Desde Caracas
Leopoldo López, una de las principales figuras de la derecha venezolana, llegó a Madrid luego de haberse fugado de la residencia del embajador de España en Caracas. López se encontraba en la residencia desde el 30 de abril del 2019 cuando, luego de escaparse de su prisión domiciliaria, intentó liderar un golpe de Estado junto a Juan Guaidó que, en pocas horas, naufragó.
“Hoy es a todas luces verificable que el jefe de la misión diplomática española en Venezuela fungió como principal organizador y cómplice confeso de la anunciada fuga de territorio venezolano del delincuente Leopoldo López, acción inaceptable e incomprensible en el marco de una relación bilateral entre dos naciones”, afirmó el gobierno venezolano en un comunicado emitido este domingo, en una jornada marcada, a nivel nacional, por el simulacro nacional de votación organización por el Consejo Nacional Electoral (CNE).
López había sido arrestado en el año 2014, por haber sido parte central de la dirección de la escalada callejera violenta, sucedida dos meses luego del triunfo electoral del chavismo en las elecciones municipales. Desde entonces estuvo detenido en la cárcel y en su casa, condenado a 14 años, hasta el intento de golpe del 2019 y la decisión del embajador español, Jesús Silva, de recibirlo en calidad de “huésped” en su residencia, “una figura inexistente” según destacó el gobierno de Venezuela.
El dirigente opositor, jefe de la organización Voluntad Popular (VP), nombrado “coordinador general del centro de gobierno interino” de Guaidó, fue denunciado por el gobierno por dirigir acciones políticas desde la residencia, como, por ejemplo, en la Operación Gedeón, donde un grupo de mercenarios intentó ingresar por las costas venezolanas desde Colombia.
“El Reino de España participa activamente en la fuga ilegal de un peligroso delincuente y decide recibirlo en su territorio, sin reparar en las leyes internacionales”, afirmó, a su vez el gobierno venezolano. El embajador Silva, nombrado bajo el gobierno de Mariano Rajoy, ya había sido expulsado por el gobierno venezolano en enero del 2018, había regresado en abril de ese año y, en septiembre pasado fue relevado de su cargo.
La fuga de López representa un hecho central por diferentes razones. En primer lugar, el dirigente ha sido señalado desde sectores del chavismo y de la oposición como quien está, en términos nacionales, al frente de la estrategia del “gobierno interino”. Guaidó, quien hasta el momento de autoproclamarse presidente era un diputado mayoritariamente desconocido y un cuadro de segunda línea en VP, siempre tuvo un lugar subordinado ante López.
En segundo lugar, López es, por eso mismo, el principal dirigente de una de las partes de la fragmentada oposición venezolana, aquella que se nuclea alrededor de Guaidó, la estrategia del bloqueo, la abstención electoral y que se encuentra en pérdida de fuerza. Las otras tres partes son, por un lado, el sector golpista que no responde al esquema de Guaidó, como María Corina Machado, el sector heterogéneo que se presentará a elecciones, y, por último, aquel que intenta encabezar Capriles Radonski.
La salida de López sucede en un momento parteaguas en el país, marcado por las próximas elecciones legislativas del 6 de diciembre. El bloque aún articulado alrededor de Guaidó y sostenido desde Estados Unidos, no participará de los comicios y plantea realizar una “consulta popular” para “rechazar el fraude”. La consulta, de contenidos por el momento difusos, tiene como objetivo construir un argumento para dotar de legitimidad la permanencia de la “presidencia interina” a partir del 5 de enero del 2021, cuando asuma la nueva Asamblea Nacional.
El sector que encabeza Guaidó se encuentra en declive político producto, entre otras cosas, de sus errores, promesas incumplidas, y defensa del bloqueo económico sin legitimidad interna. Sin embargo, cuenta, hasta ahora, con el respaldo de Washington, quien sostiene que reconocerá la presidencia interina luego de diciembre, en lo que es un acuerdo entre republicanos y demócratas.
Pero ya son varias las opiniones desde Estados Unidos, publicadas en diferentes medios, como los portales Bloomberg, Washington Post, Foreign Affairs, que afirman que la estrategia estadounidense no dio los resultados esperados y que, por lo tanto, es necesario modificarla. Los resultados en las elecciones del 3 de noviembre impactarán sobre la adopción de cambios hacia Venezuela.
Mientras tanto, dentro de Venezuela continúan los preparativos para las elecciones legislativas, como el simulacro nacional de votación organizado por el CNE, “para probar todos los elementos técnicos del sistema automatizado de votación, realizar pruebas de transmisión de resultados para monitorear su comportamiento y evaluar la eficiencia de funcionamiento del centro de votación y la mesa electoral”, según explicó la presidenta del CNE, Indira Alfonso.
La elección del 6 de diciembre es clave en la dinámica interna política, donde una mayoría creciente de fuerzas opositoras apuesta por el canal electoral para dirimir el conflicto político y a la construcción de acuerdos para enfrentar el bloqueo económico. Ese cambio progresivo de escenario interno representa una pérdida de fuerza para quienes apuestan por una salida de Maduro por una vía no electoral, es decir Guaidó, Washington, lo que se ha traducido en la política diplomática agresiva desplegada por Estados Unidos para que la elección no sea reconocida internacionalmente.
¿Qué hará Guaidó una vez electa y posesionada la nueva Asamblea Nacional? ¿Cómo se sostendrá la ficción de presidencia interina? La fuga de López a Madrid puede formar parte de las respuestas que aún están en desarrollo.