La pionera del nuevo periodismo femenista vive un gran momento a los 85 años. Desde la publicación en español de Apegos feroces (Sexto Piso, 2017), las memorias que Vivian Gornick editó en los años ochenta en Estados Unidos, el libro se ha traducido a 13 idiomas. “Las personas del movimiento Me Too no son políticas del mismo modo en que lo éramos nosotras. Todas están increíblemente enojadas, más de lo que estábamos nosotras, y también me impactó cómo el acoso sexual en el ámbito laboral sigue siendo el mismo. Ahora lo veo como una lenta asimilación del enojo, de la infelicidad contra el sexismo, con que las mujeres sean consideradas ciudadanas de segunda clase”, planteó Gornick en la última entrevista del 12° Filba Internacional, que cerró con Pongamos por caso, una performance con traductores literarios con texto y dirección de Rafael Spregelburd. El festival online tuvo más de 80.000 visualizaciones en su canal de Youtube durante nueve días, un número que pone la piel de gallina.
La escritora Tamara Tenenbaum, a cargo de la entrevista, le pidió que agregara más sobre por qué el Me Too no es político en comparación a la Segunda Ola del feminismo que encarnó Gornick. “Nosotras éramos más las hijas de Simone de Beauvoir y estas jóvenes no son tanto nuestras hijas. Nosotras escribimos libros, hicimos marchas, hicimos grupos de mujeres que enseñaban sobre el cuerpo, sobre el sexo; vimos nuestras vidas de una manera existencial más que específica. Nuestra situación era simbólica de la condición humana; éramos una generación visionaria, éramos comunistas, socialistas, marxistas. Mi política se basa en el movimiento de liberación de los ochenta: homosexuales, afrodescendientes y mujeres. Estos son los movimientos con los que me asocio, todos intensamente políticos. No diría que hoy, en este despertar de las mujeres, no construyeron un movimiento otra vez. Lo que demuestran es lo lejos que llegó el feminismo en cambiar la sensibilidad del mundo”, explicó la autora de La mujer singular y la ciudad y Mirarse de frente, ambos publicados también por la editorial Sexto Piso.
Desde su departamento en el corazón del West Village neoyorquino, Gornick se mostró aguda y mordaz. “Cuando las personas se llaman socialistas hoy, no estoy segura de qué es lo que quieren decir; no buscan una revolución en el gobierno o en el sistema. Desde mi punto de vista, son disidentes honestos en la vida estadounidense, quieren ser parte y no quieren hacer una revolución, quieren que la democracia estadounidense cumpla con su propósito, quieren ver un mundo de igualdad más que nada, ya sea económica, social, cultural. Las personas de izquierda quieren que se vaya Donald Trump; quieren recuperar algo que se acerque a la igualdad”, reflexionó la escritora y ensayista y agregó que cuando ella era chica el socialismo y el comunismo eran “más intensos, más reales”.
Tenenbaum mencionó a las diputadas demócratas Alexandria Ocasio-Cortez –que tiene 31 años y es la congresista más joven de los Estados Unidos de ascendencia puertorriqueña- y a Ilhan Omar, de 38 años, la primera mujer musulmana nacida en Somalia en acceder a la Cámara de Representantes. “¿Son un símbolo de la nueva izquierda?”, le preguntó. “Sí, son el resultado de lo que hicimos, ellas son lo que queríamos", reconoció la escritora neoyorquina. "Se han vuelto parte de lo que sucede, están ocupando puestos como ciudadanas de primera clase. Yo a ella (Ocasio-Cortez) la considero como una nieta. Estoy muy orgullosa de ella y de todas las mujeres jóvenes que se involucran de manera tan asombrosa en la política”.
Gornick confirmó que se define como una escritora neoyorquina. “La mayoría de los autores se consideran locales; no creo que nadie jamás se proponga a hablarle a todo el mundo. Uno se propone escribir de lo que sabe con la mayor profundidad posible. Cuando se publicó Apegos feroces, me sorprendió cuántas personas con vidas tan diferentes a la mía se enamoraron del libro y se vieron reflejadas en él. Yo lo tomé como un gran logro”, dijo la escritora y se refirió a Willa Cather (1873-1947) como un ejemplo de lo que se considera “escritura provinciana”. “Escribía en un momento en el que comenzaban las grandes modernistas, Virginia Woolf, Jean Rhys, y ella parecía estar escribiendo solamente sobre el medio oeste de Estados Unidos. Pero si se la lee de manera correcta, entendemos la profundidad de lo que ella comprendía como local”.
Otro aspecto que analizó fue la cuestión de la identidad. “Ser judía es algo que está dentro de mí; yo soy judía y aprendí qué es ser un humano en idish. El idish es un idioma muy rico desde el punto de vista idiomático. Mi familia era experta, eran grandes idishistas. Pero cuando me siento a escribir, no pienso que soy una escritora judía estadounidense. Yo pienso en mí como mujer, como feminista, mucho antes de pensarme como judía. Más que una judía estadounidense, me considero una neoyorquina porque Nueva York es un país aparte”, aclaró la escritora que cubrió para el legendario semanario The Village Voice el movimiento de liberación feminista en los años setenta, en el que ella misma terminó militando.
“Yo me considero una escritora de no ficción, una escritora de lo que llamo narrativa personal. Yo escribo una narrativa personal, y en todo lo que estoy haciendo, ya sea un ensayo, una memoria, una reseña de un libro, no importa lo que esté escribiendo, estoy presente en ese trabajo. Intento conducir a la narradora dentro de mí, usarme para contar una historia, no importa qué forma esté utilizando. He visto muchas obras en las que el escritor está demasiado presente, se entromete de manera errónea en muchos lugares. Soy muy consciente de cuándo utilizarme y cuándo no. Y espero que eso funcione”, destacó Gornick y admitió que trabajó duro en la escritura de Apegos feroces. “La percepción emocional es el corazón de cualquier obra inteligente, aunque sea la obra de un economista. Plasmar la vida en una hoja es lo que hace un gran autor de ficción”, precisó la escritora neoyorquina que tiene como su mentora a la italiana Natalia Ginzburg (1916-1991). De Joan Didion admira solo los ensayos y no cree que las novelas de Didion perduren en el tiempo.
Le resulta conmovedora la intensidad de la vida en Nueva York, una ciudad que se ha vuelto “más amable” y “mejor” a partir de la pandemia. “Más que nunca muchas persona han escrito sobre lo que es vivir solo. En Nueva York el 50% de los hogares están compuestos por una persona soltera; la mayoría son mujeres. Estar sola es emocionante y doloroso. No sabés la cantidad de mujeres casadas que siempre me envidiaron por ser soltera. Cuando veo sus matrimonios, estoy contenta con mi soltería –subrayó Gornick-. Lo importante es que hay que absorber la experiencia de cualquier situación, de estar solas o no, y aprovecharla”.