Pocas cosas más desconcertantes que ver a un tigre deambulando por un departamento: posa sus patas sobre la mesada de la cocina, olisquea la superficie, vuelve al piso, entra al baño y toma agua de la bañadera. Cada tanto emite un sonido que tiene más de bostezo que de gruñido. Desde afuera llegan las voces de niños jugando en la calle. Como en el cuento de Caperucita Roja y el lobo, ellos también ignoran el peligro que se esconde detrás de esas cuatro paredes. Mientras, en otro cuarto, un cocodrilo se desplaza lentamente por el piso con esa sonrisa entre maliciosa y payasesca que dibujan las mandíbulas de estos predadores.
La secuencia puede parecer inverosímil, pero se basa en hechos reales y forma parte de Ming of Harlem (2014), del cineasta británico Phillip Warnell. En 2003, un hombre llamado Antoine Yates fue detenido en Nueva York por convivir con un tigre y un cocodrilo en un departamento de Harlem. Él mismo alertó al 911 cuando, después de tres años pacíficos, el felino se abalanzó sobre él desgarrándole un brazo y una pierna. El film forma parte de una retrospectiva de la obra de Warnell que se podrá ver en la 20 edición de la muestra internacional de cine DocBuenosAires que comienza este martes.
En manos de otro director, un documental como Ming of Harlem probablemente se hubiera quedado en lo anecdótico y convertido a Yates y sus compañeros de piso en fenómenos de feria. Pero para este cineasta, que dirige un centro de investigación en cine y fotografía en la Universidad de Kingston, en Londres, y ha colaborado en esta y otras películas con el prestigioso filósofo francés Jean-Luc Nancy (ver abajo), la historia de Yates es un disparador para reflexionar acerca de un tema que lo apasiona: los vínculos entre seres de distintas especies.
Pero no sólo eso. Como señala desde Londres en entrevista con Página/12, a este artista cuyas películas formaron parte de instalaciones en museos de ciudades como Glasgow, Gotemburgo, Niza y Seúl, también le interesa el vínculo entre lo que define como “animales humanos”. De esa curiosidad nació su trabajo más reciente, Intimate Distances (2020), que se podrá ver también en el DocBuenos Aires. En él, Warnell puso a una amable señora de pelo blanco, la directora de castings Martha Wollner, a hablar con extraños en una esquina del barrio de Queens, en Nueva York. Las interacciones son observadas por el espectador desde lejos, como a través de una cámara de vigilancia, lo que genera esa distancia íntima a la que refiere el título. Contra todo pronóstico, muchos de esos transeúntes, enfrentados a preguntas filosóficas como “¿Alguna vez estuviste en un momento en tu vida en el que te diste cuenta de que se estaba produciendo un gran cambio?” o “¿Alguna vez hiciste algo que pensaste que jamás serías capaz de hacer?”, se detienen y hablan con ella. Uno hasta la abraza.
-Con Intimate Distances parece querer decirnos que la soledad de las grandes ciudades no es tal. Basta poner a una persona a hablar con extraños en una esquina para que sea posible tender puentes.
-Me encanta esa idea. Yo vivo en una ciudad. En una ciudad hay verdadero anonimato. No lo digo en el sentido de que desaparecés y nadie sabe de vos; lo digo en el sentido de que te enfrentás a un tipo de soledad. Para mí eso es parte de estar vivo en un espacio abierto. También me gusta la idea de que la intimidad necesita de distancia. Tenés que encontrarte con el otro, con el extraño, para encontrar algo de intimidad. Puede ser algo muy fugaz o el comienzo de cierta familiaridad. Martha tiene la habilidad de desarmar a los demás; te permite abrirte sin sentirte amenazado. Pero también es directora de casting. Quise trabajar con ella para reflejar esa relación. La cámara se encuentra muy lejos la mayor parte del tiempo. La intimidad proviene de ella. Ella necesita acercarse al espacio de esa otra persona. Por una necesidad técnica -ella tenía un micrófono y los demás no-, pero también tiene que acercarse a través de la empatía. Esa es una gran oportunidad. Me gusta pensar en la calle como un lugar de producción de intimidad para la que se necesita cierta distancia. Es como cuando nos resulta más fácil hablar abiertamente con extraños que en un entorno familiar.
-En Ming of Harlem, en cambio, Antoine Yates elige vivir aislado.
