputa. Creo que algunos no tienen discusión para dentro. Primero te fusilan y después discuten. Pero primero te fusilan. Y eso no ayuda ante los que están del otro lado.

 

La noche como comienzo

Lo que teme la noche nació de un intercambio entre Capusotto y Berbedés. “Le enviaba textos y él buscaba fotos afines a lo que estaba escrito”, cuenta el actor. Las fotos, en blanco y negro, eternizan noches tan oscuras como brillantes, reflejos de un mundo que tiene sus propias reglas. “Es una manera -detalla Capusotto- de pensar la noche como el momento de que todo se apaga y nace otra cosa. Es como una manera de resucitar aquello de que la muerte no te llegue. Jugamos un poco a esa idea de la noche como generadora de temor, y la posibilidad de enfrentarla preguntándole qué es lo que teme la noche. Es algo que nunca sabremos y son las preguntas que uno siempre se hace sin encontrar respuesta alguna. A veces uno pregunta no por lo que le responden si no como inquietud”. 

Esa relación con la noche atraviesa todo el libro de postales poéticas, con un momento en el que el temor también emerge como una fuerza creativa y sensible. “Me gustaba -confiesa- la idea de darle una entidad de la noche, como si la noche fuera algo que realmente existe, que no sé si remite a la muerte, o cuando el día se va a dormir o cuando pasan las cosas más interesantes porque empieza a aflorar el silencio. En la noche uno se queda más con uno mismo y con sus fantasmas. Por qué no pensar que la noche tal vez no pueda preguntarse ¿estos por qué se asustan?”.