A Carlos Bruck (Z’L’) y Carlos Fraiman

“No cantes, hermano, no cantes,
que Moscú está cubierto de nieve
y los lobos aúllan de hambre...”

A. Magaldi (h) - M. Ferradas Campos, “Nieve”.

¡Qué semana, cuarenteñeres; qué semanita, aisladites de mi corazón; qué semanota, compañerólogos; qué semanario, muchachos peronistas que todos aislados triunfaremos!

Los sociatras, los antropofágicos y los investigratuitos de diversas ciencias se deben estar haciendo un banquete con todo lo que está pasando en nuestra Patria Grande sí, Colonia no.

Podríamos salir a caminar por la cintura cósmica del sur, pero no lo haremos, porque, aunque nadie te lo diga, la realidad (con doble d, de “desigualdad” y “dominación”) es que la Covid sigue acechando cual fake news al servicio de un multimedios enfermónico dominante de mi, de sol y de re.

La grieta —la verdadera y única grieta, que es cuando los que tienen el poder se alejan del gobierno y hacen las mil y una para volver a apoderarse del susodicho— se ha ensanchado a nivel mega-giga-tera-métrico en nuestro querido continente, ese que Colon descubrió y que tanto y tanta y tante poderose encubrió.

Si alguien dudara o dudase de mis afirmaciones grietodoxas podría recordarle la legendaria frase de un poderoso dueño de medios a un gobernante argentino, hace ya más de 30 años, cuando el gobernante “acusolo” de querer apropiarse de su cargo, y el poderoso respondiole: “¿Presidente? ¡Cargo menor!”. Seguramente, el mismo poderoso habrá sido alguna vez víctima de alguien mucho más poderoso que él, que tal vez le dijo: “¿CEO de un multimedios argentino? ¡Cargo menor!”.

Y así podríamos ascender hasta el Supremo, o hasta don Corleone, según corresponda, pero no es esa nuestra misión. Al menos, no en esta nota.

Decimos entonces que el sábado pasado, cuando la Plaza Virtual estaba por desbordar, por reventar de voluntades populares, los odiadores de siempre decidieron hacerle caso a Engels y “repetir la tragedia como farsa”: lanzaron entonces “un bombardeo informático sobre la plaza”. No se pierden una los muchachos antiperonistas.

Pero… (porque estamos hablando de "pero-mismo") ni el pueblo ni el Presidente se dejaron llevar por la agenda de “Juntos por el Caos”, y lo que pudo haber sido una noticia más se transformó en un clima, en un aire, en un viento; en un ciclón y —para no despertar rivalidades futboleras en esta columna— un huracán a la vez: un acto con garra, un discurso con amor, razón y voluntad, un clima de apoyo popular que circulaba por las arterias de nuestro pueblo, para llenarnos, qué duda cabe, de oxígeno fresco.

Y el 17 de octubre, por curiosa artimaña del calendario, en Bolivia cayó un día después, el domingo 18.

Mientras acá seguíamos cantando la marcha, en Bolivia marchaban hacia las urnas y las llenaban de votos por el MAS. Y obtuvieron un porcentaje de votos que haría desmayar de emoción a sus pares argentinos. (Anécdota personal: allá por 1989, un periodista le preguntó a nuestro Luis Zamora qué haría si el conteo lo daba a él ganador de las elecciones, a lo que Zamora contestó, en medio de una carcajada: “Pediría que cuenten los votos de nuevo".)

Remedando un viejo chiste popular, algún apresurado podría decir, en tono de amarga queja: “El sábado, Argentina; el domingo, Bolivia; ¡pero el lunes no pasó nada!”. Le responderíamos que le diera tiempo al tiempo, que ya se vienen el plebiscito en Chile, las elecciones en Ecuador y, dentro de 10 días, ¡las de Estados Unidos!

Y que, además, ocurre, está ocurriendo, la posibilidad de que el ex Sumo Maurífice, Patrigarca de la Meritocracia caída, logre lograr un logro: el de caer, más bajo aún si es posible, en la imagen que de él tenemos una gran parte de los argentinos, y eso por quedarnos cortos y no decir “los terrícolas” (como ya lo hizo otro expresidente allá en los '90).

Parece que quien supo ser el paladín de las atractividades, el gran prometedor de la pobreza cero, el que llenó su arca sin que hubiera diluvio de inversiones se ve hostigado por la aparición de un libro que él no quisiera leer (como tantísimos otros libros) y que, peor aún, tampoco quiere que leamos nosotros.

No va a ser el primer ni el último libro que denuncia las mauriciosidades con las que nos enredó en estos últimos años, pero, en este caso, “el que canta, el que bate la justa, el que lo deschava” ¡es su propio hermano!

Y eso parece que le duele. Dicen que le mandó una carta que decía: “Perdona, hermano mío, si te digo que ganas de escribirte no he tenido; no sé si es la riqueza, no sé si es la comida, o el tiempo que ya llevo en esta vida”. También dicen que la carta decía: “¡Hermano!, yo no quiero rebajarme ni pedirte ni llorarte ni decirte que no puedo más mentir" y que amenazaba: “No cantes, hermano, no cantes, que el PRO está cubierto de nieve y los lobos aúllan de hambre”.

Quién sabe. La maldad tiene tantas formas de hablar…

Sugerimos acompañar esta columna con el video El fogón de los viejos hippies, de RS POSITIVO (Rudy-Sanz):