“En China la Diosa de la Luna es, te diría, más famosa que Papá Noel”, señala Peilin Chou, una de las productoras de Over the moon, para graficar la importancia de la leyenda de Chang’e, en la cual se basa el flamante estreno de Netflix. Musical animado para niños (y grandes), Over the moon cuenta la historia de cómo la joven Fei Fei viaja a la Luna para obtener pruebas de que la mítica reina de Lunaria existe y, así, convencer a su padre de que no vuelva a casarse. El viaje, claro, sucede bastante lejos de los carriles que la protagonista espera y lleva al espectador por algunas de las tradiciones íntimas de la cotidianeidad china, una locura de luces y música k-pop pegadiza. 

Página/12 dialogó con las productoras Chou y Gennie Rim, ambas de ascendencia asiática (una con padres chinos, la otra coreanos) sobre el desarrollo de la película, la representatividad en el cine contemporáneo y, también, sobre las ganas de meter k-pop en un producto comercial para Occidente. Los espectadores atentos notarán muchísimos aspectos muy cercanos al prototipo Disney más tradicional. No es casual: tanto el director Glen Keane como las dos productoras pasaron en algún momento por la factoría del ratoncito antes de recalar en Pearl Studio, que se dio a conocer el año pasado a través de Abominable, otro film familiar ambientado en el gigante asiático y atado a su mística (esta vez, al Himalaya y el Yeti).

Chou era jefa creativa de Pearl Studio cuando nació el proyecto y ya había pasado por Disney (colaboró en la versión animada de Mulan, por ejemplo). Rim primero pasó por Pixar y, ya en la casa del ratoncito, hizo buenas migas con Keane, junto a quien siguió trabajando cuando abandonaron esa factoría.

-¿Por qué les interesó el proyecto?

Peilin Chou: -Yo crecí en Estados Unidos, pero mi mamá me contaba siempre la historia de Chang’e y todos los años mi familia celebraba el Festival de la Luna, de mediados de otoño. Nos sentábamos en el pasto a comer, mirábamos el cielo, buscaba el conejo de jade, todo eso. Pero en la escuela nadie sabía quién era Chang’e, ni siquiera la habían escuchado nombrar. Así que me entusiasmaba compartir su mito con todo el mundo.

Gennie Rim: -Estábamos con Keane en Annecy cuando nos acercaron el proyecto, porque él estaba dando una charla sobre cómo pensar como un niño al hacer cine. ¡Yo para la página 20 ya estaba llorando y le rogué hacerla! Y él se identificó mucho con la protagonista, su personalidad.

-De un tiempo a esta parte hay un doble proceso: los films orientales, y chinos en particular, empiezan a ser muy visibles, y también hay muchos reclamos en EE.UU. por la representación asiática en pantalla. ¿Cómo ven este proceso?

P. C.: -Yo también estuve en Abominable, que se lanzó el año pasasdo y creo que fue muy bien recibida. Veo mucho entusiasmo por historias que muestren un mundo que no necesariamente conocés, que muestren otras experiencias. Pero al mismo tiempo creo que con eso también se pueden contar historias globales, que interesen a todos.

G. R.: -Me encanta. Cuanta más representación haya, mejor. Te hace sentir que el mundo es más grande, te permite entender otras vidas, y como productor, mostrar que todos somos humanos y nos conecta esa humanidad. Over the moon es sobre una niña de una edad muy específica -12 años- en un lugar puntual de China, y queríamos estar seguros de contar realmente su historia, y que su mundo fuera uno que la gente que vive ahí pudiera decir “esa es mi familia, mi calle, mi escuela”. Eso es muy importante. Pero al mismo tiempo Fei Fei atraviesa una pérdida y quiere amor y el sanar. Esas son emociones humanas con las que todos podemos empatizar y acercarnos a su historia. Amo esta historia porque muestra algo muy específico de la cultura china, su vida familiar, y al mismo tiempo te hace sentir que conocés a la nena y que querés conocerla.

-La apropiación cultural también es un tema de debate últimamente. ¿Cómo se hace para que esa representación sea genuina?

P. C.: -Una de las cosas más importantes es ser respetuosos con la cultura. En las dos películas nos esforzamos mucho en estar bien seguros de que todo lo que presentábamos era tan genuino y “real” como sea posible. Con la familia de Fei Fei, por ejemplo, yo quería que fuera una familia tan típicamente china como fuese posible. Que no sólo el entorno se viera “correcto”, ni que la comida fuera la adecuada, sino que los diferentes miembros de la familia, cómo se comportaban, cómo se trataban mutuamente, sus relaciones, todo eso, fuera lo más preciso posible. Fue parecido en Abominable. En este caso todo el equipo de producción hizo un largo viaje de investigación a China. Eso incluyó visitar muchas de las locaciones que aparecen en el film, pero también muchas cenas con familias, ir a la casa de la gente, ver cómo hablan, cómo interactúan. Además teníamos parte del equipo de animación en Shangai, todos crecieron allá, y trajeron al film muchas de sus experiencias. Cuando ves la cena familiar para el Festival de la Luna, es la cena típica que muchos de ellos tuvieron con sus familias.

G. R.: -Primero nos aseguramos de que cada persona del equipo estuviera realmente vinculado con esta ciudad, que está basada en una real. Entonces viajamos ahí. Si teníamos alguna duda, Chou tenía un monitor conectado con el equipo de allá y decíamos “ey, ¡hola!” y discutíamos cada detalle. También intentamos tener la mayor cantidad de animadoras mujeres posible, porque esa es una voz que se siente mucho si contás la historia de una niña.

