El empresario Jorge Neuss se suicidó después de asesinar a su esposa, la filántropa Silvia Saravia, en el baño de la suite matrimonial. Todo sucedió en el exclusivo country Martindale, en Pilar. Se suicidó como lo hacen alrededor de dos de cada diez femicidas en la Argentina cada año. En 2019, fueron 60 --el 23 por ciento de los femicidas-- de acuerdo con las estadísticas de la Corte Suprema de Justicia. Desde el 20 de marzo cuando se impuso el aislamiento social preventivo y obligatorio por la pandemia de coronavirus hasta el viernes 16 de octubre, 22 femicidas se suicidaron luego de quitarle la vida a la mujer, según el registro de la ONG La Casa del Encuentro. ¿Qué los empuja a matarse después de asesinar a su pareja o ex pareja? Página 12 consultó a especialistas para tratar de responder la pregunta que surgió con más fuerza en estos días por la resonancia que tiene el caso que involucra a un matrimonio de clase alta.
“Es importante visibilizar las cifras. Hay que hacer hablar a los números ¿qué nos están diciendo las cifras de femicidas que terminan suicidándose?”, plantea la psicóloga Débora Tajer, profesora titular Cátedra Introducción a los Estudios de Género de la Facultad de Psicología de la UBA. Días atrás, en una supervisión, le tocó analizar el caso de una niña, cuyo padre se había suicidado después de matar a la madre: en otro sector social, clase media, la misma situación que el empresario Neuss. “Muchos de los victimarios, en general, tienen una relación narcisista con las mujeres: ellas son un objeto para ellos. Cuando las mujeres los abandonan, el dolor es insoportable porque eran una parte de ellos. No es el dolor por un amor sino por un objeto perdido. Y muchas veces no pueden tolerar que ese objeto siga existiendo y entonces lo matan: ese es el femicidio. ¿Y por qué se suicidan? Porque les resulta intolerable verse a sí mismo como femicidas. No es un asesino que no tiene ningún problema con asesinar. Es alguien que mata porque no soporta que la otra persona viva, y después no soporta estar vivo y portar la figura del femicida. En el caso del padre de la niña, el hombre se suicida en la cárcel; Neuss me parece que no soporta la mirada pública de él como asesino de la mujer. Y de alguna manera, la muerte vuelve a enlazar que son una pareja, que ella es la señora de Neuss. Es muy fuerte eso”, reflexiona Tajer. “Por otro lado –agrega-- esos asesinatos y los propios suicidios dan por tierra de que ellos estaban interesados en sus hijos, porque los dejan huérfanos de madre por matar a la mujer y huérfanos de padre porque se matan”.
En España, las estadísticas oficiales de 2019 muestran que 1 de cada cuatro femicidas se suicidaron: el 25,5 por ciento. De un total de 55 femicidas que mataron a su pareja o ex pareja, 14 se suicidaron. Un 5,5 por ciento, además, tuvo intento de suicidio. El fenómeno es similar que en Argentina, explica a Página 12 el reconocido médico forense español Miguel Llorente, profesor de Medicina Legal de la Universidad de Granada. Llorente intervino en la redacción del Protocolo Latinoamericano para investigar el Femicidio/Feminicidio y también en el que elaboró la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra la Mujer (UFEM) de la Procuración General de la Nación.
El legista español diferencia dos tipos de figuras: el homicidio seguido de suicidio y el suicidio ampliado. En el segundo, el deseo de matarse surge en un contexto de una depresión endógena: la persona, puede ser una mujer como un varón, siente que la vida no vale la pena y por eso se lleva con ella a los seres que más quiere. La muerte es como una liberación. Un ejemplo es el de madres que matan a sus hijos o hijas y después se suicidan. Es muy diferente del homicidio seguido de suicidio, en los que el objetivo de quien lo ejecuta es matar a la otra persona y el suicidio se produce porque no quiere responder a la sociedad por lo que hizo. “Muchas veces ocurre que se trata de gente que goza de un status social. En general suele ser un hombre de nivel socioeconómico alto y no quiere ser criticado en ese mundo donde se encuentra bien integrado y reconocido. Puede ser también alguien sin tanto dinero, pero que es muy aceptado en su entorno, en la comunidad a la que pertenece, aquel al que lo saludan en el barrio”, señala Llorente. En otros casos, no se llega a suicidar pero el femicida se entrega voluntariamente: llama a la policía o a su familia y cuenta lo que hizo, sin escapar. “Son crímenes morales y no instrumentales, es decir, no se mata para robar o por un ajuste de cuentas sino para defender una idea, una creencia, una imagen o algo que para esa persona es inaceptable: por ejemplo, separarse de la esposa. Ellos asumen las consecuencias en el propio acto: por eso se matan o se entregan. No se arrepienten. Sienten que hicieron lo que tenían que hacer”, agrega el especialista.