-Antoine Yates estaba aislado en su departamento pero tenía una relación de amor y cercanía con estos dos animales. El aislamiento tiene mala prensa, pero puede tener sus ventajas a la hora de producir intimidad y cercanía. Incluso ahora, con el coronavirus, si bien es una situación desesperada, creo que algunas cosas son beneficiosas. Estoy hablando con mucha más gente que antes a través de la conexión remota. Y también creo que es ventajoso no estar tan expuesto al espacio público. El espacio público puede generar ansiedad.
-¿Con intimidad se refiere en comunión con uno mismo?
-No tengo una definición para intimidad. Depende. La historia de Antoine es tan fascinante porque su necesidad y su deseo de intimidad provienen de la proximidad con otras especies. Mucha gente que conozco que trabaja en zoológicos con animales tiene la sensación de que su bienestar viene de la proximidad con otras especies, más que con humanos. Creo que de hecho es algo muy común, es el caso de las mascotas domésticas. Donna Haraway ha escrito mucho sobre esto, sobre las especies de compañía, las que nos permiten lidiar con el mundo, nos dan fuerzas. Sé que la historia de Antoine es muy extrema en ese aspecto, pero en cierto sentido sus animales eran su familia. Me gusta la idea de que se puede reemplazar a la familia con otras criaturas.
-En su cine se observa un gran interés por algo que podría definirse como la intimidad del movimiento de los animales. Es como si con sus planos quisiera desentrañar sus secretos. Pienso en el tigre y el cocodrilo de Ming of Harlem, pero también en el pulpo de Outlandish como metáfora de lo extraño.
-Me interesa generar esas preguntas. No busco dar respuestas, ni siquiera las sé. Son preguntas que están fuera de los cuerpos de conocimiento. De ahí la ambigüedad. Cuando alguien dice que tiene una capacidad extrasensorial, como la chica de The Girl with X-ray Eyes, que afirma que puede ver a través de los cuerpos, nunca sabemos realmente si es así. Por eso creo que es bueno poner cada tanto este tipo de preguntas en un primer plano. Es lo mismo con la conciencia animal. Durante mucho tiempo, la humanidad intentó disminuir las capacidades de los animales. Pero esto está siendo revisado por mucho pensamiento contemporáneo. Tenemos que reevaluar nuestra relación con los animales. En primer lugar porque están desapareciendo. Se están extinguiendo rápidamente. Hay más grandes felinos en cautiverio en Estados Unidos que en el mundo silvestre. Se trata de una reingeniería de nuestra relación con otras criaturas. De ahí mi interés por estas criaturas extraordinarias, como el pulpo. No las comprendemos. De hecho, usamos la poética para producir una relación con ellos. Tiene que ser una relación no científica porque no podemos pedirle al animal que responda como quisiéramos. Por eso necesitamos de una poética y otros recursos. Espero seguir trabajando sobre esto, aunque me aparté un poco porque no quiero ser conocido como alguien que sólo trabaja con animales. También me interesa el animal humano.
-En su película no ridiculiza a Antoine Yates. Creo que ni siquiera busca comprenderlo. Simplemente lo deja contar su versión.
-En ese sentido, definitivamente no soy un documentalista. No me interesa interrogar las circunstancias. Tampoco juzgar a nadie. Creo que a veces el cine es muy rápido en adoptar una postura ética del tipo ‘nosotros somos los que sabemos'. No me interesaba convertir su historia en una narrativa que nos entretuviera. Quise darle una plataforma para lo que él quisiera decir. De hecho incluí casi todo lo que dijo. Puede resultar raro, pero mi forma de relacionarme con él fue relacionarme poco: lo vi una vez durante 10 minutos antes de filmar. No confío en la necesidad de tener que conocer al otro. No quiero formar parte de proyectos en los que obtengo un acceso, me convierto en parte de algo y produzco algo que es una especie de comentario sobre esa cosa de la que formé parte.
-Se vuelve más equitativa la relación de poder.
-Sí, porque el cine es muy frecuentemente una relación de poder muy desigual. Soy muy consciente de eso y me incomoda mucho.
-¿Jean-Luc Nancy es la excepción?
-No diría que conozco a Nancy. Es una relación muy remota, más que nada a través de e-mails, con encuentros cada tantos años.