-¿Cómo se logra ese equilibrio entre lo local y una historia pensada para todo el mundo? Hay detalles que pueden resultar extraños a un occidental, como que los padres de Fei Fei no se besen ni tengan demostraciones directas de afecto.

P. C.: -Bueno, ese punto justamente lo discutimos mucho. En China es muy extraño que los padres tengan demostraciones físicas de afecto enfrente de sus hijos. ¿Besarse? Casi nunca sucede, es algo rarísimo. Te digo más: en toda mi infancia jamás vi a mis padres darse un beso. Nunca. Jamás. Y sé que muchos amigos chinoamericanos tuvieron la misma experiencia. En la cultura china el afecto se muestra de otras maneras.

-¿Cómo?

P. C.: -Bueno, por ejemplo, otra cosa que nunca sucede es que los padres digan a sus hijos que los aman. Pero en cambio están constantemente cocinándoles, asegurándose que tengan la ropa adecuada, hablándoles sobre cosas. Está todo más basado en actos que en palabras. Allá está la idea de que es muy fácil decir “te quiero”. Son dos palabras. Pero si tu papá se queda hasta la medianoche haciendo comida para vos, o trabaja duro para que tengas lo que necesitás, eso es amor. Así se expresa el amor dentro de una familia. Ahí tenemos una diferencia cultural.

-¿Ayudó en eso tener a la mayoría del staff con ascendencia asiática?

G.R.: -Seguramente. No sé qué porcentaje era, pero sí una buena cantidad. Desde el día 1 quisimos que hubiera una gran representación en el equipo. Y en el elenco de voces, todos tienen ascendencia oriental. Pero queríamos representación delante y detrás de cámara. Y creo que todos entendieron esa representatividad, aunque no vinieran de familias chinas. La mía es coreana, por ejemplo, no pasé mi niñez con la leyenda de Chang’e, pero entiendo la importancia que tiene contarla.

-El K-pop, originario de Corea, justamente, está muy presente en la película. ¿Cómo fue incluirlo?

G.R.: -¡A mí me emocionaba! Over the moon es un musical animado y poder traer todos ests géneros se sentía íncreíble. ¿Realmente podemos hacer esto? ¿Nos van a dejar? ¡Nos van a dejar! Poder meter k-pop, trabajar con un coreógrafo famoso, fue genial. A mí me alegra haber puesto a la diosa lunar a cantar k-pop.

P. C.: -Cada canción del film está empujada por el personaje o la historia. La primera canción, por ejemplo,es la historia de la leyenda que la mamá le cuenta a la nena. Entonces queríamos quue sonara tradicionalmente china, como algo que hubiera sido cantado por generaciones. En contraste, cuando Fei Fei llega a la Luna, queríamos que le presentación de Chang’e fuera excitante, vibrante, muy moderna, que te volara la cabeza al tener una suerte de concierto de rock. En China el k-pop es realmente muy fuerte.

-La estructura de la historia, las canciones, hay un “sello Disney” muy fuerte ahí. ¿Cómo influyó esa experiencia previa?

G. R.: -En realidad yo empecé en Pixar y después pasé a Disney, pero  diría que la influencia es mayor que eso. Porque por empezar, tengo un historial de trabajar primero en CGI y después en Disney tienen esta historia increíble con el 2D y la animación tradicional. Acá están ambas cosas juntas de un nuevo modo, me encantó. Siempre fui muy fan de cuán capaz es la animación para empujar el medio hacia adelante, hacia su potencial. Siento que llevo eso donde vaya, sea en los cortos o acá. Glenn tambén es un gran entusiasta en sostener la tradición animada y al mismo tiempo no le escapa a la tecnología. Creo que en Over the moon incorporamos toda esa filosofía. De hecho, toda la producción estaba repleta de dibujos de Glenn que hacía sobre todas las hojas de trabajo. Aunque usábamos tecnología, el dibujo en papel lo interpela. Eso es un rasgo muy Disney que llevamos donde sea que vayamos.

-¿Y qué aportó la gente de Shangai?

G. R.: -Nuestra animación final se hizo en Vancouver, pero en Shangai teníamos a los artistas conceptuales y a los desarrolladores de diseño. Así que recurrimos a ellos en todo momento. Siempre tuve la sensación de que era la película de Glenn, que él era el conductor que sabía dónde íbamos, con un mapa mágico que señalaba el camino. Mi trabajo era conseguir la gente, las locaciones, lo que sea. Él nos guía en lo creativo, yo en “tenemos que meter esa película en tres años, vamos!” Eso hace que nuestra sociedad sea realmente funcional. También es algo que traemos de Disney, donde hay un esquema de apoyo sobre lo creativo.

-La guionista, Audrey Wells, escribió el guión como una suerte de carta de despedida para su hija, ¿es así?

P. C.: -Sí. Cuando trajimos a Audrey para escribir el film le encantó la idea porque era muy familiera. De hecho. fue su idea que la madre de la protagonista muriera y que la idea de fondo del film fuera la importancia de abrir tu corazón a la llegada de alguien nuevo en tu vida. Pero no supimos sino hasta un año después de comenzada la producción que estaba enferma y que no le quedaba mucho tiempo (NdR: falleció en 2018). Ahí nos confesó que había escrito el guión como una especie de carta de despedida a la hija, para que su hija supiera que aunque ella no podía acompañarla, su amor era eterno y que sintiera permiso para amar a nueva gente. No quería que su hija se viera sola y aislada, sino que tuviera una vida rica. Y que supiera esto al ver la película.