Mejora la calidad de vida. Cuida la salud, sobre todo en niñas, niños y adolescentes. Eso fundamenta una propuesta legislativa sobre alimentación saludable, que atraviesa la grieta, a juzgar por la cantidad de proyectos en sintonía, presentados desde diversos bloques, bajo lo que se denomina “Ley de etiquetado de alimentos”. Un avance en buenas prácticas comerciales, donde la etiqueta advierte si un producto tiene exceso de grasas, sodio o azúcares. Tanto en alimentos como en bebidas sin alcohol. Hay dictamen de comisiones del Senado. Lo impulsa el Ejecutivo desde los ministerios de Salud, de Agricultura, Ganadería y Pesca, y de Desarrollo Productivo. Y cuenta con el apoyo, y el reclamo insistente para que se efectivice, de cocineras y cocineros, reconocidos en el país.
Muchos de estos grandes chefs, agrupados en el colectivo ACELGA (Asociación de Cocineros y Empresarios Ligados a la Gastronomía Argentina), circularon en redes sociales, un video de apoyo a la ley. Sostienen posiciones duras. Entre ellos, Narda Lepes y Donato De Santis, quienes, en diálogo con Página/12, explican la necesidad de informar a los consumidores, sobre los nutrientes que pueden dañar la salud, como también edulcorantes o cafeína. La advertencia debe ser clara y fácil de reconocer: “un sello negro, que todos tengamos que ver” señala Lepes. Tal es el espíritu que gesta la ley, que puede tener reticencias de la industria, no de los especialistas.
“Estamos de acuerdo en la propuesta, quizá no sea la mejor ley, pero la necesitamos con urgencia”, puntualiza Lepes. “Se irá perfeccionando en el tiempo, porque la gente empezará a prestar atención a lo que las etiquetas dicen claramente” agrega. Se buscan resultados a mediano y largo plazo. “Sabemos qué funciona y qué no, en alimentos, por eso necesitamos una ley dura, y la necesitamos rápido”, enfatiza la chef.
Se estima que, en Argentina, cuatro de cada diez niños padece sobrepeso u obesidad. Y en promedio consumen un 40% más de bebidas azucaradas que los adultos. Eso fundamenta en el dictamen, un denominador común, el sello, la advertencia: “Tiene que ser simple y verse claramente”, coincide Paula Español, quien sigue el tema desde la Secretaría de Comercio Interior. Y debe figurar en la etiqueta frontal de los productos.
“El dictamen es una respuesta del Congreso y del Ejecutivo, a un reclamo ciudadano: se necesita una regulación, y que se haga caso al nuevo etiquetado”, aporta Donato De Santis. “Las empresas pueden tomar esto como un nuevo tipo de negocio, que ayude a controlar enfermedades, sólo dando información correcta. Con eso podemos mejorar el nivel de vida, y las costumbres alimenticias”, se explaya De Santis.
Argentina es uno de los países rezagados en la región en torno a la ley: Chile, Perú, Ecuador, Uruguay, Brasil y México, entre otros, ya la tienen. Hoy se trabaja proyecto unificado. Lo pide Defensa del Consumidor. Salud, también lo necesita. “Es importante que regulemos la información en la etiqueta de los productos”, describe Paula Español.
Se habla de un símbolo con forma de octógono, que figure como advertencia. Eso apoyan los integrantes de ACELGA. Contra el modelo de “semáforo” que puede prestarse a confusión, explica Paula español, o de “lupita”, el que adoptó Brasil, pero que no indica qué componentes exceden los niveles saludables. “Sabemos que habrá reticencias, siempre la industria es reticente a una regulación, pero está probado en el mundo, que lo que funciona es una alerta color negro. Con forma de lupa o de octógono, y con información”, detalla la funcionaria.
Para explicar los beneficios de esta advertencia, y de la información que deben manejar los consumidores, los expertos grafican: no es lo mismo el alto nivel de grasas y sal en un snack que en una lata de anchoas. Las papas fritas “de paquete” tienen tanta grasa y sal, como las anchoas, detalla De Santis. Pero el snack “es más nocivo, porque las anchoas, pueden durar un mes, depende cómo se consuma”, confirma el chef.
“¿Esta ley, va a solucionar todo? No --agrega Lepes--, pero para la pelota y genera un debate”. Entre lo que falta definir se apunta: ¿A qué tipo de grasas se hace referencia, saturadas o totales, a qué cantidad de cada una, cuánto nivel de sal se considera dañino? Bajar los niveles de edulcorantes y saborizantes es otro desafío. Lo mismo con la cafeína. Y se hace necesario no discriminar en la línea de producción industrial o artesanal, la advertencia.
