En un tiempo desquiciado –el eco de Hamlet resuena en esta realidad pandémica—, dos escritores hablan de literatura, el cambio de lengua y la identidad europea en permanente conflicto, entre otras cuestiones, como si estuvieran tomando un café virtual en la ciudad de Barcelona, donde viven. El argentino Rodrigo Fresán y el francés Mathias Enard, un políglota que habla fluidamente español, catalán, árabe, persa, inglés y alemán, entre otros idiomas, participaron del 12° Filba Internacional online, en un diálogo moderado por la periodista Flavia Pitella. “El Martín Fierro, que es como la Ilíada argentina, es un texto muy curioso; me fascina el renegado, el que se va al otro lado de la frontera”, subrayó Enard, ganador del Premio Goncourt, el más importante de Francia, con Brújula, una novela en la que explora los lazos entre Oriente y Occidente.
Enard (Niort, Francia, 1972) destacó su sensibilidad y curiosidad hacia Argentina. “Mi abuela era argentina, una porteña que vivió hasta los 18 años en Buenos Aires, y tengo todavía primos allá. Argentina tiene algo de país perdido para mí, me gustaría escribir sobre la historia de mi familia, pero todavía no entré en el territorio autobiográfico; lo voy dejando para otro momento”, confesó el escritor, que enseña árabe en la Universidad de Barcelona.
Fresán (Buenos Aires, 1963) reconoció que le sorprende que un escritor sea considerado francés o argentino por el país donde nació. “Me asumo como escritor argentino por lo que digo que es como las tablas de la ley, el ensayo famoso de Borges ‘El escritor argentino y la tradición’, donde dice puesto que tenemos que resignarnos a la fatalidad de ser argentinos disfrutemos del consuelo que nuestro tema es el universo entero; la idea de que no hay que limitarse a la geografía que a uno le tocó”, explicó el autor Historia argentina y La velocidad de las cosas. “A diferencia de otras literaturas latinoamericanas que hunden sus raíces en el suelo, la literatura argentina hunde las raíces en la pared, como esas semillas que se meten en una grieta y de repente crece un árbol horizontal, que es la pared donde está la biblioteca. El escritor argentino funciona en base a sus lecturas, sin importar las nacionalidades”, aclaró Fresán.
¿Cuál es la gran novela americana? ¿Moby Dick o Las aventuras de Huckleberry Finn? “La gran novela americana que buscan con tanto afán la escribió un ruso en plena guerra fría y es Lolita de Nabokov, que revolucionó el idioma inglés. No hay novela norteamericana más grande que Lolita, escrita por un ruso que siempre se definió como un escritor norteamericano”, planteó Fresán y Enard coincidió que la historia de Nabokov es “fascinante” por el cambio de idioma. “A los franceses no nos gusta que Nabokov haya escogido el inglés y no el francés –admitió-. En Francia tenemos dos renegados: Nabokov y Conrad, que pasa unos años en el sur de Francia, en Marsella, y elige escribir en inglés”. El escritor argentino mencionó que los franceses tienen al irlandés Samuel Beckett, que optó por el francés como lengua literaria. ¿Cuál sería la gran novela francesa? Fresán y Pitella respondieron que En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust; pero Enard agregó que Madame Bovary (Gustave Flaubert) también es importante en la tradición francesa. Los tres coincidieron que la gran novela española es El Quijote.
Fresán pertenece a la estirpe de escritores que no quieren ser testigos de su tiempo. “Nabokov sería para mí el ejemplo claro, cuando él decía que la realidad estaba sobrevalorada. Una de las funciones del escritor es proponer otra realidad; no estar subrayando lo que está pasando. Hay muy buenos escritores que lo hacen, no quiero decir que unos sean mejores que otros, pero yo me confieso siempre con una actitud de fuga a la hora de la escritura, que es la misma actitud que uno establece con la lectura”, afirmó el autor del tríptico de novelas La parte inventada, La parte soñada y La parte recordada. “Me despierta mucha curiosidad estos tiempos que estamos viviendo, sobre todo porque pandemias hemos vivido casi siempre cada siglo, pero cuando uno está dentro de este huracán se olvida un poco que esto es muy recurrente y que siempre hemos estado al borde del abismo”, precisó Enard y se definió como un tipo de escritor que le gusta más el monasterio que el campo de batalla. “Soy más un monje que un cruzado”, comparó el escritor francés, que acaba de publicar la novela El banquete anual de la cofradía de sepultureros (Literatura Random House).
Los idiomas –español, francés, árabe, persa, inglés, alemán, latín y griego antiguo, entre otros- forman parte del mundo literario de Enard. “No me puedo imaginar la literatura en singular, siempre es un plural; son las literaturas. Si pienso en el francés, utilizo varios registros de la lengua, desde una lengua muy trabajada, muy culta, de tradición literaria, pero también registros mucho más populares, presentes o antiguos, que suenan a idiomas extranjeros dentro de una obra literaria. Después de tantos libros, lo que me interesa es poner en juego dentro de un mismo momento y en una misma obra varias corrientes que reflejan un poco la diversidad del mundo”, argumentó Enard. “Todos somos escritores distintos en traducción; el Rodrigo Fresán en francés no es el Rodrigo Fresán en castellano. Cuando uno lee en traducción, no lee a Rodrigo Fresán, no lee a Mathias Enard, lee a un traductor. Alguien que no sabe que la traducción mejora el original, es alguien que no ha tenido un traductor al alemán, porque los traductores alemanes chequean absolutamente todo. Yo digo siempre que la mejor versión de mis libros es la alemana porque ahí no cabe ni el espacio para el mínimo error”, elogió el escritor francés la tradición rigurosa de los traductores alemanes.
Fresán recordó que leyó una entrevista a Nabokov en la que le preguntaban por la gran diferencia entre lo europeo y lo norteamericano. “¿Qué es lo europeo?”, respondió el autor de Lolita. “Lo europeo es una condición muy fluida, no sólo por el Brexit. La idea de una identidad europea comunitaria está siempre en permanente conflicto –advirtió el escritor argentino, columnista de Página/12-. La literatura entendida como la patria del estilo va a tener que asumir un lugar de resistencia ante esa especie de planificación universal hiperlegible. Hay algo preocupante en esa especie de universalización y es que los best sellers son cada vez peores”. Enard encendió la alarma sobre el miedo que le provoca que en el camino se pierdan las lenguas y literaturas minoritarias. “Para muchos escritores el motivo del cambio de lengua al inglés, al francés o al español es porque en su propio idioma materno no pueden llegar a ser publicados. Podríamos haber tenido la esperanza de que con la globalización se llegara a más traducciones, pero no fue así”, concluyó el escritor francés.