El médico legista Daniel Silva, que fue perito forense ante la Corte Suprema en el país, recuerda que la violencia de género es “como un espiral que va in crescendo”, donde hay una acumulación de tensión que se libera con el golpe. “Llega un momento en que la tensión es tan alta que el individuo mata y viene luego una sensación de relajamiento. Aparece la idea de qué me va a pasar, incluso puede tener hasta algún sentimiento de culpa, todo en cuestión de segundos. Pasa al femicidio porque considera a la mujer como parte de él, para matarla por completo tiene que matarse. No todos lo hacen porque depende de la estructura psíquica. Decir más es entrar en el terreno de la teorización”, considera.
La psicóloga Norma Giorno, docente de la UNLP y asesora de la subsecretaría de Políticas contra las Violencias por Razones de Género de la provincia de Buenos Aires observa que en el caso del empresario Neuss, con su suicidio el femicidio de Saravia quedó desdibujado, a lo que se sumó la negación colectiva al velarlos conjuntamente al femicida y a su víctima. “¿Por qué no se mata él antes?, pregunta mucha gente. Porque no había cometido el femicidio. La respuesta, claro, no es lineal. Hay algo del orden de la impulsividad cuando se dan cuenta de que cometieron ese asesinato. Generalmente, en vínculos tan in-disociados, cuando la mata a ella, que sería parte de él mismo, la violencia se vuelve hacia él. En perfiles tan narcisistas y de omnipotencia se produce con ese acto la destitución del lugar de poder. Finalmente, como en todos los suicidios, hay cuestiones que se las llevan a la tumba. El suicida siempre deja interrogantes. Y hay que tener en cuenta el contexto también. Como en todo lo que tiene que ver con la violencia de género, hay una multidimensionalidad, es decir cantidad de factores que se ponen en juego”.
El femicidio de Silvia Saravia ocurrió el sábado 10 de octubre al mediodía, en el country Martindale, un barrio cerrado exclusivo donde viven también los cuatros hijos del matrimonio, ubicado en Pilar, al norte del conurbano bonaerense. No hubo testigos directos. Las dos empleadas domésticas que estaban en la casa escucharon los disparos y avisaron a uno de los hijos.
Neuss, un multimillonario empresario argentino, de 72 años, con negocios diversificados, sabía que su esposa quería separarse, de acuerdo con testimonios de allegados a la mujer. Saravia, de 69 años, --filántropa, amante del arte, que solía jugar al golf con amigas y era entusiasta de las marchas anticuarentena contra el Gobierno -- se lo habría dicho. La noche anterior al desenlace feroz, el matrimonio tuvo una discusión. La mujer no durmió junto a su esposo: lo hizo en la casa de la hija de ambos, Lucila, en el mismo country, y regresó cerca del mediodía del día siguiente. A los pocos minutos fue asesinada.
La pareja llevaba cincuenta años casada. Solía participar de eventos sociales y de beneficencia típicos de las clases altas. Vivía una parte del año en Estados Unidos, donde tenía propiedades.
En un primer momento, los hijos transmitieron la idea de que había sido un pacto suicida. ¿Para evitar el oprobio de un femicidio en la familia? La mayoría de los avisos fúnebres los despidieron a los dos juntos y también eludieron ese trágico detalle: ella siguió siendo de él –de Neuss—hasta en la forma de ser nombrada. En la ceremonia religiosa en el cementerio de la Recoleta los hijos pusieron una foto de Saravia y Neuss en un atril: ella, con un vestido claro, sin mangas, él sonríe vestido de traje oscuro, camisa blanca y corbata celeste; la abraza y le apoya en la cintura la mano derecha, esa con la que gatillaría el disparo letal. Los enterraron en la misma bóveda: incluso después de muerta quedó al lado de su victimario.