“Que un alfajor que tiene azúcar, harina y vainilla, tenga que informarlo, está bien. A mí no me gusta que un alfajor casero tenga un sello negro, pero estoy dispuesta a defender ese alfajor artesanal en otras circunstancias, y a bancar el sello negro --afirma Lepes--, ahora vamos con la ley, luego la perfeccionamos”, anticipa. “No todo lo industrial es malo, y no toda la industria está haciendo el juego en contra”, dice Lepes, y sostiene que “hay muchas mega empresas con la vocación de adaptar su comunicación a esta propuesta”. El antecedente de la Ley de Tabaco refuerza su posición. “Cuando se prohibió fumar” en restoranes o bares, también hubo resistencias, y… ¿qué pasó? ¿Se fundieron? ¡No!” exclama.
El negocio de la alimentación
“Las empresas, en lugar de sentirse amenazadas, pueden ver cuánto les conviene promover normas claras en sus negocios”, sostiene De Santis. “Somos un eslabón importante en la formación de tendencias, revertimos costumbres, producimos situaciones catalíticas como íconos, y esta propuesta, no es un capricho, es resultado de una experiencia y del conocimiento, y está pensada en función de las futuras generaciones” detalla. Sabe que se enfrentan posiciones y anticipa: Esto no es una guerra entre la industria de la alimentación y defensores del consumo saludable. Para el chef, es una oportunidad. “Si una empresa, grande o pequeña, sigue a esta regla, hace un gran aporte a la sociedad y si su producto es de calidad, ganamos todos, aun con el sello negro”, afirma. La calidad es salud, y no hablan “de súper híper calidad”, dice, sino “de alimentos sanos, simplemente”.
La mayoría de las empresas, ya tiene la reformulación hecha, sostiene Lepes. “Yo estoy atenta, siguiendo este proceso, y apoyo como iniciativa que nos hacen crecer como sociedad”, explica. “Y desde ACELGA, porque estamos del lado de la gente y de la comida, de la comida sana. Creo que la ley va a salir, porque lo pedimos muchos sectores. Y tenemos que estar atentos a quienes voten en contra de una ley que defiende a las niñas y niños. Y a que no la toquen demasiado cuando la voten”, suma.
Hay intereses particulares que la frenan. Un caso es Tucumán, por intereses empresarios, sostienen en el Senado. “Pero las empresas podrían tomarlo en forma inteligente, y ver sus ventajas”, marca De Santis. Y concluye: “así como un producto con sustancias que provocan daños, puede lograr la adicción a ese producto, también la industria le puede darle un timonazo al tema, y provocar una nueva adicción en los consumidores ¡pero por un producto sano!”.
Código alimentario
“El código está mal, una no lo mira, y tiene conceptos en los que se basan todas las definiciones de alimentación que necesitan un montón de reformas: ¡tiene 70 años!”, reclama narda Lepes. “Hoy se fabrica y se consume, con otros sistemas de producción de alimentos. Pero en nuestro Código, el modo de aprobación para alimentos elaborados es tan básico como decir: Apto para consumo humano, o no. No está chequeado para el largo plazo. Y necesitamos darle un sesgo de salud pública, que no sea solo bromatológico. Sino que planifique la alimentación también con criterios de producción, de promoción de las economías regionales, y para que los consumidores accedan a la información sobre lo que consumen, con orientación sobre los efectos en la salud a mediano y largo plazo”.
Cuidar los entornos educativos
Esta Ley, además del etiquetado, promueve regular los entornos escolares, en relación a las publicidades. “Las niñas y niños, que se han vuelto seres que consumen, y en ámbitos educativos se presentan sus derechos más vulnerados. Desde la Secretaría de Comercio velamos por políticas de consumo, que los protejan”, sostiene Paula Español sobre otro avance del proyecto: la publicidad de alimentos en entornos educativos, el resguardo de lo saludable. “Tenemos que ser muy cuidadosos en lo que se promociona a niños --aporta Narda Lepes--. Ya no solo comunica un ratoncito o un dino. Messi es un ícono para la infancia y adolescencia, y promociona para ese segmento, porque entra en la categoría familia”, explica. Se busca que el producto sea fiel a su etiqueta, más allá de ídolos imaginarios o reales, para promover hábitos saludables de consumo y alimentación.