La Argentina, lamentablemente (a no dudarlo), está atravesada por una profunda grieta.
Antes de avanzar, creo que corresponde, en primer lugar, hacer algunas aclaraciones, por así decirlo, morfológicas. Me refiero a que sería un reduccionismo grave pensar que la grieta remite a una frontera política o ideológica que separa al llamado “kirchnerismo” del resto del tejido político nacional. También sería erróneo pensar que la grieta invita a ver las cosas como determinada por dos mundos: oficialismo y oposición.
Yo quisiera, por lo menos en estos primeros párrafos, darle la razón al sector del cual me siento más alejado en lo ideológico. Me refiero a aquellos “pensadores” que representan al sector que nos gobernó entre 2015/2019. Sí, tienen razón en la descripción o la mera invocación de aquel concepto que para ellos refleja el lugar de la grieta o ruptura: la República.
Cuando se manifiestan algunos empresarios, exministros, algunos filósofos, un sector del periodismo y otros personajes auto-identificados con ser, hoy día, opositores, es común observar o escuchar la designación ilustrativa del “ellos y nosotros” como referida al respeto a los valores republicanos.
Yo creo que tienen razón y debo expresar un reconocimiento: por fin se ha identificado una razón trascendente, casi dramática, para la justificación de esa grieta y del abismo moral que impide a unos y otros cruzar de lado y mezclarse con el resto sin más ni más. Por lo menos yo así lo entiendo.
Quien no crea en la República no puede estar del lado de los que hacen del modelo repúblicano una especie de ética de la vida en sociedad.
En eso estamos de acuerdo. La cuestión es definir en qué lugar de esa grieta se encuentra la defensa genuina de ese valor republicano. Veamos.
De un lado están quienes para elegir miembros de la Corte Suprema establecieron uno de los modelos más participativos, transparentes y democráticos que recuerde nuestra historia institucional. Del otro lado están quienes cuando fueron gobierno intentaron designar a dos miembros por la vía de un drecreto del Poder Ejecutivo. ¿Dónde estará la República? ¿De qué lado?
Los criterios de búsqueda pueden continuar. De un lado de la grieta también estan quienes montaron un sistema de conexiones clandestinas entre servicios de inteligencia interna, algunos jueces y fiscales, algunos medios de comunicación (destinados a blanquear información falsa o verdadera pero obtenida ilícitamente) y algunas y algunos legisladores oficialistas que confesaron contar con información de contrainteligencia, todo a efectos de dirigir la persecusión penal de un modo acorde a los intereses políticos coyunturales. Del otro lado está quienes, cumpliendo una promesa preelectoral destinaron con eficacia los primeros meses de gobierno a desmantelar los servicios de inteligencia a los cuales se los denominó “los sótanos de la democracia”. Nuevamente, me pregunto, ¿dónde estará la República?
Para seguir con los ejemplos. De un lado están aquellos que aprovecharon la coyuntura de las vacantes judiciales para designar en lugares clave, a dedo, a jueces amigos. En el sector opuesto están quienes cuando son gobierno proponen que las designaciones atraviese el virtuoso y claro camino constitucional sin excepciones. Y la República... ¿en que lugar se encontrará?
A veces conviene no dejarse llevar por aquellas voces que enseguida se llenan la boca con conceptos autolegitimantes y concentrarse en las acciones de cada uno de los sectores. Nuestra historia está llena de ejemplos de sujetos que se arroparon con discursos fraudulentos.
Hemos escuchado que: “las instituciones políticas no pueden ser improvisadas” y que “la República tiene una larga y dolorosa experiencia al respecto“, pero cuando uno repara que esa frase salió de la boca del dictador Onganía, a seis meses del golpe de Estado de 1966, entonces le damos otro valor a la expresión.
Videla al asumir no dudó en afirmar que: “El país transita por una de las etapas más difíciles de su historia. Colocado al borde de la disgregación, la intervención de las Fuerzas Armadas ha constituido la única alternativa posible, frente al deterioro provocado por el desgobierno, la corrupción y la complacencia”. Parece mentira, ¿no?
El mismo y tristemente célebre Uriburu, el 6 de septiembre de 1930, no dudó en decir que: “El gobierno provisorio interpreta el sentimiento unánime de la masa de opinión que le acompaña al agradecer en esta emergencia a la prensa seria del país el servicio que ha prestado a la causa de la República, al mantener latente por una propaganda patriótica y bien inspirada, el espíritu cívico de la Nación y provocar la reacción popular contra los desmanes de sus gobernantes”.
De ese lado estaban las palabras, pero la República estaba en la piel del pueblo perseguido.
Eso me recuerda que, en general, es díficil pensar que la República está donde no está el pueblo.
*Abogado y doctor en derecho.