Más que cineasta, Francis Annan trabajó cual cerrajero hasta dar con el molde de lo que sería Fuga de Pretoria. Tenía a mano las matrices del thriller político, el film de denuncia o podía explorar el subgénero de escape carcelario. La elección fue obvia. Al fin y al cabo, cuenta lo que sucedió hacia 1979 en Sudáfrica a partir de las memorias de uno de sus protagonistas. Y vaya si la llave ocupa un rol central en la historia de Tim Jenkin y sus colegas. “Su libro tiene más cuatrocientas páginas y trescientas son sobre el escape. Sólo había que había que seguir esa dirección”, le dice su director entrevistado por Página/12. El estreno del largometraje -uno de los primeros del sello Particular Crowd- será este lunes 26 a las 22 por TNT.
Además del complejo plan hacia la libertad, Fuga de Pretoria da cuenta del contexto y el perfil de sus ejecutores. Tim Jenkin (Daniel Radcliffe) y Stehen Lee (Daniel Webber) fueron enjuiciados y encarcelados por sus acciones directas en favor de Nelson Mandela y demás partidarios del Congreso Nacional Sudafricano. “Eran dos jóvenes de clase media, blancos, muy conscientes de que ese régimen era una basura y debían combatirlo. La historia presentaba un nuevo ángulo para retratar lo que fue el apartheid”, explica Annan.
El pulso cinematográfico, sin embargo, se concentra en todo lo hecho hasta lograr lo que dice su título. “El tono tenía que ser detallista para entender cómo fue el proceso. Y las llaves fueron fundamentales. No es que se escapan por la ventana o a los tiros. Todo está en esa llave. Cómo la dibujan, cómo la hacen, cómo la prueban. Tenía que ser minucioso. No quería usar efectos digitales porque es una historia que refiere a lo físico y lo artesanal. Así que todos es orgánico y mecánico. En el set tratamos de resolver problemas en el mismo modo que Tim y Stephen resolvieron sus cuestiones”, dice el cineasta. Annan vio cincuenta y seis películas sobre confinamientos y hubo dos clásicos que llevó al set para repasar con el equipo: El boquete (1960), de Jacques Becker, y Un condenado a muerte se escapa (1956), de Robert Bresson. “Son increíbles. Se destacan por la tensión y por sus personajes tan concentrados. Quería replicar esa intensidad, simpleza y rigor. No hacen locuras, ni quieren sobresalir, se mantienen con los personajes. Te impactan. Sé que ésta es una producción comercial y de corte hollywoodense, pero tiene ese toque europeo. Simple e intenso”, confiesa sobre la realización de TNT Original.
-¿Cómo fue su acercamiento al material?
-Me gustan las películas y la política. Así que la ecuación era sencilla. En principio teníamos muchas escenas escritas sobre la militancia de Lee y Jenkin, cómo se organizaban, de los panfletos que hacían con tintas invisibles -muy cool por cierto- y sobre cómo fueron arrestados por la policía secreta. Pero tardábamos como cincuenta minutos en llegar a la cárcel. Y era un poco tramposo: ¿queremos un thriller político tipo Munich de Spielberg o uno de escape de prisión? Para la audiencia podía llegar a ser confuso, a mí me gustaba, pero decidimos ir a lo primario. Así es como a los doce minutos ya estén presos.
-El subgénero carcelario tiene reglas muy claras, ¿qué le gustaba de este molde y que quería preservar de la historia?
-Diría que hay una diferencia entre una película de prisión y una de escape de prisión. Las cosas que hacen son algo diferentes. La primera tiene que ver con su llegada a ese mundo, las interacciones con los demás y cómo será su liberación habiendo aprendido algo. Pero las de escape involucran más la ingeniería, quién hace tal cosa, cómo hacen tal otra y se las ingenian con su método. Si iba a hacer un film de este tipo iba a tener que mantener ciertas pautas como cuando ves una película romántica. Quería que fuese fresco y respetase el género.
-¿Cómo se las arregló para mantener el balance entre el mensaje de la lucha por los derechos y el escape?
-Siguiendo la historia del libro era claro que se iba a tratar de una película sobre la fuga. Tim Jenkin establece muy bien cómo se introdujo en la lucha contra el apartheid, las cosas que sucedían antes de su arresto, y ¡bang!, el resto es sobre el juicio, como van a prisión y de ahí en más es sobre la fuga. Te cuenta al detalle cómo hablaban, cómo era la celda y el resto de esas cuestiones. Hay reflexiones sobre lo que implica estar encarcelado y la primera versión del guion era más concienzuda en su discurso. Pero tuve que quitar esos fragmentos. Hay una escena en la que los personajes discuten acerca de qué es más efectivo en la lucha, ¿tratar de escapar o aceptar la injusticia de la sentencia? Se ciñó a ese momento.
-Además de estar basada en su libro, Tim Jenkin tiene un cameo. ¿Le dio algún consejo a usted o a Daniel Radcliffe?
-Fue de muchísima ayuda. Lo entrevistamos en varias ocasiones. Aunque el personaje sea de construcción ficcional, Daniel le pudo preguntar cosas al Tim de carne y hueso y serle más fiel. Para Daniel era importante respetar esos aspectos y homenajearlo. Por otro lado, su libro tiene dibujos muy detallistas que le sirvieron al equipo de arte para armar la llave y todo el sistema que se montan. Cuando se los mostramos a Tim, sudábamos y estábamos muy nerviosos. Tim Jenkin es tranquilo, introvertido; es de esa clase de personas que no hablan mucho, pero como dejó muy en claro es de los que hacen.