-Viendo Intimate Distances me pregunté qué hubiera pasado si en vez de una mujer mayor blanca interrogando a jóvenes hispanos, afroamericanos y de Europa del Este, hubiera puesto a esos jóvenes a interrogar señoras mayores blancas…
-Mucha gente habla sobre el tema de la vigilancia y el voyeurismo en la película y lo aprecio, pero eso no es lo más importante, sino más bien el contacto y la intimidad en la distancia. Por eso espero que genere preguntas como esa. Quise abrir esa caja de Pandora.
-Sin embargo, como espectadores no sabemos que Martha es directora de casting. ¿Por qué no lo menciona en la película?
-Mis películas no suelen contar con mucha información. Lo hago de forma muy estratégica, porque creo que sino la película te fuerza a buscar algo. Martha está en la búsqueda de un personaje para una película que nunca se va a hacer, pero quería que el espectador estuviera en otra búsqueda en paralelo: ¿dónde está la amenaza? ¿cuál es la historia? ¿qué está sucediendo aquí? De hecho eso es lo que pasa cuando estamos en la calle. Cuando alguien se te acerca tenés que poner en funcionamiento estos mecanismos y bien rápido. Te alejás o te involucrás. Si Martha fuera presentada como una identidad concreta, el espectador podría relajarse y decir 'ok, ya entiendo'. Eso genera otra dinámica. Muchas veces el cine, sobre todo los documentales, etiqueta a las personas. "Son esto y les voy a preguntar sobre esto”. No creo que estas identidades fijas sean útiles.
-¿Qué es para usted el cine?
-No es algo en particular, es una combinación de formas de investigar, métodos de hacer y darle forma a las cosas. El cine permite compartir experiencias y también atrapar casualidades, cosas inesperadas. Ese es el verdadero desafío: capturar algo que no podías anticipar. Un gran momento de la película es cuando Martha abraza a uno de esos muchachos. No lo podíamos creer. ‘¿Por qué se abrazan? Si no se conocen. ¿Cómo puede estar pasando esto?’. No le pedimos que lo hiciera. No podría haberlo imaginado nunca. Por eso, muchas personas me dijeron que la película les recordó que hay que tener esperanza.
"Nadie es un individuo"
Phillip Warnell trabajó junto al filósofo francés Jean-Luc Nancy (foto) en tres películas, la primera de ellas Outlandish: Strange Foreign Bodies (2009). En ella, Nancy, uno de los trasplantados de corazón con más sobrevida en el mundo –actualmente tiene 80 años-, lee en cámara su ensayo “El intruso”, en el que reflexiona acerca de la sensación de extrañeza y fragmentación que acompaña un trasplante de corazón, pero también sobre su tratamiento posterior contra el cáncer. El film es un abordaje de los límites del cuerpo. “¿Cuánto poseemos nuestro cuerpo? Es propio en el sentido de que soy yo, más que en el sentido de que es mío”, aventura. El tema de los límites es recurrente en el cine de Warnell. Está presente en The Girl with X-ray Eyes, acerca de una muchacha rusa que asegura poder ver a través de los cuerpos, y también en películas como Intimate Distances o Ming of Harlem, en las que pone en duda los límites de la convivencia urbana y entre especies.
“Es un tema que me intriga mucho. Trabajando vas desenterrando algunas soluciones temporales a ese tipo de preguntas relacionadas con la integridad, la subjetividad, nuestro cuerpo, las fronteras”, explicó Warnell. “Son relaciones muy problemáticas, poco claras, diría incluso que poco científicas. Traté de desarrollar esto en trabajos que involucraran la presencia y la ausencia. Jean-Luc Nancy ha escrito sobre ser un singular plural, y cómo cada uno de nosotros opera dentro de umbrales, comunidades, relaciones que nos conforman. En ese sentido, nadie es un individuo, somos más bien una combinación de sombras de divisiones de otros”, aseguró.
La colaboración entre Warnell y Nancy continuó en Ming of Harlem, en la que la compositora islandesa Hildur Gudnadottir –ganadora del Oscar a la mejor banda de sonido por El guasón- lee en off con voz susurrante un poema de Nancy, “Oh, los animales de la lengua”. Su último trabajo en conjunto es The Flying Proletarian, de 2017, que incluye otro texto original de Nancy, “Cantón” y que trabaja sobre temas como el campo, lo extraño y el espacio abierto. Todas ellas podrán verse en el DocBuenos Aires.
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