Si hay una persona responsable de popularizar el tenis en la Argentina a niveles nunca vistos con anterioridad, ese es Guillermo Vilas. Entre mediados de 1973 y finales de 1978 el ascenso del tenista en los torneos internacionales parecía imparable y su nombre era justamente listado junto a los de otros grandes jugadores de esa era como Bjorn Borg, Ilie Nastase y, desde luego, Jimmy Connors. Vilas: Serás lo que debas ser o no serás nada –el documental dirigido por el argentino Matías Gueilburt que se estrena hoy martes en Netflix– parte de una profusa investigación iniciada por el periodista deportivo Eduardo Puppo, a su vez signada por el sentido común y una incógnita: ¿cómo es posible que Guillermo Vilas, ganador de 50 competencias consecutivas en su momento de mayor efectividad deportiva, no haya estado nunca en el número uno de la lista oficial confeccionada semana a semana por la Asociación de Tenistas Profesionales, entidad de alcance internacional?
A partir de la investigación de Puppo, a quien la cámara de Gueilburt acompaña como uno de sus ejes narrativos, y la presentación a la ATP de un detallado legajo con fechas y guarismos, la película cuenta asimismo la historia del deportista a partir de su infancia en Mar del Plata, los inicios en el berretín de la raqueta y el ingreso a una carrera profesional llena de satisfacciones pero también de sacrificios y dolores. Los físicos, desde luego, pero también los emocionales. “El proyecto surgió a mediados de 2015, cuando se publicó una nota en el The New York Times que hablaba sobre la investigación de Puppo”, recuerda Matías Gueilburt, director de otros documentales como Francisco, el jesuita y Pancho Villa aquí y allí, en comunicación con Página/12.
“A mi socio Julián le gusta mucho el tenis y, después de leerla, me la pasó de inmediato. La idea de que ahí había ‘algo’ fue instantánea y empezamos a ver cómo hacer para contactar a Puppo. Al conocerlo nos dimos cuenta del nivel de pasión y de obsesión de su trabajo. Las cosas comenzaron a moverse y es interesante porque comenzamos con la idea de hacer algo ligado a esa investigación pero, de pronto, se nos hizo evidente que no se podía contar esa historia sin contar además la del propio Vilas. Me interesan las personas, los seres humanos, y allí había algo muy valioso. Que un tipo le dedique doce años de su vida a demostrar que otra persona fue número uno en un deporte… había que mostrar la gesta de ese número uno, de alguna forma".
-La película ofrece dos líneas narrativas entrecruzadas. Por un lado, el relato de Eduardo Puppo y su obsesión por los cálculos numéricos que demostrarían la hipótesis; por el otro, la cronología de Vilas dentro y fuera de las canchas. ¿Cuándo apareció esa estructura?
-Nunca fue la intención hacer una biografía tradicional y al familiarizarme con los materiales que tenía Puppo –y que Vilas le había compartido– apareció el elemento que faltaba: una gran cantidad de cassettes que el jugador había grabado a lo largo de su carrera. Un Vilas en primerísima persona. Nos pasamos horas y horas escuchando esas cintas maravillosas en las cuales Vilas habla de su infancia, la decisión de jugar al tenis, el hipismo, Spinetta... Aparecieron todos esos momentos realmente fascinantes, muchos de los cuales pueden escucharse en la película. Ahí apareció la idea de las dos líneas narrativas, que desde un primer momento sabíamos que se tenían que cruzar, aunque no sabíamos bien dónde. El viaje de Puppo a Mónaco y el encuentro con su ídolo fue lo que terminó de enlazarlas. En el fondo, es la historia de dos tipos, de dos amigos, dos locos hermosos que la vida terminó cruzando y generando un vínculo de amor muy fuerte.
-¿Fue difícil acceder al material de archivo, que es realmente muy rico y, en más de un caso, poco visto?
-Había cosas que tenía Puppo y que Guillermo le había donado, por ejemplo unas latas de fílmico que enviamos a Los Ángeles a digitalizar. Ahí nos encontramos con esas imágenes en cámara lenta que pueden verse en la película, que fueron filmadas en Francia. La búsqueda de material fue un proceso de muchos años y, en algunos casos, el encuentro con ciertos registros fue indirecto. Por ejemplo, viajamos a Mar del Plata para entrevistar a una persona, quien nos remitió a alguien que había trabajado en el canal de televisión de Mar del Plata y tenía guardado un original de los años '60. Ese material es increíble y está en una calidad notable: Vilas en bermudas, hablando de las vacaciones en la costa marplatense. Un coleccionista en Estados Unidos nos mandó cinco fotos de un torneo en South Orange guardadas en un sobre original. Tratamos de encontrar todo lo que podía interesarnos en distintos países, centrándonos no sólo en el costado deportivo sino también en aquello que pusiera de relieve la fuerza de sus palabras en relación con sus ideas.
-El proceso de montaje se intuye complejo y extenso.
-La edición estuvo muy ligada a la estructura que estábamos buscando, con la voz de Vilas en los cassettes como hilo conductor. Fue un laburo muy largo y demandante, pre y post pandemia. Ideas que fueron y vinieron, escenas que volvieron a ocupar su lugar luego de ser casi descartadas.
-Hay subtramas muy interesantes y emotivas, como la relación de amistad con Borg –quien aparecen en tiempo presente recordando a su colega y eventual contrincante-, o la escena en la cual se reconstruye la relación de Vilas con su padre y la dificultad de este último para disfrutar de los torneos.
-La historia del padre es realmente emocionante. Hay que entender que la historia de Vilas arranca con su padre regalándole una raqueta cuando era chico, la misma que termina en una final en Australia muchos años después. Las cosas que dice el padre son de una dureza que hiela, como cuando bautiza “Alcatraz Hilton” al hotel donde está parando y concentrando su hijo. Hay que tener precisión para entender eso. Vilas hijo también tiene ese filo muy claro. La relación con Borg es otro gran tema, fue realmente un amigo de esos tiempos. Obviamente, se tuvieron que separar por temas deportivos; el tenis es un deporte muy individualista y todos quieren ser el número uno. Pero es muy claro que se tenían una gran estima, una amistad fuerte dentro y fuera de la cancha.