En un escenario enrarecido por la ofensiva desestabilizadora sobre la economía y con fuertes controversias políticas alrededor de los desafíos planteados por "los hermanos" de figuras emblemáticas del poder político conservador como Mauricio Macri y Luis Miguel Etchevehere, vuelve a ocupar espacio mediático Eduardo Duhalde, el ex presidente provisional representante del peronismo conservador que quedó desplazado de cualquier lugar expectante desde la presidencia de Néstor Kirchner. Con gran repercusión en los principales medios, Duhalde volvió a criticar al Gobierno desde el canal del diario La Nación al decir que “se está ocupando de lo que no tiene que ocuparse” y definió a la Argentina como "un barco a la deriva" que se halla en un "proceso preanárquico". Ni Patricia Bullrich lo hubiera dicho mejor.
Hace dos meses, Duhalde ya había protagonizado otro escandalete al asegurar que no habría elecciones el año que viene porque se avecinaba un golpe militar. Confrontado hasta por sectores opositores, finalmente terminó diciendo que había sufrido un "episodio psicótico", como el que lo afectó en ejercicio de la presidencia según sus propias confesiones. “Yo no estoy exento de tener esos temas psicóticos, a mí me puede pasar. No me reconozco diciendo lo que dije. No es un brote psicótico, es un instante, es un desenganche de la realidad. Es como un flash”, explicó.
Volvió a la carga hace un mes, con otro intento de desgastar al gobierno de Alberto Fernández comparando al presidente con el desaparecido Fernando De la Rúa. Con menos repercusión mediática, esta vez no aclaró si se había tratado de otro "flash".
"No hay unidad de mando en ningún ministerio y es muy difícil gobernar así. El problema de Argentina no es lo que debemos sino lo que no producimos, pero los dirigentes no tienen ADN productivo”, sentenció en declaraciones televisivas. “No se le puede pedir esfuerzos a la gente si no hacen esfuerzos los políticos”, remarcó el hombre que llegó a la presidencia justamente por un acuerdo entre los políticos de los principales partidos.
A su juicio, en la Argentina se vive “un proceso preanárquico y la anarquía tiene color y olor a sangre”. En ese sentido, expresó, que “nadie puede negar si ve los noticieros que hay mucha sangre innecesaria en la Argentina". Y subrayó que "el que gana gobierna y el que pierde, también", porque, "si no gobernamos todos juntos, si no dejamos de pelearnos como tontos, Argentina no sale.”
En el marco de la pandemia, estimó que “no se puede gobernar como si fuera un momento normal”, que “este es un país desordenado y descontrolado” y que la actual situación “es más compleja que en 2002” como consecuencia de la pandemia.
Consideró que "no se puede hacer experiencia en el medio de una crisis" cuando "el sistema es presidencialista", dado que "si él le presta el oído a un ministro, a un vecino o a la vicepresidenta y comete errores la culpa es de él". Relativizó al rol de la vicepresidenta al decir que "si Cristina (Kirchner) incide mucho es culpa de Alberto, no de ella", y definió a CFK como "un animal político, siempre ha sido así, un carácter tremendo”.